Regionales

Se cree que si Correa habla el futuro del Chusoto es incierto

En los corrillos políticos de la Provincia, como consecuencia del escándalo protagonizado por funcionarios del gobierno dasnevista y continuando con el de Arcioni, y que ha inundado su territorio de las más diversas versiones y conjeturas, muchas de difícil confirmación, como -por ejemplo- el adelantamiento de las elecciones, generalmente se coincide que si Diego Correa, a quién se sindica como jefe de la banda de saqueadores de los dineros del Estado, se decide a hablar cuando esté frente al juez que lo juzgará, no solamente arrastrará en su caída a muchos funcionarios, ex funcionarios, intendentes municipales, empresarios, sindicalistas y profesionales, que poniendo cara de «porqué a mí me miran», se han sumado alegremente al nutrido coro que lo están destrozando sin piedad, sino que también se acuerde del Chusoto, é involucre a su creador, con cuyo entrañable protección contaba desde aquellos tiempos que administraba la Aduana Nacional.
 Fundamentan esa presunción que no irá a sentarse en el banquillo de los acusados con la intención de recitar poemas de Machado, sino la de vomitar todo el odio acumulado en sus días de encierro, por la deslealtad de quienes en busca de favores acudían a él cuando «el hablá con Correa», era parte de un código no escrito pero de cumplimiento obligatorio. Como lo era en Santa Cruz, el «hablá con De Vido», durante el gobierno kirchnerista.
Hasta ahí todo bien, pero permítasenos este simple análisis: si es cierto, como dicen sus familiares y allegados, todo eso ocurrió cuando Das Neves, como consecuencia de su grave enfermedad había perdido el control del gobierno, cómo se explica que quienes siempre lo rodearon con fidelidad canina, no le advirtieron que su protegido, cuasi un hijo dilecto, lo estaba «pasando como alambre caído», diría un paisano.
Del pecado de la deslealtad a quien le declamaran lealtad, no están exentos. Hoy seguramente muchos de ellos se sentirán con cierta responsabilidad y tendrán remordimientos de conciencia. Pero demasiado tarde para lágrimas.

 

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