El zonal del valle

Elisa Aller

Yo iba a la escuela pero de oyente primero, y me quedaba paradita al lado del banco, tenía unos 4 años. Mamá y papá habían viajado a Buenos  Aires, nos cuidaban nuestros hermanos.

por REDACCIÓN CHUBUT 07/02/2018 - 17.25.hs

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Yo iba a la escuela pero de oyente primero, y me quedaba paradita al lado del banco, tenía unos 4 años. Mamá y papá habían viajado a Buenos  Aires, nos cuidaban nuestros hermanos. Ellos hacían una hamaca atando las ramas de un árbol a un cajón y ahí me hamacaban hasta que el cajón volaba. Tano era el que cocinaba. Esa vez, mis papás se fueron porque papá tenía un solar en Buenos Aires que había comprado, y quería comprar una chacra más grande ya que tenía un lote de 6 o 7 hectáreas. Ahí, los chicos ya eran grandes, eran hombres, entonces siempre andábamos alquilando de un lado y otro. Así fue que vendieron el solar en Buenos Aires y cuando volvieron, justo estaba Orive que había comprado una chacra, a propósito me parece para venderla y hacer guita. Una parte compró José Conde, la otra parte le dieron a Rosa y la otra parte que quedó frente al camino, eran 18 hectáreas más o menos, eso lo compro papá.
Después, comenzaron a trabajar con la chacra sabiendo que era de uno porque cuando vos alquilas tenés que pagar el alquiler y trabajas mucho para pagar eso, entonces trabajando para uno es diferente, a veces sacas un peso más.
¿Fue buena alumna?  (Le pregunta Cris). Excelente alumna (contesta Elisa entre risas).
Yo entré a la escuela y estaba la señora de Carrete, María Magdalena Nizetich de Carrete. Fui a primer año Superior, porque antes había superior, después a segundo y ahí me parece que fue cuando ella se fue a tener familia. Entonces, se quedó el sobrino de la directora de Gaiman, Nicolasa Crespo, y el sobrino era Orlando Pugh.
Orlando llegaba, se sentaba, agarraba un cigarrillo y se ponía a fumar. La directora, que estaba del otro lado de nuestra pared de madera, sentía el olor e iba a preguntar: “chicos, me van a decir la verdad, ¿Quién fumo acá?”. Todos teníamos miedo, pero siempre alguno “el maestro”, “¡Ah, me parecía!” contestaba la directora. Pasé ese año con el maestro Orlando Pugh y repetí, me acuerdo que nos agarraba de las orejas porque estaríamos charlando y eso, pero nosotros no teníamos la culpa.
Al año siguiente, volvió la señora de Carrete, ¡que alegría teníamos! Después vino el maestro Gatica que nos enseñaba a limpiarnos los dientes con un cuchillo.  Con Gatica sabíamos estar en clase y le decíamos: “Señor, estamos aburridos, ¿por qué no trae del depósito unas gomas y lápices, vamos afuera y hacemos una carrera de postas?” así que él nos traía e íbamos afuera. 
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Yo me crié más con los hermanos que con las hermanas porque ellas eran las que lavaban la ropa, las que hacían todas las cosas de la casa y a mí me mandaban a la chacra a trabajar con mis hermanos.
Estábamos con Chinchulín y empezamos a tirar las manos como peleando y vino José Jones que me encajó una cachetada y casi me fui al suelo. Chinchulin se enojo y José le dice: “si te estaba pegando” y Chinchu le dice: “Tonto de miercole, ¿no ves que estábamos jugando?”. Ahí se termino la pelea.
El viejo Gatica nos enseñaba que en el campo clavaban el cuchillo en la puerta de madera y se limpiaban los dientes ahi. A leer y a escribir si nos enseñaban. La señora de Carrete nos había enseñado quebrados (fracciones) y con Gatica se olvidó todo eso. Con él entrabamos y teníamos aritmética, lenguaje y todas esas cosas, pero después ya nos aburríamos, como el viejo era tan bueno.
Yo me casé cuando tenía 29 años, al igual que Porota, nuestra otra hermana. Era como decía Ñata, iba en fila el asunto de casarse, entonces yo fui la última. Pero tuve la ayuda de un cuñado que le habló a mi marido y le dijo que no sea tonto, que él sabia lo trabajadora que soy yo y que estaba sola, le decía que se anime porque él tenía cobardía. Yo estaba en veremos, primero tuve un novio y él se separó, ahí tenía yo 16 años. Mi marido se llamaba Daniel Pascual, y mi hijo se llama Carlos Daniel Pascual.
Con Daniel estuvimos dos años de novios primero y después nos casamos. Estaba en la chacra de mamá yo y fue él para allá, y tuvimos a Carlos.
A mí me gustaba viajar pero ahora no puedo por el tema de mis rodillas, no puedo casi caminar.
Como yo trabajaba en la chacra, no en la cocina, había que atar los tomates a un palo y lo hacíamos a eso con un chico que venía, después había que empardar pasto, pero no era como esto de ahora sino que había que hacer pardas. Me llevaban a mí en la rastra con tres caballos, y asi tengo las rodillas de tanto trabajo, pero todavía no te dije todo. A mí me paraban arriba de la rastra y me decían “vos cuando llegues al banco, échate para atrás y cuida que no se caiga”, cuando quería acordar estaba arrastrada por el suelo de lo chiquita que era. Cuando pegaban la vuelta, cargaban la rastra y me ponían devuelta arriba, íbamos para la casa. En la casa estaba Manolo que era mi hermano, estaba en la parda esperando, tendríamos unos 14 o 15 años ahí.
Llegaba allá y me subían a la rastrada, y Manolo siempre quería que la pusiera de punta para que se abriera y era menos trabajo para él, pero a veces pegaba la frenada a los caballos y yo de chiquita y flaca que era no me podía sujetar bien, hasta que un día pasé por arriba y fui a parar al suelo, otro día quedó abajo pasto Manolo, no sé cómo hizo para salir de ahí. Pero era asi, estaba obligada a hacer trabajos de hombre  porque mi hermana Rosa tenia ese golpe que se dio en la rodilla, estaba descalcificada la pierna y tuvo que ir a Buenos Aires, y Porota fue también con ella a cuidarla. Eramos pocos en la casa y muchos a trabajar,  y teníamos peones y todo, había que trabajar fuerte ya que los gastos eran grandes. Para esto ya se habían casado todas, quedaban mis papás, Manolo y yo en la casa.
Salvábamos la fruta de la quinta de la helada, es decir poníamos tarritos, quemábamos. El que llegaba a la casa no nos conocía porque estábamos de aceite de la cabeza a los pies.
Manolo hacia viajes a Comodoro en esa época para comprar coches. Le dicen de un coche, un Mercury, que estaban importados por el paralelo 42, y teníamos que comprarlo y esperar dos años para después ponerlo a nombre nuestro, los viejos de antes querían tener todo en regla. Después apareció un señor que había comprado un Mercury y había pagado y habían pasado dos años entonces ya tenían los papeles. Hablo con Manolo que era la cabeza de la casa porque ya el viejo era viejo y le dijo que querían comprarme un coche  los viejos pero que estaban empecinados en que no querian esperar esos años. El vendedor le dijo que eso ya estaba solucionado: “yo te doy mi coche con papeles y vos me das el coche tuyo, después yo lo pongo a mi nombre. Asi fue que compramos el Mercury, un cochaso del año 60 o 61. 
Nosotros teníamos un camión Diamonte pero mi hermano Manolo había comprado un Chevrolet, entonces el Diamonte estaba sin caja y nos subíamos con el chico que criabamos y salíamos con el camión hasta la casa de porota. A los días, un domingo, los puse a papá y a mamá en el auto y había una carrera que venían de Comodoro, yo quería ir hasta al lado de la picada con el auto y escucharla por la radio y mamá no quiso, dijo mamá “dejas el auto acá en lo de Mateo Pascual y nos vamos caminando”. Después fue Daniel a buscar el auto y nos vinimos caminando a la casa.
A los pocos días los lleve a la casa de la familia con la que nos juntábamos los domingos porque los muchachos no iban a cargar a los viejos en el camión para llevarlos a pasear, entonces ellos estaban chochos porque tenían quien los lleve y era yo la que manejaba el auto.
De a poco fui poniéndome en práctica. Un dia fui a Gaiman, pase frente a la escuela y justo estaban saliendo los chicos de la escuela y un chico se quedó parado en la calle, cuando vio el auto puso la mano arriba del capot. En ese entonces estaba de director el maestro Sabina, y él  le contaba todo a Manolo, porque además Sabina era presidente de Gaiman Club y Manolo jugaba al futbol ahí. Otra anécdota de esas es: un dia fuimos a Trelew con mamá y hace poco habian hecho el asfalto y bajamos la bajada de Mangini, iba apurada y justo me lo cruzo Sabino en el camino, le dice a mi hermana “che, llamale la atención a tu hermana, que nosotros veníamos fuerte y ella nos paso como que estuviésemos parados”. Le digo a Manolo: “pero yo venía a 70” y me dice “si, pero a 70 millas”, que es lo mismo que ir a unos 120 km por hora.
Yo era de bailar pero no mucho, a veces iba a los bailes y con mi hermano Manolo. Cuando salíamos así, me tenían de mamá porque le hablaban a la de Bruno, Nancy Musilac, y le decía que si salíamos nosotros e iba yo que si la dejaba salir conmigo al baile. Y a veces íbamos a pic nics también.
Yo iba a la muestra agropecuaria porque iba con Carlitos y lo ayudaba a vender o siempre había una chica que le decía a Carlos de ayudarlo, yo iba de relaciones públicas (se ríe). Me gustaba mucho ir pero ahora no puedo y este año tampoco voy a ir, porque no podemos con Carlitos subir los escalones. Además no hicimos nada este año.
Con Daniel nos casamos en la casa de mamá en 1965, era justo el centenario de la llegada de los galeses a la Patagonia. Y después de ahí nos fuimos a Trelew porque Daniel estuvo buscando un lugar pero no encontró asi que fuimos al Turing Club, en realidad él quería ir a Bahía pero yo no quería viajar en avión, me daba miedo, terminamos yendo a Madryn de luna de miel. Ese año fue que vino Perlotti, él que hizo la estatua de los galeses.
Mis días en la chacra, y bueno, ahora no puedo casi caminar pero yo estoy muy feliz, estoy llena de felicidad. Además tengo un hijo que no creí que iba a llegar a este punto porque él estuvo muy descompuesto y yo lo cuide en la cama y le dije que tenía que ir a un psiquiatra porque tenia un problema  de depresión. 
Ahora él se levanta temprano, prepara el té y todo, desayunamos. Por ahí él después se va a Gaiman y yo me quedó acá en la casa, limpio. Me ayuda para hacer la comida, todo. Tenemos una chica que, a veces, nos ayuda con limpieza, ella es empleada, vecina, amiga, todo.
 

 

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