Regionales

La valoración de las prioridades

En todas las situaciones de la vida, sea en el campo que sea, existen prioridades. Algunas veces podemos en forma directa tomar determinaciones y en otras dependemos de terceros que deben extremar los recaudos para no confundir los objetivos y obrar correctamente.

Esto ocurre en la vida pública también donde un gobierno, en representación de los intereses del Estado, es el que debe adoptar las mejores medidas para el beneficio del conjunto. Se denomina el bien común. Aunque parezca utópico se gobierna o debe gobernarse para el bien común. Precisamente, uno de los actos fundamentales que tenemos en una democracia, el del voto, para poder elegir a nuestro gobernador y diputados, es cuando deberíamos hacer un balance para determinar que es lo que ha ocurrido en el pasado. En síntesis si se ha gobernado para el bien común. Allí definimos la continuidad o no de aquél o aquellos que, precisamente, han tenido la administración de la cosa pública.
 Hoy observamos la discusión en nuestra provincia del desdoblamiento de las elecciones. Ello significa que en el año 2019 tendremos en un tiempo elecciones en el ámbito provincial y, en otro tiempo, en el ámbito nacional. Las estrategias de algunos dirigentes políticos se ha puesto en juego, seguramente en lo que más les conviene para los intereses partidocráticos, o del manejo del poder y, tratando de lograr los justificativos con argumentos constitucionales y jurídicos, pretenden lograr la solución. Independientemente de lo que podamos decidir en su momento, es interesante hacerse la siguiente pregunta. El desdoblamiento de las elecciones ¿es una prioridad? Yo entiendo que no y desde varios puntos de vista. Uno de ellos sería el costo de la operatoria que, dado lo que nos han dicho de las arcas provinciales, nos estaría generando un gasto que, teóricamente, no estaríamos en condiciones de afrontar. Si se está requiriendo ayuda para el pago de los aguinaldos de los empleados estatales, cualquier monto que se le quiera afectar a las elecciones provinciales, por el desdoblamiento, sería carísimo e innecesario. También es posible hacer un cálculo de qué podríamos hacer con el dinero que se pretende presupuestar para  la elección. Por ejemplo afectarlo al trabajo en caminos del interior, que requieren los pobladores. Creo que nos alcanzaría para poder pagar el combustible y la reparación de alguna máquina de vialidad provincial. O la terminación de algunas viviendas que han quedado paralizadas y parcialmente construidas por falta del final de obra o detalles de construcción. O la incentivación para actividades productivas con créditos blandos, que podrían canalizarse por intermedio del Banco del Chubut S.A. En fin, tantas actividades que son prioridades en nuestra provincia y que, hoy por hoy, están abandonadas a su suerte. Otro tema, y relacionado a los padrones, es la injusta forma de dejar fuera del sistema electoral a tantos jóvenes que bien podrían ser incluidos para las elecciones de agosto u octubre pero nunca para las de abril o junio. Si hemos ampliado el ámbito de derechos no sería de buen administrador cercenarlos por intereses relacionados al poder, cualquiera sea las intenciones que los animen. Pero otra cuestión, sobre la que también creo vale la pena reflexionar, es que podría ocurrir luego de las elecciones provinciales. Hay que tener en cuenta que, desde que estas se celebren y exista un ganador, varios meses faltarían para la entrega del poder. La experiencia no es muy alentadora en tal aspecto, habida cuenta que si el que gana es otro, y no es el administrador actual, poco importará la gestión durante seis meses. Los atrasos en las determinaciones serán evidentes y dejarán serias secuelas. El pasado demuestra la falta de acompañamiento para la entrega ordenada y normal de un gobierno a otro partido político. Expedientes que desaparecen en las reparticiones públicas y ministerios, trámites que no siguen los caminos que marca el derecho administrativo, y varias cosas más, lo que podría significar  juicios en contra de la Provincia que, en definitiva, pagamos las víctimas, o sea nosotros que somos los electores.
Lo que trato de decir en consecuencia es que el desdoblamiento de las elecciones, más allá de la acción y de la reacción, no es prioritario ni oportuno y que, en vez de traernos beneficios, nos llenará de dificultades. Si el administrador no fue infiel seguramente ganaría en una u otra. ¿Para qué  apurarse entonces? 
 

 

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