Elida Chasco

Nos costó mucho tener lo que tenemos, por eso lo cuidamos tanto

Nacida en 28 de Julio y criada en Dolavon, hoy nos cuenta su vida transcurrida en las chacras del valle, sus sencillas pero  hermosas anécdotas, la  devoción por su abuelo materno  con el que vivió varios años  y la pasión por el tango que aprendió a bailar desde muy joven. 

por REDACCIÓN CHUBUT 15/03/2018 - 15.53.hs

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Nací en 28 de Julio el 20 de Julio de 1941, mi madre Elena Peruzotti y mi padre Fermín Chasco. Allí también nació mi hermana Nilda Irene. Cuando  yo tenía  tres años,  la familia se mudó a Dolavon, a vivir en  la chacra N° 240 donde nacieron mis hermanos, Osvaldo y Andrés Alberto.
Mis padres trabajaban todo el día en la chacra,  y como yo era la más grande, tenía que cuidar a mis hermanos; por eso, para cuando ellos llegaban, ya había preparado la cena y mis hermanitos ya habían comido.
También  tengo recuerdos de mi abuelo Alejandro Peruzotti desde que tenía tres años,  y de  mis primos. Soy la mayor de los nietos de Peruzotti nos cuenta muy orgullosa. 
Mi abuelo fue uno de los primeros que tuvo viñedos en Dolavon; me acuerdo donde tenía para prensar las uvas, el pagaba en la Comisaria de Dolavon una licencia para hacer el vino, además de vender, los  hacía para sus amigos, los Herrera, los Amaya.
Yo adoraba a mi abuelo, me fui a quedar con él y mis tíos hasta que empecé la escuela, así que conozco todos los noviazgos de mis tíos porque ellos me llevaban a mi cuando iban a visitar a sus novias.

 

RECUERDOS DE LA ESCUELA PRIMARIA
Cuando empecé la escuela tenía casi siete años, iba a la Escuela N° 35 Bernardino Rivadavia, ubicada frente a la estación de servicio de Pierce en Dolavon.
El primer día de clase mi papá me mandó a caballo con mi hermana y él fue atrás en la vagoneta. Nos anotó  en la escuela, y ese mismo día nos quedamos. Elida nos cuenta que desde ese mismo momento, una amiga de la familia, Nieves Paz, y a la cual ella adoraba hizo de mamá, cuidándola y ayudándola en la escuela.
Los inviernos eran muy fríos, hacíamos seis kilómetros hasta el pueblo para ir a la escuela íbamos de a tres a caballo, mi hermana, mi hermano más grande y yo, nos tapábamos con un poncho.
Algunos de mis compañeros fueron Lina Palleres, Atilio Souto, Shirley Brunt, Dora Cre-ttón, y de los maestros que recuerdo, la señora de Fiore, el señor  y la señora Arancibia, el señor y señora Arce, y a la que más adoro de todos y recuerdo con mucho cariño es a la señora Dolores González de Ercoreca, mi maestra de quinto grado.
Lo que se ha perdido de esa época son los actos patrios, como el  25 de Mayo o el 9 de Julio en los que recuerdo, teníamos que desfilar frente al mástil en el pueblo de Dolavon, con pollerita y el guardapolvo bien planchado y almidonado, porque nunca usábamos pantalones, ni siquiera cuando íbamos a caballo a la escuela.
Para ese día, los más grandes teníamos obligación de hacer una composición,  a mí muchas veces me tocó leerla  arriba del palco.
En el año 1950, cuando cursaba el tercer grado, se hizo la Escuela N° 101, recuerdo que  ese año nació mi hermano más chiquito. En ese momento yo  tenía 10 años, y le ayudaba a mi papá antes de ir a la escuela a las ocho de la mañana. Me tenía que levantar  a las cinco de la mañana  a ordeñar las vacas para mandar la leche a Puerto Madryn en el tren; no había luz y  había que tantear la vaca  para ordeñarla (se ríe). Con papá  acomodábamos la leche en los tanques, de allí  él,  la llevaba a la  estación en Dolavon y nosotros nos íbamos a la escuela. Nos costó mucho tener lo que tenemos, por eso lo cuidamos tanto.
Después dejamos de vender la leche para transportar a Puerto  Madryn y se la vendíamos al quesero Antonio Kiitajgrodzki, la última quesería  que se cerró. Uno de sus recuerdos fue lo sucedido  durante el año 1958 donde los chacareros tuvieron que hacer defensas para cuando creciera el río, y mientras ellos levantaban la rivera del río con palas chicas y carretillas, cosa que, hacían durante día y noche las mujeres les llevábamos torta fritas y comida.

 

UNA NUEVA ETAPA DE SU VIDA, LA ADOLESCENCIA Y LOS AÑOS DE SECUNDARIA CURSADOS EN TRELEW
Cuando terminé la primaria, fui durante dos años a estudiar a Trelew al Colegio Nacional. Me acuerdo que hacía 3.500 metros caminando desde mi casa hasta donde pasaba el colectivo, (la famosa chancha) como le decíamos nosotros; la manejaba Ygy Rees y Julio Hompanera, perdía aceite por todos lados (se ríe). Nos llevaba hasta Gaiman y allí tomábamos el tren para llegar a  Trelew. Me costaba mucho porque volvía de noche;  cuando podía, mi familia  me iba a buscar en vagoneta hasta la ruta, por eso  a los dos años abandoné.
Pero seguí ayudando en la chacra. Con mi hermana,  emparvábamos y engavillábamos;  por eso digo yo, que aprendimos a bailar el tango entre  los surcos de papas y las gavillas de pasto, porque cantábamos y bailábamos en el potrero,  recuerdo que mi papá nos quería enseñar a bailar en la casa y a mí me daba vergüenza, me tiraba abajo de la mesa, pero hoy estoy arrepentida porque él era muy buen bailarín, igual que mi mamá; mi hermana si aprendió.
La primera vez que fui a un baile fue en el Club Dolavon, estaba disfrazada,  porque era época de carnavales; me acuerdo que Pedro Martínez me sacó a bailar una milonga.  
Para las fiestas patrias también se hacían bailes; siempre íbamos con papá y mamá, en la vagoneta, salíamos con los rulos muy lindos y llegábamos al baile con unas chusas.

 

SUS COMIENZOS COMO MODISTA
A los 18 años comencé a estudiar corte con las hermanas Castro, quienes me hicieron el traje de casamiento y el de mi hermana. Fui durante diez meses, porque quería arreglar la ropa que nos hacía una señora. Al mismo tiempo iba aprender  con la señora Clementina Aranda de Strobell  bordado a máquina, lo que me ayudó mucho porque con el tiempo fui modista. Aún hoy por ahí le hago otra vez un poco a la aguja. Concursé en las distintas exposiciones con labores o tejidos. También dicte clases de corte en la Escuela n° 125 de Bethesda, y en la escuela de Dolavon.
Prueba de sus bordados, son los hermosos tapices que se pueden ver en su living, los cuales bordó mientras se hacía la quimioterapia (nos cuenta su esposo Braulio, orgulloso al ver la fortaleza de Elida).

 

COMO CONOCIO A SU AMOR 
A mi esposo Braulio Vicente lo conocí en un  baile pero según me contaron; ya me había tirado el ojo cuando esperaba el colectivo para ir a estudiar a Trelew. Pero nos cuenta Elida que las vueltas de la vida llevaron a que su padre y el de Braulio se conozcan ya desde jóvenes y cuando eran solteros,  porque su papá trabajaba en petróleo y el padre de él fue hacer el servicio militar a Comodoro Rivadavia. 
Empezamos  a salir de novios, si no salía con él no salía, en aquel tiempo, ya prácticamente estabas casada. Estuvimos siete años de novios y nos casamos el 3 de Julio de 1965 en el salón del club de Dolavon, tenemos cuatro hijas, Graciela, Bety, Olga y Mónica y siete hermosos nietos Martin, Florencia, Agostina, Lucía, Federico, Solana y Geraldin.
Entre un centenar de fotos, Elida conserva también la de la moto con la que su esposo sabía ir a buscarla cuando noviaban, aunque dice que al principio lo hacía a caballo (riéndose).
Dios quiso que se conocieran y unieran sus caminos definitivamente en Dolavon, hoy disfrutan juntos de la vida, saliendo tres veces por semana como dice Braulio, reuniéndose con sus amigos de la Peña para compartir algún asado o para bailar los acordes de algún tango o milonga que los lleva a rememorar aquellos años de juventud. 

 

Carina Andrea Pugh.

 

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