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Kiri: ¿un árbol milagroso?

Se presenta como el árbol que puede salvar el planeta, sin embargo la realidad es muy diferente. I Por Víctor Fratto para EL CHUBUT

por REDACCIÓN CHUBUT 24/02/2020 - 18.33.hs

Plantación de Kiri

Por Víctor Fratto, Especialista en Áreas Protegidas, Comunicación Estratégica  y Desarrollo Sustentable, para EL CHUBUT

 

Conforme se va tomando cada vez más conciencia sobre el cambio climático, aparecen nuevas posibles soluciones al problema. Algunas con firmes fundamentos científicos y otras…no tanto.

 

El Kiri es un árbol de origen chino que se caracteriza por poder sobrevivir en suelos poco fértiles, rápido crecimiento y absorber una gran cantidad de CO2 (Dióxido de carbono), uno de los principales gases de efecto invernadero. Puede alcanzar los 27 metros de altura y tiene hojas de 40 centímetros de ancho.

 

También se le atribuyen propiedades como las de evitar la erosión del suelo, mejorar la permeabilidad de éste y la retención hídrica. Aunque esto también lo hacen otros árboles.

 

Este árbol crece naturalmente en los bosques templados del sur de China. A principios del siglo XVIII se lo introdujo en Europa y en América, más precisamente en Estados Unidos, en 1922. Luego se fue dispersando hasta llegar a México, Colombia, Brasil y Paraguay. A nuestro país llegó en la década del 60. La mayor superficie de forestaciones en Argentina se encuentra en la provincia de Misiones.

 

La madera del Kiri es liviana como la madera balsa, pero resistente a la vez. Es altamente resistente al fuego, ya que se quema entre los 420 a 430°C. Si bien se la clasifica como poco durable, su durabilidad natural al exterior, enterrada, se estima de entre 5 a 10 años. En ambientes húmedos, pero no en contacto con el suelo, es durable.

 

¿Puede ayudar a revertir el cambio climático?

 

Esta especie tiene una altísima tasa de crecimiento, por lo que absorbe grandes cantidades de dióxido de carbono. Pero para mitigar el cambio climático, no sólo se debe captar el CO2, sino también almacenarlo por mucho tiempo como biomasa y materia orgánica en el suelo. Una madera tiene CO2 acumulado, y ahí estará hasta que la madera se pudra o se la queme.

 

Según la Dra. Georgina Conti (CONICET/UNC) “Las especies que crecen rápido como el kiri, también liberan rápido el CO2, por respiración cuando están vivas, a través de la rápida descomposición cuando están muertas. Un quebracho que tenga más masa, si bien le llevó más tiempo acumularla, la pérdida por respiración es mucho menor y se descompone más lentamente una vez muerto”.

 

Potencial invasor

 

El kiri, fuera del control que tienen las forestaciones comerciales, se convierte en una amenaza ecológica, es agresivo e invade áreas naturales debido a su rápido crecimiento y la ausencia de competidores y enemigos naturales. Su alta tasa de crecimiento y adaptabilidad a distintos suelos puede llevarlo a reemplazar a bosques nativos. Las invasiones vegetales son tan peligrosas como las animales, siempre hablando de ambientes naturales. El paraíso y el ligustro, en una casa o vereda, pueden dar muy buena sombra, sin embrago en Parques Nacionales como El Plamar, Entre Ríos, ha reemplazado gran parte de la selva ribereña. Al kiri debería prestársele la misma atención que a cualquier potencial invasor. Una vez que se dispersa es muy difícil de controlar.

 

Malas experiencias

 

En 2008, en Estados Unidos se plantaron en Texas un millón de kiris para recuperar suelos muy contaminados y agotados por la explotación y los vertidos químicos. Diez años después, estos árboles invasores están destruyendo los ecosistemas nativos de Maine a Florida y Texas, así como el Pacífico Noroeste. Esta especie se considera invasiva en doce estados y en uno de ellos, Connecticut, la venta de la planta está prohibida.

 

En 2018 Colombia lo declaró “de alto riesgo de invasión”. Mientras tanto algunas provincias del norte argentino ya están en plan de forestar con kiri para mitigar los efectos del cambio climático y la desertificación.

 

Pareciera ridículo plantar árboles de otro país para solucionar la desertificación que nosotros mismos provocamos haciendo un mal manejo del suelo y talando bosques nativos para insistir con las prácticas del monocultivo. Sería algo así como exterminar a los guanacos de la Patagonia y luego introducir camellos porque nos hemos quedado sin grandes herbívoros nativos.

 

 

 

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