Regionales

Ni basurero ni central nuclear

La anunciada instalación de una central nuclear en la Patagonia encendió un viejo debate en la región. Por estos días recordamos las grandes movilizaciones de los años noventa que rechazaron el intento de construir el primer repositorio de residuos radioactivos de alta actividad del mundo en Chubut, el basurero nuclear de Gastre. 

por REDACCIÓN CHUBUT 01/07/2017 - 00.00.hs


El lobby nuclear reapareció en la escena como en aquellos tiempos repitiendo los raídos argumentos de que la energía nuclear es barata, limpia y que no produce gases de efecto invernadero. Antonio Grasso, secretario general de la Asociación de Técnicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), afirmó en declaraciones a la emisora radial LU20 «que en los 67 años que se desarrolla la tarea nuclear a hoy no tenemos ningún muerto (sic) por la actividad nuclear en el país» «...no hubo ningún accidente, se trabaja con parámetros altísimos de seguridad». 
 Es de una ignorancia supina para un técnico de la CNEA desconocer el accidente fatal en el Centro Atómico Constituyentes ocurrido el 23 de septiembre de 1983 que costó la vida de un trabajador e irradió gravemente a otros 17. El accidente fue calificado de nivel 4 en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (INES). Pero tampoco debería desconocer que las siete minas promiscuamente abandonadas a lo largo del territorio nacional contienen más de seis millones de toneladas de desechos radioactivos y que la propia CNEA lo reconoce en sus escritos. Sería imposible detallar en este espacio el legado tóxico y radioactivo dejado en los 67 años de tarea nuclear que menciona el técnico de la CNEA.  
¿Cómo transmitir entonces el enorme riesgo que significa una planta nuclear en este contexto de engaño y ocultamiento permanente? Si comprendemos lo que sucede cuando se fisiona el átomo en el núcleo de un reactor de potencia habremos resuelto buena parte del problema. 
      Durante la fisión nuclear se producen decenas de elementos radioactivos que no existían en estado natural. En el momento en que partimos el átomo (fisión) los liberamos de la caja de Pandora para que deambulen por el planeta durante siglos. Cesio 137, yodo 131 o Estroncio 90 son algunos de los nombres de estos radioisótopos letales cuya vida media va desde los pocos días y años; hasta siglos y milenios. El más temido -por su relación con la bomba atómica- es el plutonio 239. La millonésima parte de un gramo de plutonio causa cáncer. Y deberán transcurrir 24.000 años para que su radioactividad decaiga a la mitad, pero seguirá estando activo durante 250.000 años. 

 


  Cuando los promotores de esta fuente de energía aseguran que contribuye a mitigar el cambio climático omiten decir que para medir las emisiones deben considerarse todos los procesos productivos y extractivos involucrados en la generación eléctrica. 
Diversas investigaciones demuestran que si se consideran todas las etapas del ciclo del combustible nuclear terminará emitiendo más gases que otras fuentes tradicionales. ¿Por qué ocurre esto? Sencillamente porque para generar energía nuclear se necesita uranio y para obtener uranio se debe hacer minería de gran escala, una de las actividades extractivas que más gases de invernadero emite. 
  Resulta paradójico que nos embarquen en la locura atómica justo cuando la energía nuclear sufre un irreversible declive: la participación en la matriz energética global desciende año tras año, mientras las renovables no paran de crecer. 
Los costos de construcción de nuevas centrales se dispara por las nubes y la energía limpia desciende. Por esta razón cada vez se construyen menos centrales y muchas de las que figuran «en construcción» llevan hasta 30 años sin avances. En marzo pasado la Westinghouse, uno de los mayores desarrolladores y proveedores de tecnología nuclear, presentó quiebra. 
Toshiba, el gigante japonés de la energía nuclear, tiene problemas financieros tan serios que ponen en duda su futuro. La estatal francesa EDF, el mayor constructor y operador europeo de centrales nucleares, va por el mismo camino. Estas tres empresas representan la mitad de la generación nuclear en el mundo. 

 


  Sin embargo, en el mercado de las renovables sale el sol. Steve Sawyer, secretario general del «Consejo Global de Energía Eólica» afirmó que «la Patagonia podría satisfacer la necesidad eléctrica de todo el continente 27 veces». Y por insólito que parezca destinando los 12.500 mil millones de dólares del préstamo chino a energía eólica multiplicaríamos por cinco la capacidad eléctrica instalada. Está claro que una central nuclear en la Patagonia es un sinsentido energético y una bofetada a la enorme potencialidad de las renovables. 
 Ni el presidente Mauricio Macri ni el gobernador de Río Negro Alberto Weretilneck reconocen que será el pueblo argentino el que cargue sobre sus espaldas el costo de gestionar los residuos radioactivos a perpetuidad. Sucede que es más costosa la gestión de los residuos nucleares que la generación de energía misma.

 


  Estamos convencidos que solo el compromiso de los pueblos alrededor del mundo pondrá fin algún día a esta irracional manera de obtener energía. Las plantas nucleares nos enfrentan al fantasma de la bomba atómica, al drama sin solución de los residuos radioactivos y a la posibilidad de otro Chernobyl. 
  La Patagonia está de pie, como hace 20 años contra el basurero nuclear, y seguirá diciendo en voz alta ¡En la Patagonia no! 
      

 

 Pablo Palicio Lada
 Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)

 

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