Regionales

Si después de esto no aprendemos a votar nuestro destino es incierto

El peor momento de su historia lo está viviendo el Chubut en estos momentos. De esto no hay ninguna duda. Un gobierno que se autocalificaba como el mejor que tuvo la provincia, en sus sesenta años de democracia, está actualmente transitando un tortuoso camino que, de probarse los graves cargos de corrupción y abuso del poder que se están investigando, no extrañará a nadie que en el futuro se convierta en el peor de todos. Pero ese título será compartido también por otras provincias.

Especialmente en la cercana Santa Cruz donde en el 2003 Néstor Kirchner puso en marcha la topadora con la que empezó la destrucción de la República. Destrucción que a su muerte continuó su viuda, Cristina Fernández, que en estos momentos tiene en su cartera la eximición de una prisión para la que ha hecho sobrados méritos. Por menos, Lula ya está entre rejas. 
Es qué «él roba pero hace», parece que está perdiendo vigencia. En nuestra provincia se había instalado como una verdad absoluta. No solamente lo decían quiénes integraban la enorme masa de empleados públicos, muchos de ellos sin funciones determinadas, pero sí con suculentos sueldos, y esa no menos menor masa que no estudiaba ni trabajaba, pero que vivían tranquilos con esclavizantes subsidios y con algún ingreso por participar en scraches a quiénes no comulgaban con el oficialismo, ó en apoyo de enriquecidos sindicalistas. También esa lapidaria frase, que ponía de manifiesto el grado de nuestra indetenible decadencia, la escuchábamos con frecuencia, lamentablemente con demasiada, en hombres y mujeres de elevado nivel cultural a quiénes, los que no tuvimos la suerte de conocer una universidad, siempre creíamos que serían los que marcarían el rumbo de la Nación. Cualquiera sea el resultado de la investigación que se está haciendo, la condena popular alcanza en mayor o menor medida a la mayoría de quiénes tuvieron importantes funciones públicas desde hace quince años. 
La gravedad de los hechos por los que hay siete presos y mucho más con la misma posibilidad, fueron hechos a la vista de todos. De manera que, quiénes ahora «se florean con gambetas» -como dice el tango- para desligarse del Chusoto, resultan poco, mejor dicho, nada convincentes cuando alegan inocencia y no pierden la esperanza que un manto de piadoso olvido, les permita seguir prendidos del presupuesto Estatal, del que buena parte ha quedado en sus cuentas personales, en suntuosas mansiones y en automóviles de alta gama. Pero sí algo que debe reconocerse a estos vilipendiados personajes, responsables que a los empleados públicos se les pague el sueldo escalonadamente, que falten medicamentos en los hospitales, que cierren comedores escolares, que no haya luz, gas ni agua en muchos pueblos del interior, es que no han ocultado lo que han robado. Lo exhiben como si lo hubieran obtenido con el sudor de la frente, ó por la herencia de quiénes sí lograron una buena posición económica como fue el caso de los que vinieron de todas partes del mundo y con sacrificios de toda índole, poblaron la Patagonia. No son pocos los que ven en ese obsceno exhibicionismo, una cruel humillación a los incautos ciudadanos que están obligados a votarlos para llevar un cacho más de pan a sus humildes mesas. Pero, claro, se les inflama el pecho cuando hablan de las injusticias sociales. Si esto no es hipocresía, que vengan los sabios a explicarlo. A estos payadores sin guitarra los venimos escuchando desde hace ochenta años. Los une un concepto de lo nacional y popular que ha sido nefasto para el país.
El oportuno despertar de la Justicia al poner en evidencia que no todo era oro lo que brillaba en la Provincia, es de una singular importancia porque seguramente servirá para que el pueblo reflexione y asuma la responsabilidad que tiene en toda sociedad civilizada. La basura que se ha encontrado en la lujosa alfombra que la ocultaba, debe ser barrida por todos si realmente queremos que la Provincia en otras manos, en la que la prioridad debe ser la explotación inteligente de sus recursos naturales y la duplicación del presupuesto de la educación pública, en muy poco tiempo pueda convertirse en la más próspera del país. Pero, repetimos, depende de nosotros. Y esta es la oportunidad de hacerlo. Una pesada lápida debe ponerse sobre una larga etapa que nos avergüenza, aunque todos por acción ú omisión, hemos sido responsables.
El camino lo abrió la Justicia, a nosotros nos corresponde asfaltarlo. Si no lo hacemos, el reproche de las futuras generaciones lo tendremos asegurado. Las urnas nos dirán el año que viene, si aprendimos la lección. Si no se hace, nuestra inteligencia estará en dudas. El talento no puede ser vencido por la mediocridad.

 

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