Regionales

La relación entre el Mercosur y la Unión Europea

Los anuncios efectuados en el transcurso de la reunión del G-20 en Japón impactaron indudablemente en los ámbitos de las delegaciones diplomáticas y presidenciales. 

En el momento en que se producía el encuentro de las dos economías más importantes del mundo y discutían sobre medidas proteccionistas, éstas lograban, como máximo, la suspensión de los aumentos de aranceles en el comercio internacional. 
Por otra parte el Mercosur y la Unión Europea daban un aire fresco al futuro del mundo comercial. 
Rápidamente tanto nosotros, especialmente la oposición, como otras partes de nuestros futuros socios, dividieron las aguas para considerar por un lado que el acuerdo era positivo o negativo. 
En algunos casos se intentaron utilizar palabras para explicar lo evidente, o lo obvio, lo que resulta una de las dificultades más grande del lenguaje, lo que dejó al descubierto que la crítica no se compadece con la historia. 
Creo que antes de considerar el sentido general del acuerdo se lo ha utilizado para analizarlo desde una de las partes que lo componen sin entender el significado del todo. 
Tanto desde este lado del Atlántico como del otro se levantaron voces sectorizadas, que implica no comprender el futuro y las características del mismo que, no hay duda por las tendencias, estará dominado por la tecnología, dejando de lado las prácticas del pasado. Por ejemplo un productor de carne vacuna belga ya analiza que un kilo de carne argentina con arancel cero, aun incorporando el costo del flete, implicaría en Bélgica una disminución de cinco a diez euros en el precio, lo que afectaría al sector. 
Un sector acostumbrado a producir una carne de baja calidad que ofrece a sus consumidores y que requiere hoy de Irlanda para que le provea de una superior. En suma, más allá de la bienvenida a una apertura de intercambio de una región con otra, es evidente que previamente debemos hacer los deberes que impone, a los países componentes del Mercosur, eliminar las asimetrías con políticas nacionales no sólo para beneficio de sus habitantes sino también para las relaciones extranacionales. 
Nosotros debemos realizar una gran tarea, tenemos deberes por delante que también implican un cambio de cultura en la actividad comercial. El Estado está obligado a realizar con políticas sostenidas modificaciones en, por ejemplo, políticas tributarias, laborales y monetarias que, no solamente bajen los costos de producción para permitir una mayor competitividad, sino que rompan el esquema vicioso de la inflación. 
También la actividad privada deberá entender las reglas que imponen la inversión y los riesgos de las mismas y trabajar para conquistar a un consumidor que no solamente valore el producto sino que sienta la libertad de dejar de lado a los embaucadores que lo quieran limitar.  El Estado podrá ayudar en la búsqueda de los mercados, pero con normas claras deberá establecer las reglas del juego y cumplirlas. Nuestra provincia tiene ejemplos en actividades que bien podrían generar rápidamente un crecimiento de la rentabilidad. 
El tema pesquero, que siempre ha sido uno de los más oscuros para el entendimiento y que por tal motivo desaparece de las estadísticas generales, como el de Mar del Plata, merecería un alineamiento con las nuevas políticas que deben ser observadas.
 Aun si con el desorden existente, que seguramente beneficia a sectores interesados, genera tantos puestos de trabajo y tantas divisas para el país, habría que pensar lo que realmente representaría si su actividad fuera transparente desde ambas partes: el ámbito privado y el estatal.
El propio Mercosur requiere un sinceramiento para trabajar en conjunto y no ser meramente un acuerdo aduanero sobre todo en materia de automotores. 
La Unión Europea logró su fortaleza luego que los distintos países que la componen se alinearon en objetivos compartidos. Varios de ellos tuvieron que esperar años para lograr su inclusión pero, teniendo en cuenta los beneficios, resolvieron los conflictos internos que les generaba el cambio. 
Los argentinos, incomprensiblemente, somos los que más necesitamos acercarnos a lo que otros ya lograron. Si analizamos la inflación comparativamente lo podremos entender, como así también si analizamos la pobreza de nuestra población, pobreza estructural de antigua data.
 Retroceder sería una irracionalidad. Continuar por el camino, para en su desenvolvimiento, el del acuerdo, recuperar el lugar en el mundo que nos corresponde, sería lo correcto. Seguramente nos costará, pero no hay que olvidar el dicho popular que sostiene que lo que cuesta vale.
 

 

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