Hacer obras aunque las inauguran otros

Nunca ha cobrado tanta vigencia como en estos difíciles momentos que están viviendo buena parte de los habitantes del Chubut, la frase del historiador estadounidense, James Freeman Clarke, cuando sostenía «que un político piensa en las próximas elecciones, y un estadista en las próximas generaciones». 

El grave problema de Comodoro Rivadavia, como la carencia de agua potable en muchas de las poblaciones, como así también los estragos que la naturaleza hizo en muchos campos de la provincia, pusieron al descubierto en algunos casos, la falta de previsión del Estado, y en otros a la precariedad de las medidas adoptada, como así también, -porqué no decirlo-, a la irresponsabilidad en la construcción de obras vitales en las que ha sido evidente el «ahorro» de materiales adecuados que garantizaran su persistencia. 

 

Puentes y caminos destrozados nos eximen de mayores explicaciones. Esto, por una parte. Por la otra y esto es lo más grave, es que no se han proyectado obras esenciales, reclamadas desde hace muchos años y cuya construcción también demandarían muchos años y, por consiguiente, su inauguración podría ocurrir que no la celebrara el gobernador que la inició, sino otro. Y lo peor que le podría pasar al que termina su mandato, es que la cinta la cortara un representante de un partido opositor, porque si hay algo que identifica a muchos de quienes pasaron por el gobierno provincial, es la obsesión por cortar cintas. Al punto que es posible que ni bien asumen, se hayan hecho fabricar una tijera «apta para el bolsillo del señor o de la cartera de la señora», como diría un vendedor ambulante en los medios de transporte.

 

Cada cincuenta kilómetros de una ruta que se asfalta, es una cinta que se corta. Desde el cimiento de un edificio público que se construye, la tijera no tuvo descanso. Y ni que hablar si se trata de un puente. Las cintas empiezan a cortarse cuando se elige el lugar, continúa con la instalación de los pilotes y culmina con su inauguración, aunque aún no esté autorizado su tránsito. 

 

En estas frecuentes ceremonias, donde nunca falta el Himno Nacional que algunos funcionarios, -los menos-, entonan enfáticamente sus estrofas, otros simulan hacerlo porque han olvidado la letra. Como tampoco faltan los aduladores y aplaudidores a destajo, cuyas filas se irán raleando a medida que descubran que no han entrado en las listas de las próximas elecciones.

 

En tanto y en medio de este convulsionado momento que directa o indirectamente estamos viviendo los chubutenses, recién ahora se habla de las grande obras que si se hubieran realizado cuando el pueblo empezó a reclarmarlas, el desastre producido por la naturaleza se habría evitado. O al menos, atenuado. 

 

Demasiado tarde para lágrimas. Y demasiado preocupante que en estos momentos se esté discutiendo quienes manejaran los fondos que el Estado nacional ha destinado para el Chubut. La experiencia que tenemos de casos análogos nos obliga a estar alertas. Decía P.J.Rourke, columnista de la revista Rolling Stone, que «cuando los políticos se acostumbran a asignar recursos, los recursos siempre acaban siendo asignados a los políticos».

 

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