Carta del Lector

DIA DEL CANILLITA

Señor Director:
Hacia fines del siglo 19, como sucesores de viejos pregoneros, se veían en las calles a muchachitos, ofreciendo a viva voz, diarios y revistas. Florencio Sánchez, escritor costumbrista, reparó en ellos y publicó algunas rimas, que luego fue obrita de teatro, donde los describía como «una bandada de pilluelos, ágiles, temerarios, entradores, simpáticos, incansables, que cubrían todos los espacios, ofreciendo sus diarios y revistas».

por REDACCIÓN CHUBUT 07/11/2019 - 00.00.hs

Eran serviciales, y sus pantalones sujetos con tiradores, de puro gastarse, mostraban sus piernas huesudas, que Florencio nombró como «canillitas». Esa obrita se puso en escena en un teatro de Buenos Aires, a principios del siglo pasado, y los invitados fueron los propios canillitas, que quizá nunca habían visto una obra, y se admiraron del trabajo de los actores, y se sintieron tan identificados con la descripción, con los actitudes, que empezaron a sentirse canillitas.
Por eso, cuando el 7 de noviembre de 1910 muere Florencio Sánchez, sintieron que ése debía ser «su día», al igual que lo hicieran otros pequeños servidores, los lustrabotas, con su repetido slogan «señor aquí se lustra, mejor que en el salón».
Recién en 1947 se reconoció al 7/11 como Día del Canillita, pero la sociedad, los fue reconociendo como parte del paisaje, y en el país se crearon varias «La Casa del Canillita».
Mi madre atendía una de ellas, donde unos 40/50 jóvenes, tenían su almuerzo y merienda. Personas bondadosas lo hacían posible, ocupándose de solicitar colaboraciones. Leche, pan, comida y mucho más, donaban empresas generosas.
En las fiestas patrias se izaba la Bandera, se cantaba el Himno Nacional. Maestras bondadosas se ocupaban de mirar los cuadernos de los chicos, cuidar que fueran a clase, que estudiaran, que llevaran a sus hermanitos a la escuela. Y a los más crecidos, un carpintero y un herrero, con sus herramientas, les enseñaban el oficio, al igual que trabajos en cestería, junco y chala. Y una vez por mes, costureras voluntarias se ocupaban de remediar ojales, poner botones, y cambiar algunas prendas que alguien donaba.
Durante muchos años, mi madre se encargó de agasajarlos cada 7 de noviembre con una taza de chocolate, masas, tortas, y a mí me tocaba poner el mantel de la larga mesa, y colocar tazas, platos, cucharas, servilletas. Y como un ritual, se acercaba a cada uno de ellos, preguntándoles por sus tareas, sus hermanos, su familia, como una sencilla forma de integración, entre quienes compartían gran parte de sus días.
A todos se los fue acompañando para que completaran sus estudios, a muchos se los orientó en la toma de decisiones. Los tengo siempre en el recuerdo amable, y a sus continuadores los veo aún presentes, en muchas ciudades y pueblos, donde tienen el aprecio de todos, por su compromiso con la tarea que realizan. Como lo fue Nazario, en Rawson, como hoy lo es Mario Meza, en Trelew y zona. Y tantos otros.
Feliz día Canillitas.
Lorenzo Graci

 

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