Regionales

Por la muerte de la oclocracia y el nepotismo doblan las campanas en Chubut

Un aire fresco se expande por todo el territorio chubutense en estos momentos. Un fuerte viento se ha levantado y se ha llevado la sucia lona que ocultaba una nauseabunda basura acumulada en una docena de años de gobiernos caracterizados por el generalizado concepto imperante en países de dudosa calidad cultural, «que roban pero hacen».

Pero, en nuestra provincia robaron más de lo que hicieron. No obstante, los infaltables genuflexos, aplaudidores a destajo, y funcionarios de bisagras bien aceitadas en la columna vertebral, con una supina ignorancia de la historia democrática del Chubut en algunos casos, y en otros con el afán de halagarse los oídos siempre prestos a las lisonjas del líder, aseguraban con llamativo desparpajo, que el suyo había sido el mejor gobierno que tuvo la provincia desde 1958. La única verdad es la realidad, es una frase que con frecuencia repetía Perón. Y hoy es realidad, nos muestra con singular claridad y con evidencias incontrastables que, -como decíamos en una nota anterior-, no todo lo que brillaba era oro en ese prolongado lapso de los gobiernos dasnevistas que ahora debe completar Mariano Arcioni, que cual hábil malabarista oscila entre un pasado que lo compromete y la disyuntiva de sumarse a la enérgica y profunda investigación de los graves hechos de corrupción y abusos de Poder de quienes compartieron con él, importantes funciones públicas. Media docena de ellos ya están con seis meses de prisión preventiva y un lote nada menor, en la lista de espera.
La oclocracia y el nepotismo, se había instalado en la provincia con intenciones de quedarse, pero nada es eterno en la vida. Y hoy puede decirse que en su territorio doblan las campanas anunciando su muerte. El nunca más, también parece haber llegado para los movimientos populares, que han sido los responsables de la decadencia argentina, como lo han sido también en otros países de nuestro Continente.
La olla, que durante tantos años estuvo herméticamente cerrada, se ha destapado y la podredumbre de su contenido ha dejado visibles manchas, no solamente en quienes ya están siendo juzgados, sino también en muchos que aún están en funciones. Como también en muchos intendentes municipales del mismo signo político, que ahora pretenden aparecer como sorprendidos por el escándalo desatado, cuando con su silencio y, seguramente por complicidad en muchos casos, miraban para otro lado. Como diría un paisano, «se hacían los distraídos como perro que tiró la olla». Seguramente que a los que la Justicia no juzgue, los juzgará el pueblo en las próximas elecciones.

 


 

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