WALTER GUILLERMO SISTERNA

“La vida también te da revancha, más allá de todo lo pasado, me regaló dos soles que son mis hijas y un solcito que es mi nieto de dos años”

Al llegar a su casa nos recibió muy amablemente con un mate; nobleza y sencillez típica de un hombre de campo y el cual ha tenido que pasar por muchas situaciones que la vida le ha proporcionado, algunas buenas y otras no tanto. Es así como, mate en mano Walter comenzó a relatarnos parte de su historia. 

por REDACCIÓN CHUBUT 04/04/2018 - 16.47.hs

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SU INFANCIA EN EL CAMPO Y LA LLEGADA A DOLAVON
Nací en Trelew el 20 de agosto de 1963, pero viví hasta los cinco años en el campo, en la zona de Bajada del Diablo junto a mi padre Guillermo, mi madre Teresa Frasquelli y mis hermanos, Héctor, Norma, Roberto, Raúl, Hugo, Lidia Raquel, Aldo, María Rosa y Marcela. 
De aquellos años recuerdo  el andar a caballo, o juntar los animales en las señadas,  y  que cuando llegaba la máquina de esquilar era todo un acontecimiento porque nunca se veían vehículos en esa zona. Durante la esquila disfrutábamos de los clásicos mate cocido que se hacían en ollas grandes con las bolsas de yerba adentro y que después nos servían con un cucharon. 
Con los años nos trasladamos a la zona de Bethesda; mis hermanos Roberto, Raúl, Hugo y yo íbamos a la escuela a caballo, hacíamos 5 kilómetros para poder llegar en pleno invierno con nieve y hielo, sabíamos cruzar con los caballos por las lagunas y no se hundían.
Después vinimos a vivir a Dolavon, allí terminamos la primaria en la Escuela nº 101 y como en casa no teníamos recursos para continuar estudiando salimos a trabajar.
Comencé ayudando al señor Hermida en trabajos de albañilería y con 15 años entre a trabajar en la fábrica de Fibrasur, allí limpiaba las rueditas de los carros.

 

EPOCA DE CUMPLIR CON EL SERVICIO MILITAR Y UNA EXPERIENCIA QUE MARCARIA SU VIDA PARA SIEMPRE 
A los 18 años comencé el servicio militar incorporándome el 01 de febrero de 1982 al Regimiento de Infantería 8 en la ciudad de Comodoro Rivadavia. Allí hice el periodo individual en Astra durante un mes y medio en la compañía de comando. 
Al finalizar se hizo una competencia para evaluar lo que habíamos aprendido, como nuestro grupo fue el ganado, nos dieron diez días de vacaciones (fines de marzo).
Cuando volvimos al regimiento ya se estaban por tomar las Islas Malvinas. De esta manera, el 06 de abril nos llevaron a las Islas; llegando a Puerto Argentino una tarde lluviosa como fueron casi todos los días en Malvinas. Recuerdo que eran las cinco de la tarde y ya estaba oscureciendo, nos dejaron en unos galpones grandes y después nos trasladamos con la compañía a Bahía Fox; para nosotros (Bahía Zorro). De los 14 ex combatientes que hay en Dolavon la mayoría estuvimos allí.
Durante el tiempo que permanecí en las Islas, mi función era de camillero. La primera tarea fue armar la trinchera sobre un terreno durísimo y casi sin herramientas, pero cuando la terminamos llegó una orden de los superiores donde teníamos que trasladarnos, por lo que debimos hacer todo nuevamente. Después no quedo más que esperar, hasta que llegó el bloqueo aéreo.
Con los días, todo se fue agravando, debido al congelamiento y sobre todo la falta de comida. Hacía guardia cada dos días, y cuando había medicinas debía colocar inyecciones a los heridos. Ver chicos con principios de congelamiento, o intoxicaciones por comer vísceras de las ovejas carneadas fueron algunas de las cosas que no se olvidan jamás. 
Recuerdo que antes de que llegaran los ingleses pensábamos en hacer una balsa y escaparnos, “cosa de chicos”.
Los ingleses estaban más o menos a 30 kilómetros de nuestras trincheras y por las noches no descansábamos escuchando los bombardeos. Nos refugiábamos en las trincheras, pero como estaban todas mojadas por el agua de las lluvias, muchos se congelaban o se enfermaban de neumonía y si salíamos de ellas corríamos el riesgo de ser alcanzados por las esquirlas.
Después llego la rendición, cuando escuchamos que se habían rendido en Puerto Argentino, en las otras zonas también sucedió lo mismo.
A los que pertenecíamos a enfermería nos daban un brazalete con la cruz roja y supuestamente no te podían disparar ni uno tampoco, inclusive debíamos ayudar al enemigo que estuviera herido.
Los superiores nos recomendaban que hiciéramos caso en todo lo que decían los ingleses, algunos se deshacían de las tiras para hacerse pasar por soldados; porque decían que iban a tener otro trato. 
Nos llevaron en lanchas de desembarco en un barco chico, todos pensábamos que esa noche nos tirarían al mar. De ahí nos trasladaron a otro barco, con el que llegamos a Puerto Madryn el 18 de junio y a la base de Trelew. 
Allí, recuerdo que los superiores volvieron a usar sus jerarquías y nos dieron un “baile” por estar juntando pan en la base. 
Luego estuve como ayudante de cocina en la ciudad de Comodoro Rivadavia hasta que el 18 de agosto me dieron la baja.
Pero la lucha de Walter no solo se dio en Malvinas, tanto él como sus compañeros excombatientes debieron seguir luchando, no solo con la falta de contención psicológica.
En su caso personal volvió a trabajar en la fábrica hasta el año 1988 donde ingreso a Vialidad donde se jubiló.  Formó su familia, y hoy tiene dos hijas Tamara y Betiana, y su nieto de dos años.
 Y dice: “Los excombatientes de Dolavon, estamos agradecidos a la población de la localidad por el respeto y el cariño que tienen con nosotros.”
Somos los padrinos de la Escuela Nº 101 y concurrimos cada vez que hay un acto, y recibir el cariño de los chicos nos llena el corazón.
Este es el cuarto año que se realiza la vigilia para recordar a los Caídos en Malvinas, la gente nos acompaña con gran respeto y cariño. 
Y a pesar que hoy en día la sociedad ha perdido mucho el respeto por las fechas patrias, los excombatientes debemos decir que siempre que hacemos las vigilias sucede todo lo contario, se canta el Himno, pero con respeto, (se emociona). 
El mensaje que le dejamos a los niños es que estudien, porque la mejor arma para recuperar las Islas Malvinas es una buena formación, para hacerlo de forma diplomática. 
  
Andrea Carina Pugh.          
 

 

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