Regionales

Hoy se mira al candidato y no a quien lo propone

En el país todo, como también ocurre en nuestra provincia, el desprestigio de los partidos políticos, ya sean los tradicionales como los nuevos que han aparecido últimamente allá como acá, ha sido tan acelerada su decadencia que solamente un milagro podría revertir el desprestigio que los envuelve.

Recuperar el prestigio que tuvieron cuando eran considerados los pilares básicos de la Democracia, porque a través de ellos el ciudadano expresaba preocupaciones e inquietudes que luego llevarían al poder los elegidos en elecciones internas y sometidos al veredicto del pueblo, habría que ser excesivamente optimista para suponer que podría suceder. Son cáscaras vacías a merced del viento. Y en cuanto a los partidos que desde 1946 se han alternado en la ocupación de la Casa Rosada, tanto al fundado por Yrigoyen como el fundado por Perón, se han convertido en la más clara negación del que se considera el mejor sistema de gobierno de los países civilizados. Si bien en ese aspecto no sorprende que lo haga el peronismo, porque su creador, que como es sabido era militar, lo manejó siempre con una férrea disciplina castrense en la que la obediencia debida era un código no escrito, pero que se cumplía a rajatabla. 
Lo curioso de caso, y que en buena medida ha contribuido a su acelerada decadencia, es que la Unión Cívica Radical, tradicionalmente baluarte de la libertad e insobornable defensora de los derechos humanos, últimamente su mimetización es tanta, que en muchos aspectos está haciendo lo mismo. Con el agravante de que pone especial énfasis en imitar lo malo. Quienes no vivieron esa época, o porque nunca les interesó conocer la verdadera historia política de las últimas décadas, podrían verificar la veracidad de cuanto decimos, concurriendo a la Biblioteca del Congreso Nacional y leer los Diarios de Sesiones de entonces. Seguramente que como dice un tango, saldrían a la calle desorientados sin saber que trole hay que tomar para preguntarle a los hombres sabios qué nos pasó, que hoy estamos pedaleando en el mismo lodazal que con tanta virulencia habíamos denunciado antes.
Frente a este oscuro panorama donde los partidos tradicionales están en terapia intensiva y el pronóstico no es para descorchar vino espumante, como los franceses nos obligan que no digamos champagne, aparece como razonable y justa la sugerencia de que los candidatos, especialmente para intendentes municipales en muchas ciudades, sean extrapartidarios que en la actividad privada o en el ejercicio de sus profesiones se hayan destacado y, además, en su comportamiento personal en la sociedad demostraron sensibilidad social y vocación. Con frecuencia se recuerda a muchos hombres de esas condiciones, que manejaron municipios con la misma responsabilidad y austeridad que hicieron grandes a sus empresas. Volver a ellos, creemos que es el momento. En los últimos años, la mayoría de las municipalidades de la provincia se han convertido en activos comités partidarios y en unidades básicas. Generalmente han reemplazado a las antiguas sociedades de beneficiencia y socorros mutuos, en desmedro de sus funciones específicas, para las cuales, no sin esfuerzo quienes producen, aportan con agresivos impuestos, cuyos pagos actualmente han generado el cierre de muchos comercios y han colocado a otros al borde del abismo. De ahí entonces, que los municipios deben estar en manos de gente idónea. De gente con los antecedentes necesarios para esperar de ella una buena administración. No puede seguir siendo banco de prueba de jóvenes y no tan jóvenes que nunca administraron ni un kiosco y, si alguna vez tuvieron alguna función pública, pasaron por ella sin pena ni gloria. Para pensarlo, sin duda alguna.
«Muchos miran el empresario como al lobo que hay que abatir, otros lo miran como a la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo miran como al caballo que tira del carro». (Winston Churchill).

 

¿Querés recibir notificaciones de alertas?