Regionales

Habría que preguntarle al radicalismo cómo terminaría la desocupación

En nuestra provincia, la desocupación y la pobreza, a lo que, como lógica consecuencia se le suma un analfabetismo realmente alarmante, es similar a lo ocurrido en naciones que han sufrido cruentos enfrentamientos bélicos, sin duda alguna. Pero afortunadamente, ése no ha sido nuestro caso.


Nuestros conflictos derivaron en la intervención de las Fuerzas Armadas en la conducción del país, y de la inoperancia e impericia de la mayoría de quienes ocuparon la Casa Rosada desde la vigencia de la Ley Sáenz Peña que impuso el voto secreto y obligatorio. Cuando la demagogia y chauvinismo servía -y sigue sirviendo- para cosechar votos en los sectores donde la más espantosa y humillante miseria nos reprocha sin piedad nuestra incapacidad para sacar a la superficie las enormes riquezas naturales que el país tiene, y terminar definitivamente con esos flagelos, cuya existencia nos avergüenza ante un mundo que no se explica que teniendo esos medios, todavía haya gente buscando comida en los basurales. Somos el hazmerreír del Universo.
La República Argentina, en lo político, social y económico está pasando por el peor momento de su historia, y el Chubut no es una excepción. Al contrario, es un límpido espejo de esa cruel realidad. Tanto en los aspectos apuntados, como en materia de corrupción. Pero los partidos tradicionales parece que aún no lo han advertido y alegremente, con una inconsciencia alarmante, parecen estar más preocupados por la vida de las largatijas en Vaca Muerta que por la extracción del petróleo -evidentemente la tilinguería tiene patente internacional-. Y el concepto de una supuesta afectación ambiental es usado para oponerse a la explotación de la minería. El radicalismo, de una olvidada rica y fecunda trayectoria también en la Patagonia, ha radicado esa oposición sumándose al kirchnerismo y a una izquierda antinacional y violenta. Pero hasta ahora, faltando muy poco para las elecciones, no ha dicho cuáles son sus planes para terminar con la desocupación, con la pobreza, con el analfabetismo. No lo dice, porque no los tiene. Su objetivo es seguir transitando por los trillados caminos que nos condujeron a esta situación. No se modernizan. No han tenido el coraje civil de romper amarras con un pasado de frustraciones. No han advertido que el mundo ha cambiado. Y así les ha ido.

 

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