Regionales

La imperiosa necesidad de vislumbrar el futuro

Aunque se intente demorar explicar la situación de la infraestructura escolar, ya todos sabemos prácticamente cual es la situación. De más está decir que algunas declaraciones de diputados darían a entender que las conductas de corrupción aún pululan por los despachos oficiales o las reparticiones públicas.

Esto, que es realmente preocupante, por más que luego se traten de solucionar mediante negociaciones judiciales que nada tienen que ver con la letra de la ley, merece ser aclarado. Pero ya volveré sobre este asunto. Lo cierto es que los alumnos que hoy pueden iniciar el ciclo escolar serán aquellos que, de encontrar el rumbo correcto, enfrentarán los desafíos de los años 2035 en adelante, que seguramente demandará un alto grado de conocimiento. También de una infraestructura adecuada para recibir la enseñanza necesaria. 
Pero retornemos nuevamente a la política, para poder entender algunos conceptos. En primer lugar lo que es «la política», lo cual parece que lo hemos dejado en el olvido, y lo que es «lo político». Estos conceptos son, no solamente históricamente distantes, sino que su significado difiere entre ambos. Observando hoy la degradación institucional que ha adquirido nuestra democracia podríamos decir que la mayoría de los candidatos se dedican a lo político, esto es la obtención del poder como sea, abdicando de la política, que es precisamente la búsqueda de la libertad, como manifestación de la opinión y la garantía que la misma es respetada, como una expresión de la decisión individual y social. Esta caracterización de la autonomía, en una postura filosófica contemporánea a la cual adhiero, se encuentra en las antípodas de nuestras prácticas cotidianas donde se pretende la obtención del poder, sin que sepamos que se quiere hacer con él y utilizando a la gente con necesidades para sus propósitos.
Un dato de la realidad nos demuestra como las redes sociales se han convertido prácticamente en basureros que se comparten entre la mayoría de la población, sin considerar de donde provienen o su fuente y veracidad, de fotos, videos o noticias. Es más fácil leer, y reenviarla como cadena de oración. En cierto modo hemos caído en una nueva trampa, que socaba el concepto de la política. La política nace con la democracia, pero ésta no es un acto mágico histórico, sino que es la conclusión de años de luchas, para permitir la existencia de un régimen que nos otorgue no solamente la participación ciudadana, sino también la búsqueda del bien común. Con los actos de corrupción que han sobresalido, por conductas de funcionarios y particulares de los últimos tiempos, tanto en el orden nacional como en el provincial, es evidente que hemos retrocedido,  habiendo debilitado nuestras instituciones a un nivel de extrema gravedad. Algunos sostienen una visión fatalista, imbuidos de un determinismo histórico, otros consideran que llegan los turnos de visiones autoritarias, de moral y de  ética, requerida para torcer el rumbo de una sociedad propensa a desatender el orden y la ley, tomando como ejemplo singulares experiencias de otras sociedades. Yo creo que no se puede adherir tan simplemente a tales posturas. Si el diagnóstico lo compartimos me parece que existen otras soluciones, aunque lleve su tiempo, y es probable que muchos no veamos sus resultados pero, si es posible el inicio de transformación, hay un destino diferente. En primer lugar no existe una sociedad que sea igual a otra. Un ejemplo basta: la tradición. La conformación histórica no es comparable. Lo único que puede modificar la realidad es la educación, aún con distintas formas procedimentales. La educación tiene ámbitos y políticas que, en distintos niveles, no solo generan conocimiento sino también ejemplos a seguir. Las escuelas de formación profesional deben estar funcionando a pleno pero también aquel niño o niña ingresante que surgirá en el 2035 no puede tener hoy funcionarios que escondan la información o la nieguen, incumpliendo sus obligaciones que derivan de la correspondiente función. La transparencia y la verdad no pueden ser solamente  palabras que se desprenden de un discurso o de un reportaje, las más de las veces preparado con anticipación. En la democracia no existe nosotros y ellos y si, en definitiva, debemos ser sólo nosotros, a través de nuestros representantes, éstos deberían educar simplificando las cosas y destapando los arreglos que nos degrada como sociedad. El inicio del procedimiento, aunque no sea un fin en sí mismo, sería lo suficiente para entender que la transformación ha comenzado y renace una esperanza, que puede garantizar vislumbrar el futuro que como sociedad nos merecemos.

 

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