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Asombrosa inconsciencia de la humanidad (III)

La insensatez del género humano, que se pone por demás de manifiesto en el uso militarista de la energía nuclear, no queda allí, se extiende también a acciones civiles no bélicas. No se entiende cómo las sociedades no advierten los peligros que entraña, el desarrollo, la manipulación y la herencia que deja la actividad nuclear.

Aunque parezca increíble, el Gobierno británico autorizó, en los años cincuenta, el transporte clandestino, en vuelos regulares, de residuos radiactivos procedentes de pruebas nucleares en el Pacífico, según reveló en 1994 el diario The Observer. Los residuos se transportaron, al final de los ensayos de la bomba H británica, a las islas Christmas, antes de ser herméticamente cerrados en cajas de plomo y enviados a Londres para su examen, a bordo de aviones de línea de la compañía australiana Qantas que hacían escala en Honolulú, San Francisco y Nueva York. Las cajas viajaron como "valija diplomática" y no podían ser abiertas. The Observer, que cita documentos oficiales publicados, afirma que Norman Saxby, primera persona en acompañar los residuos, murió en 1991 de dos tipos diferentes de cáncer.

 

El Ministerio de Asuntos Exteriores recurrió, según el citado diario, a vuelos regulares por el elevado coste del transporte en aviones militares.

 

Insensatez, imprudencia, irresponsabilidad…, ¿cuál adjetivo le viene mejor a este disparate?

 

Hubo un tiempo en el que a los gobiernos de los países con instalaciones nucleares les pareció una excelente idea, deshacerse de sus residuos radiactivos arrojándolos en alta mar. Entre 1949 y 1982, ocho países europeos, Reino Unido, Bélgica, Suiza, Alemania, Francia, Italia, Países Bajos y Suecia tiraron por la borda unos 223.000 bidones con 115.000 toneladas de basura nuclear en el Atlántico Nordeste, en ocasiones a sólo 200 kilómetros de costas españolas. Según manifestaban eran desechos radiactivos de baja actividad procedentes de reactores atómicos, de instalaciones médicas y de la industria y serían depositados en el fondo de fosas oceánicas. Esos residuos no eran tan inocuos, afectaban la salud de las tripulaciones, por tanto se trataba de reducir el tiempo de los transportes, seleccionando las depresiones más cercanas a los puertos de embarque. Cuando por razones climáticas se demoraba el transporte, se optaba por descargar en cualquier lugar a fin de reducir la exposición de los tripulantes. Lo cierto es que no hay certidumbre sobré qué residuos eran y donde realmente fueron descargados de los barcos. No fueron los únicos países, también Estados Unidos, la Unión Soviética y Japón hacían esos vertidos. Tres décadas después, los países responsables se desentendieron de aquella barbaridad medioambiental. Los bidones que todavía no destruyó el agua salada, siguen bajo el océano, sin prácticamente ningún control.

 

A pocos kilómetros de la costa francesa y a sólo 124 metros de profundidad, un submarino dirigido por control remoto, enviado por periodistas alemanes, encontraron dos bidones con residuos radiactivos lanzados al Canal de la Mancha en la década de 1950. Se pensaba que el material se había disipado. Sin embargo, los contenedores, posiblemente de origen belga o británico, confirman que bajo los océanos hay bombas de relojería.

 

A finales de la década de 1990, científicos franceses de la Universidad de Aix-Marsella viajaron a uno de los últimos lugares del Atlántico Nordeste empleados como cementerio nuclear. Allí tomaron ejemplares de un pez de aguas profundas de hasta un metro de longitud, y de un pequeño crustáceo que se alimenta de animales muertos. Los investigadores se

 

toparon con restos de plutonio-239 y plutonio-240, generados en los reactores nucleares a partir del uranio. En 1992, los expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica navegaron por última vez sobre los cementerios nucleares submarinos para medir la radiactividad y pudieron confirmar fugas de los contenedores.

 

La presión internacional provocada por organizaciones ambientalistas y comunidades pesqueras, consiguieron que los estados implicados acordasen una moratoria temporal, que se convirtió en permanente con el Convenio de Londres de 1993 que supuso el fin de los vertidos nucleares en el mar, desde barcos. No obstante, continuaron los vertidos. Las dos plantas reprocesadoras del Reino Unido en Sellafield y de Francia en La Hague, construyeron de inmediato kilométricas cañerías que les permitieron seguir vertiendo residuos nucleares líquidos, productos del reprocesamiento de combustibles gastados, en el mar de Irlanda y en el Canal de la Mancha, respectivamente. ¿No es esto una irresponsabilidad?

 

Y por casa ¿cómo andamos? Recientemente en busca de la huella radiactiva de la Central Nuclear Embalse, ambientalista local tomó muestras de sedimentos donde el agua del lago moja la costa cercana a la boca de descarga y la hizo analizar por un laboratorio francés que detectó cesio-137 y Cobalto-60. ¿No es esto un descuido?

 

La Fundación para la Defensa del Ambiente, denunció ausencia total de criterios de seguridad elevados en Argentina. De ocurrir un evento grave en alguno de las centrales en funcionamiento, Embalse o Atucha, el radio de afectación directa superaría los 500 kilómetros. Sin embargo, los planes de emergencia alcanzan solo a los primeros 10 kilómetros alrededor de las plantas; solo comprende medidas para las poblaciones de Lima, y Embalse, vecinas de las centrales nucleares. En general la población no está preparada, se prefiere que el peligro no se conozca. Argentina no tiene un sistema sanitario adecuado, ni personal técnico capacitado, tampoco el estado está económicamente dispuesto, no existen previsiones. ¿No es esto una irresponsabilidad?

 

Después de más de 70 años de iniciada la era atómica, la ciencia actual no ha resuelto el problema de los residuos nucleares de alta radiactividad. En el mundo hay acumuladas más de 300 mil toneladas y se siguen produciendo 12 mil anuales.

 

La falta de solución para los residuos nucleares

 

ES COMO UN AVION EN VUELO SIN PISTA DE ATERRIZAJE.

 

NO A NUEVOS REACTORES NUCLEARES EN ARGENTINA.

 

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