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Lo que los militares del 55 no lograron Cristina lo intentará

Como si hubiera pasado por las aguas del Jordan y lavado todos los «pecados» que se le atribuyen, muchos de los cuales están prolijamente enumerados en el Código Penal y en los que la Justicia considera que estaría comprendida por la importancia de las pruebas acumuladas, como también lo están ex funcionarios suyos que ya hace tiempo están entre rejas, y otros que por similares motivos están en la sala de espera con el pedido de eximición de prisión en el bolsillo, la doctora Cristina Fernández de Kirchner presidió un multitudinario acto en un estadio deportivo de la provincia de Buenos Aires y declaró formalmente constituido un nuevo partido político que se llamará «Unidad Ciudadana».

Lo que marca su divorcio definitivo con el peronismo, bajo cuyas influyentes banderas ejerció la Presidencia de la República en dos períodos consecutivos y uno su fallecido esposo. 
«La ingratitud es hija de la soberbia», decía Miguel Cervantes de Saavedra. En el acto de referencia fue la única oradora y en su largo discurso repartió críticas a diesta y siniestra y enfatizó en la necesidad de que los argentinos deben unirse. No aclaró si entorno suyo, o en defensa del país. Aunque muchos que conocen su tortuosa personalidad, donde la prepotencia y la soberbia ocupan espacios similares, se inclinaron por lo primero. De ese trascendente hecho político, pueden sacarse varias conclusiones pero, seguramente, entre las más coincidentes está el error de negarle protagonismo en las próximas elecciones. Evidentemente sigue contando con la adhesión de importantes sectores de la sociedad. Aunque también análogas coincidencias existen con relación a su propósito de destruir al peronismo.

 

El sistemático reemplazo de Perón y de Evita en la mayoría de sus discursos cuando estaba en la Casa Rosada y reemplazarlo por Héctor Cámpora, que no era santo de la devoción del legendario caudillo militar, era un claro anticipo de que no tardaría en blanquear su ideología, que estaba a años luz de la sustentada por el peronismo con el cual había logrado mimetizarse para llegar a la Presidencia de la Nación. No se sabe cuál será el futuro de «Unidad Ciudadana», pero sí sabemos que su inocultable propósito de convertir al peronismo en una cuestión del pasado, tiene un seguro destino de fracaso. Alcanza con un ligero repaso de su historia para comprobar que sobrevivió a la cruenta persecución de los militares que en 1955 derrocaron a su fundador y líder irreemplazable. Sus dirigentes y muchos ciudadanos por el simple hecho de ser militantes, conocieron cárceles, torturas, vejaciones y hasta fusilamientos. Nada de eso, ni las prolongadas prescripciones sirvieron para que arriaran la bandera partidaria.

 

Es que tiene profundas raíces en el pueblo, como también lo tiene el radicalismo, que vivieron similares vicisitudes en distintas épocas de la historia nacional. Ambos, con sus aciertos y errores, lucharon por el progreso del país y cuando dejaron el Poder no se hicieron asiduos concurrentes a los Tribunales por acusaciones de corrupción, como ocurre ahora con quienes ocuparon la Casa Rosada desde el 2003 hasta que fueron desplazados por el actual gobierno.

 

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