Regionales

Si en el 2019 no elegimos en la Provincia mejores legisladores, que Dios nos proteja

¿Qué nos ha pasado a los chubutenses que con nuestros votos hemos llevado a nuestra Cámara de Diputados a quienes la han confundido con una cancha de fútbol y convertido sus bancas en tablones de tribunas donde, generalmente, desaforados hinchas exteriorizan sus pasiones con gestos y expresiones verbales de una grosería realmente alarmante?

Lo ocurrido recientemente en una sesión de la Legislatura donde se trataban cuestiones vinculadas con la grave situación económica en la que está inmersa la Provincia, realmente nos avergüenza. Ver la patoteril actitud de algunos exaltados representantes del pueblo, enfrentando a quien presidía la sesión, o escuchar la bajeza del vocabulario que empleaban cuando se referían a un alto funcionario del gobierno provincial, superaba lo imaginable.

 

Afortunadamente es una minoría, pero una minoría de esa mediocridad y mala educación le hace mucho daño a una institución emblemática de la democracia. Y una ofensa para la mayoría que la integran, donde hay hombres y mujeres que están a la altura requerida por tan noble función que, sin duda alguna, se avergonzarán de los colegas que la deshonran.

 

Si los jóvenes y también los no tan jóvenes, se decidieran un día a leer los Diarios de Sesiones de las Legislaturas anteriores, es probable que piensen que se han equivocado de provincia. Que esas publicaciones pertenecen a otras, con muchos años de ejercicio de la democracia y con una cultura cívica consolidada. En la comparación con las últimas Legislaturas y muy especialmente con ésta, la diferencia es abismal. La calidad ha tenido una caída estrepitosa. La mediocridad, como diría un burrero, ha superado por varios largos al talento.

 

Es probable que no falte quien suponga que aquellas Legislaturas estuvieron integradas por hombres y mujeres con estudios superiores. Nada más incierto. Estuvieron integradas por profesionales, empresarios, ganaderos, agricultores, sindicalistas y obreros, pero la buena educación y el respeto recíproco afloraba, por tensa y vehemente que fueran las discusiones donde cada uno exponía su posición. Eran códigos no escritos pero que todos cumplían. No había insultos ni agravios. Esa conducta estaba en todos.

 

En quienes habían tenido la suerte de pasar por una universidad y en los que no la tuvieron y se doctoraron en la universidad de la calle, que no dará títulos pero sí los conocimientos necesarios para desempeñarse dignamente en la vida.
Pero, frente al lamentable espectáculo dado por ese desubicado grupito de desbocados legisladores, bueno es recordar que en toda democracia la responsabilidad de lo que ocurrra en el país donde impera, es de los ciudadanos que eligen a quienes serán sus representantes en el Poder. De manera que si personajes de esa calaña aparecen en importantes funciones públicas, no es porque el viento los llevó, sino que los llevaron sus conciudadanos.

 

Por lo tanto, la solución está en sus manos. Por el bien de la Provincia habrá que elegir a los considerados realmente capaces y no a los que los caudillejos de turno proponen. Para sus familiares, amigos y punteros políticos siempre puede haber lugar en la Administración Pública, pero donde no hagan daño.
En las próximas elecciones se tendrá la oportunidad de levantar la puntería. Es una exigencia de las futuras generaciones.
 

 

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