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El instrumento inútil

Es una de las excusas más conocidas en todas las cosas que hace el ser humano: su propia incapacidad para hacer algo, es trasladada al instrumento de que quiere valerse para hacer alguna cosa de mejor manera que solamente las manos, sus instrumentos iniciales de excelencia. Mucho se podría discurrir sobre este tema, pero hay una síntesis adecuada: «El mal obrero, se queja de sus herramientas».


Y esto es válido para todo tipo de herramientas: las físicas y las intelectuales.
Declaro estar cansado de escuchar tanta justificación respecto de todo tipo de herramientas. Por dar un ejemplo diario: -»Tenemos que tener una buena ley para ...X cosas: así se acabarían esos problemas». Falso. El problema no es dictar una ley «buena» para obtener un fin deseado, sino ver quién y cómo aplica esa ley. El incremento de la delincuencia y la inseguridad no es un problema derivado del Código Penal o de Procedimiento: deviene de los Jueces que deben aplicarlas; o sea, es consecuencia de los «obreros» que se quejan de sus herramientas, simplemente porque es la excusa más a mano para justificar su falta de idoneidad para lo que hacen. Seamos sinceros y conscientes: no hay leyes malas ni procedimientos malos: solo hay malos jueces, que afortunadamente no son todos. Por supuesto que esta aseveración se extiende a todas las demás profesiones: los abogados, médicos arquitectos, maestros, etc etc. La excusa para justificar cualquier cosa mal hecha, está fuera de aquel que la produce, o le incumbe. Es como si se tratara de un problema inverso, como dice Mario Bunge: cualquier cosa mal hecha adquiere así, por sí sola, una especie de entidad propia, nació de la nada. Si así fuera, menudo problema encontrar una causa o un responsable.
Pero no es así: no hay ningún efecto sin una causa previa que lo genere. Pretender que uno no ha sido la causa de un mal resultado, es una excusa tonta que -en el fondo- quien primero no la cree es el mismo que la plantea. Y los demás, tampoco.  
Entonces, la pregunta esencial dentro de este estado de cuasi caos, es ¿Qué cosa importante es la que no funciona bien?
 Sí, adivinó: la Justicia. Ese sector que tiene a su cargo la importantísima función de darle a cada uno lo suyo, funciona mal; no le da a cada uno aquella porción de -sea lo que fuere- que le corresponde. Nuestra Justicia vive con un verdadero escaso apego a nuestra realidad cotidiana, aplicando el tipo de excusas a las que ya me referí: el procedimiento civil desactualizado o el procedimiento penal nuevo al que hay que introducirle algunas mejoras, y otras de distinta naturaleza que apuntan simplemente a destacar que sus funcionarios no son responsables ni tienen nada que ver con los resultados indeseables de la inseguridad y del incremento delincuencial. Y asistimos -poco menos que atónitos- a ver que «se caen las causas» o que «se vencen los plazos» como si estos tuvieren vida propia, como un personaje de Pirandello. 
Muchísima gente sostiene que con cincuenta «conocidos» -entre ladrones, violadores y homicidas encarcelados- el rango de inseguridad y delincuencia descendería a niveles aceptables. Pero ¿qué hacemos...?
Nada: entran, salen y siguen, con mayor experiencia cada vez. Y de incógnito, porque no se les ve el rostro en las fotografías de los diarios.
Pero repito: no es un problema de leyes, sino de quienes llevan a cabo su interpretación y aplicación.
 No es un problema de herramientas... Es un problema de «los obreros» de la aplicación de las leyes, incapaces de manejar el instrumento que se les ha dado.
Es la excusa del título: el instrumento inútil.
En verdad, vamos por mal camino.

 

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