Regionales

Los momentos oportunos

Si observamos nuestra historia y la analizamos desapasionadamente podríamos detectar cómo varios de los acontecimientos que marcaron el rumbo fueron influenciados directa, o en forma indirecta, por motivos emocionales.

Estos motivos o actitudes nos marcaron ciclos. En algunos momentos de éxitos, y en otros de fracaso, nuestra sociedad se vio envuelta en situaciones espasmódicas que impidieron una tendencia de crecimiento y desarrollo sostenido, como otros países del mundo aún con menos recursos que los que surgen de nuestro capital natural y humano. Es muy raro encontrar que en forma general hubiera primado la razón, pero son innumerables los ejemplos triunfantes de intereses sectoriales que se arrogaron la verdad en la solución de los problemas estructurales de la Argentina. Entiendo entonces que como sociedad hemos transitado por verdades contradictorias. Las situaciones vividas antes de 1983 demuestran como el péndulo tocaba los extremos. Desde 1983 a la fecha no logramos encontrar el camino que nos permitiera salir del círculo vicioso. 
Es como pretender subir una montaña llena de barro. Caminamos y creemos que ascendemos, pero en realidad retrocedemos. No es ninguna novedad que estamos mal, tanto a nivel nacional como provincial. No es novedad que la Argentina ha tocado prácticamente el fondo, aunque algunos puedan sostener que aquel no tiene piso, y que esta situación traerá consecuencias inmediatas para la población. Pero si esa es la situación y todos la compartimos, no es menos cierto que debemos, estamos obligados, a entender la causa racional y lógica por lo que lamentablemente hemos llegado a este punto. De otra forma nos volveremos a equivocar. En este aspecto tiene gran importancia la determinación que surja de los sectores de la dirigencia, sea política, empresarial, sindical o de otros sectores de la vida nacional y provincial, por cuanto debe exigirse un esfuerzo para entender, comprender y dirigir acciones que tiendan a la solución definitiva de los problemas. En el debate y en el diálogo racional. Así como se nota la decadencia de cada pueblo, provincia o nación, debe notarse la grandeza de quienes tienen responsabilidades que se las ha conferido el pueblo para salir del atolladero. No se les ha concedido tales responsabilidades para sentirse víctimas, todo lo contrario. Es hora de aportes y no de lamentos. Es hora de encontrar caminos nuevos, de impulsar nuevas actividades, de incentivar la actividad privada para dejar de tener un Estado gigante en el que han colaborado todos los gobiernos desde 1983 hasta la fecha, sin importar el costo que ello significaría. Hoy estamos pagando la realidad de un déficit fiscal extraordinario y una balanza comercial inaceptable en un país que pretende y pretendía desterrar la pobreza, generar la distribución de la riqueza con justicia social y la elevación de la calidad de vida de sus habitantes. No existe país que lograra tales metas sin haber pasado por una cuota de sacrificio y esfuerzo compartido. La Argentina, nuestra provincia, tiene los recursos como para que ese sacrificio y ese esfuerzo no sea de largo aliento. Todo lo contrario. Es posible lograrlo en corto tiempo, siempre y cuando no primen los intereses sectoriales que tiren por la borda los del conjunto y donde se privilegien los beneficios personales sobre el bien común. 
Hace unos pocos días se han cumplido sesenta años del lanzamiento de la llamada batalla petrolera de Arturo Frondizi y quiero rendir un homenaje a la racionalidad e inteligencia de un estadista que, dejando de lado pasiones e ideologías personales, pensó como presidente de todos los argentinos imaginando un país desarrollado. Previo a ello Arturo Frondizi sostuvo: «Nos aguarda una inmensa tarea, una lucha sin cuartel contra el atraso, el estancamiento, el desánimo y la esperanza». Esa lucha, mirada retrospectivamente se perdió, porque ganaron los intereses del atraso que bajo mantos de corrupción sólo les interesaron sus propios beneficios. Pero no obstante eso, a la distancia, es posible aprender cómo se podría haber generado un destino diferente. Esta provincia sabe lo que le significó la batalla del petróleo. Sabe como sus presupuestos se nutrieron de las regalías que le permitieron desde Comodoro Rivadavia derramar sus ingresos en todo el ámbito provincial y hasta su más alejado pueblo sentirse petrolero.
¿No habrá llegado la hora de dar definitivamente esa lucha sin cuartel? Contra el atraso y la pobreza, el estancamiento, el desánimo y la esperanza, ¿no habrá que incentivar nuevos polos productivos? Creo que éste es el momento.

 


 

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