Regionales

Propio del populismo, poca preocupación por la escuela

Esta película ya la hemos visto y, seguramente, la seguiremos viendo hasta tanto el gobierno nacional y el de la provincia no adopten las enérgicas medidas necesarias para encauzar la educación pública por el camino que en épocas pasadas tuvo el reconocimiento internacional por su excelencia.

Mérito que en algunos países del mundo, donde se lo venera y tiene estatuas, se le atribuye principalmente a Domingo Faustino Sarmiento. No es de ahora, y tampoco es patrimonio exclusivo del gobierno anterior. 
La educación pública, fue «el último orejón del tarro» en el momento que la mayoría de los gobiernos elaboraban sus presupuestos. En el momento que se sintieron obligados a defenderse, los representantes de los mismos procuraron desvirtuar ese generalizado concepto, señalando el número de escuelas que se construyeron durante sus mandatos. Y es cierto, se han construido muchas, pero si se analiza el precio real de las mismas y lo que el Estado pagó por ellas, no necesitaríamos agudizar el ingenio para descubrir el secreto de esa contradicción. De poco valen esos edificios si no están dotados de los servicios necesarios y de los recursos que hoy exige la escuela moderna para la formación de los futuros ciudadanos. Pero de mucho menos valen si los maestros cobran sueldos tan bajos que los obliga a tener más de un empleo para solventar ajustadamente nada más que los gastos de sus hogares.
 Si a ello se suma la innegable politización de inocultable afinidad con el kirchnerismo, no debe sorprender que el desprestigio de la educación pública, es realmente alarmante y demandará un titánico esfuerzo normalizarla. El daño que le hacen a la República esos politizados dirigentes gremiales que, evidentemente, responden a las directivas de la procesada ex mandataria de la Nación que no se resigna al desalojo de la Casa Rosada que creía que era una herencia de su extinto esposo, es tremendo, y las víctimas no solo son los niños, sino también muchos padres que haciendo grandes esfuerzos, optan por mandar a sus hijos a nada baratos colegios privados, donde generalmente se cumplen los ciclos preestablecidos.
 «Los alumnos son educandos y no rehenes de sus maestros. Que nunca el guardapolvo blanco, sinónimo de pureza y de palomas aprendiendo a volar los mejores cielos de la Patria, no se manchen con caprichos teñidos de banderías políticas. Mientras esto no se revierta, el país continuará perdiendo la dignidad y el respeto ante el mundo que observa azorado la decadencia de la educación pública argentina», nos dice desde Gales una gentil dama, de exquisita cultura -Mónica Jones-, oriunda de Gaiman y asidua lectora de «EL CHUBUT», que la mantiene informada de lo que ocurre en el país y especialmente en esta provincia, cuyos problemas vive con la misma preocupación que la que vivimos nosotros.
 Es que no es fácil aceptar resignadamente que aquella hermosa ilusión nacida un 30 de octubre de 1983, se haya convertido en una grotesca caricatura de la democracia porque no todos quienes la representan están a la altura de las circunstancias. Predomina la mediocridad.  
 

 

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