La columna de Susana

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias.”

Eduardo Galeano

por REDACCIÓN CHUBUT 23/10/2022 - 12.31.hs

SUSANA ARCILLA, Escritora

La máquina del tiempo existe, no es cara. La tenemos todos dentro, viene incorporada a nuestro ser. Se activa con tres combustibles potentes: sonidos, aromas y sabores. Se desata sorpresivamente o en forma provocada, y así se inicia el viaje.

 

Veamos si es así. Me propongo como “Conejo de Indias” para comprobar mi afirmación.

 

La primera de las historias, mi infancia. La radio trasmitiendo los partidos de fútbol del domingo a la tarde, el olor a leña quemada, y el sabor a tarta de manzana se conjugan para llevarme a mi niñez. Mi familia emprende un picnic, camino a Comodoro Rivadavia. Estamos todos, papá y mamá, y mi hermano haciendo travesuras. Y puedo ver toda la escena como en una película, escucho los gritos y siento la alegría sobrevolando al grupo. Ahí está la pava ennegrecida por los dedos del humo.

 

Un momento de mi adultez, añorado. El aroma de un jabón de jazmín me transporta al Pucon Pai, en el Lago Futalaufquen. Es la década del 80.  Éramos jóvenes y nuestro hijo transitaba su primer año. El cosmos estaba ordenado y lo siento así cada vez que, sin preverlo, me topo con el jabón de la misma marca. Revivo un tiempo en el que futuro era una promesa venturosa para los tres.

 

Una etapa de mi profesión que me encanta recordar.  La canción Lamento bolivano de Los enanitos verdes me lleva a 1994, cuando celebrábamos los diez años de la Escuela 714. Puedo verme bailar con mis compañeros para festejar aquello que fue una hazaña, puedo percibir mi ropa y sentir la emoción del reencuentro. Algunos viajaron a Trelew para compartir porque ya habían vuelto a sus provincias de origen. Éramos jóvenes, teníamos confianza en el futuro y en la democracia que atravesaba una incipiente adolescencia. Los alumnos vibraban ante nuestra alegría. Veo sus caras. Los egresados llegaban también, a revivir aquel sueño que se hizo realidad.

 

Y la última historia elegida, mi momento actual. Los sábados tienen un poder, apenas perceptible. Siembran un hito que parece cerrar a la vez que inaugura un tiempo distinto. Quizá anticipa el domingo imaginado.

 

Las voces de la radio traen recuerdos. Se asocian al sol que entra a la cocina y allá estoy en el 2020, de nuevo. Los primeros meses, marzo recién nacido, abril y mayo, cuánto tiempo más que se venía y no sabíamos…

 

Sensaciones que quedaron en la memoria emotiva se desatan en el cuerpo, disfrazadas de miedos e incertidumbre: ausencia de futuro conocido, enceldamiento en los hogares, distancia social, prohibiciones variadas. Todo, con un denominador enorme y común: “inhumano”.

 

La ignorancia de lo que sucedía, obviamente, llevó a excesos que hoy causan risa. Horas y días prefijados para salir, el documento de identidad y el barbijo, el puño preparado, y luego el codo, para saludar.

 

Para concluir, y luego de compartirles cuatro contundentes historias, que tuve que elegir para concentrar de algún modo mi posición inicial, cierro a modo de conclusión.

 

Allá, en el pasado, no cobran estadía y uno se puede quedar todo el tiempo que necesite. Para disfrutar, volver a vivir y emocionarse. Tiene una sola desventaja: la máquina que nos ocupa nos lleva hacia atrás, pero no hay manera de accionar estando allí.

 

Aunque, como dice Galeano, me contó un pajarito que algunos aseguran que de esta forma se puede resignificar lo vivido y eso hará que cambie mágicamente nuestro presente. Tema para el próximo relato.

 

La máquina del tiempo que les propongo tiene cero costos y toda la ventaja. No pasa de moda.

 

Usémosla para gozar o para reparar, es tiempo de vivir placeres.

 

SUSANA ARCILLA

 

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