Regionales

Respetar la investidura

Respetar la investidura de quien ocupa una función pública porque así la mayoría de un pueblo lo decidió mediante el voto secreto y obligatorio, es una obligación no escrita, pero democráticamente aceptado en todos los países civilizados.

Ese hombre o esa mujer, desde el Poder está representando a muchos ciudadanos. Todos los agravios que se le hacen a ese hombre o esa mujer, también son agravios para esos ciudadanos. Se les falta el debido respeto. No son responsables de los errores cometidos por quienes eligieron. Son también generalmente sus víctimas.
Traemos a colación ésto, porque en los últimos meses han recrudecido las críticas, preñadas de inconcebibles agravios, a quien por imperio de la Constitución está ejerciendo el gobierno del Chubut, como consecuencia del fallecimiento de Mario Das Neves. Que el escribano comodorense, Mariano Arcioni, ha perseverado en la comisión de no pocos errores, no hay duda alguna. Y que han sido justas las recriminaciones que con frecuencia se le dieron, tampoco hay duda alguna. Pero, en ensañamiento de muchos que fueron sus aliados, incluidos importantes dirigentes del movimiento popular que representa y que, aunque defraudados, guardaron piadoso silencio cuando el ex mandatario fallecido lo eligió, entre gallos y medianoche, para que integrara la fórmula con la que obtuvo su tercera reelección, ha alcanzado ribetes tan aborrecibles que todo hace suponer que el espacio que la cultura ocupa en la personalidad de sus protagonistas, es muy pequeño. Casi imperceptible.
No ha sido bueno el camino que han elegido si quieren el afianzamiento de la Democracia. No será con esa deleznable actitud que los ciudadanos dejen de pensar que los partidos políticos dejaron de ser la columna vertebral de la misma. Su inutilidad es manifiesta. No será así, que dejarán de pensar que todos los políticos son iguales. Que aprovechan las necesidades ajenas para enriquecerse. Que pagan justos por pecadores, es cierto. El malhumor es tanto que no hacen distingos. Incluyen todos como destructores de un sueño que nació un 30 de octubre de 1983. El concepto imperante es ese. Sin embargo, puede revertirse. La Democracia tiene sus propios remedios. Solamente es necesario que el pueblo no baje los brazos y abandone la resignación. Debe saber que sus enemigos están al acecho. Mañana puede ser tarde. Demasiado tarde para lágrimas. La experiencia de 1976 está demasiado fresca como para olvidarla. Costó mucho dolor la recuperación de la Democracia. Cualquier esfuerzo que se haga para mantenerla será poco.
 

 

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