Regionales

Los queridos amigos de Julio De Vido

No creo que tenga lugar a discusión. Los queridos amigos del nuevo escritor desde la cárcel, émulo de Maquiavelo, pueden estar diseminados en todo el país, pero no creo que sean muchos.

Probablemente se reduzcan a un puñado de beneficiados con los negocios instrumentados desde el gobierno central y que, nuevamente, generaron el deterioro, entre otras cosas, de nuestro balance comercial. Es que, salvo pequeños períodos históricos, siempre ganaron los intereses importadores, pese a la miopía de grandes sectores de la población. Esto, seguramente, ha sido por hacer lugar al canto de sirenas propiciado por las políticas de turno. 
Nuestra nación siempre fue una generadora de riqueza, más allá de la pampa húmeda, si se hablaba de petróleo o gas, por ejemplo. Cuando un gobierno se propuso efectuar el autoabastecimiento petrolero fue denostado por los intereses de aquellos cuyo negocio era la importación. El gas que se venteaba y la falta de su explotación, por inexistencia de inversores, nos llevó a la pérdida de millones de dólares en la importación, de la que nadie se quejaba en la «década ganada», y que generó pingues ganancias para los «queridos amigos». Argentina no fue un país cerrado al mundo en su totalidad. Argentina fue un país importador de aquello que convenía para obtener grandes beneficios a unos pocos, y para generar un gasto público y un déficit comercial incalculable. Hoy salir de esa situación no es una utopía, pero costará sacrificios extras, los que deberán ser analizados desde la razón y no desde la fe. 
La razonabilidad nos obliga a partir del diagnóstico que estamos entre las cinco economías mas vulnerables del mundo y, por lo tanto, una de las cinco menos atractivas para atraer inversiones. El deterioro de los términos del intercambio se daba, en la década de los sesenta, en que exportábamos materia prima sin valor agregado e importábamos productos manufacturados. Esto ya era una constante desde la época de la colonia. Hoy, por el contrario, el deterioro o el déficit comercial se encuentra en que, aún con valor agregado, nuestras materias primas no pueden competir con otras naciones que son apreciadas como mejores vendedoras para hacer negocios en el comercio global. Países como Uruguay, Paraguay, Brasil, entre otros, son más atractivos porque sus productos son de menor costo en la oferta internacional. De allí que las cuentas no cierren, y no es posible continuar de esa manera si queremos eliminar o mitigar la pobreza.
 Es por eso que es necesario discutir racionalmente las reformas que se han elaborado en el marco de un proyecto nacional. La discusión racional obliga al debate sincero, donde es posible que algunos deban resignar sus posiciones. La única forma de eliminar un estado elefantiásico es generando inversiones privadas que ofrezcan una renta sostenible para la incorporación de empleo genuino que descomprima una saturación de personal en servicios que no se cumplen. De otra forma no se podrán tener docentes bien pagados y evaluados, con institutos docentes de excelencia, que preparen a los alumnos para un futuro de conocimiento y de aptitudes que produzcan un mejor nivel de vida. De otra forma no se podrán tener universidades de excelencia para dejar en el camino a meras expendedoras de títulos que solo sirven para la administración pública y para un mayor gasto que paga el conjunto social.
 El desarrollo económico y la justicia social creo que van de la mano. El apuntalamiento de este esquema con instituciones democráticas sólidas es, no tengo dudas, la necesaria compañía.
Las reformas tienen que tener un objetivo. Un proyecto nacional que tienda al desarrollo integral de los habitantes. Este proyecto debe contener un proyecto provincial, lo que es un déficit desde hace mucho tiempo en el Chubut. La crisis actual de la provincia, que es trasladable a los municipios y a todas las organizaciones relacionadas a la problemática urbana y rural, requiere no solamente una reflexión. Requiere una decisión impostergable de cambio, con imaginación y valentía, en el quiebre de una tendencia declinante. Creo que nadie dudará, solo los «queridos amigos», de acompañar un nuevo orden en la administración y gestión de la cosa pública y la puesta en valor de toda la riqueza potencial de nuestro territorio abarcativo de una enorme porción del territorio nacional, desde la cordillera hasta nuestro mar. En la decisión estará el mérito que seguramente superará al de una elección.
 

 

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