Regionales

El G-20 y la desigualdad

Ayer miré televisión -con un poco de temor, como muchos-  y ví lo que fue el inicio del G-20 y más tarde la Gala en el Teatro Colón. Me pareció realmente muy buena, muy bien lograda y emocionante. Creo que pudimos mostrar al mundo casi todo lo que tenemos como país. (No lo que somos como país, que es otra cosa).


Hasta ahora, la violencia a la que nos han acostumbrado pocos coterráneos, y nos apesadumbra, no apareció. Y no creo que aparezca, dada la demostración de capacidad de resguardo del orden que expuso el Gobierno. Ese contraste me lleva a reflexionar, con un poco de tristeza: de todos los «violentos» a quienes siempre esperamos, no apareció ninguno. Solo se hicieron ver algunos recursos de los rematadamente tontos que mostraron varias molotov a mil metros de su supuesto objetivo; gomeras con proyectiles y de paso, expresiones de alguna diputada al frente de algunos exhibicionistas gordos y pintados que no representaban a nadie. Nada de palos, pedreas y vidrieras rotas, rostros encubiertos o armas caseras.   
Colofón: los argentinos tenemos asumida la violencia callejera diaria y la toma de espacios públicos y daños en los bienes de todos. Aguantamos enojados, sufrimos y nada más. Simplemente nos llamamos a silencio. No actuamos ni decidimos hacer saber que es delito dañar lo público, que las calles no son de dos o tres personas ni para cortar el tráfico o quemar cubiertas, y que las asambleas se deben hacer en lugares cerrados y dentro de organizaciones autorizadas a funcionar como personas jurídicas. Pero no en la calle y a resolver cualquier cosa que perjudique a mucha gente para obtener algún beneficio para muy pocos.
Si todos sabemos que esos no son los mecanismos previstos en la Constitución para cambiar las leyes o situaciones, por qué debemos soportar esas acciones? El Pueblo no delibera ni gobierna sino por sus representantes, creo recordar que así era.
Entonces, vale preguntarse: ¿Son los extranjeros que visitan nuestro país por primera vez, merecedores de una seguridad tan eficiente como la demostrada ayer y hoy?
Sí,  sin duda que la merecen. Y la pregunta que sigue es: ¿Y los que vivimos aquí no la merecemos? ¿Somos los pobres tontos acá, los que debemos soportar todo tipo de violaciones a nuestro derecho a vivir en paz y tranquilidad?
Por lo que va ocurriendo, la respuesta a esta inquietud es NO. Parece que los argentinos no merecemos la paz, tranquilidad y seguridad que -casi con pasión- brindamos a otros, recién llegados.
Parece que la seguridad es siempre un derecho local (o en este momento al menos) para todos los otros que llegan al territorio argentino. (Y por pocos días).
 Los que estamos acá, minga de seguridad. Agua y ajo. Pero eso sí, a pagar con sus impuestos todos los destrozos que hacen los «líderes sociales», los autodenominados representantes de algún grupo desconocido, de objetivos sociales y propósitos mas desconocidos aún, pero que van a actos públicos ya sea autoconvocados o requeridos por otros como ellos, munidos de todo tipo de «armas ciudadanas». (Piedras varias, gomeras, palos, máscaras y ocultamiento de rostros, bombas molotov y combustibles diversos, y herramientas de demolición para obtener proyectiles, a costa de romper construcciones adyacentes al lugar y para su «forma de expresarse o manifestarse»...).
Todas esas actividades están fuera de la ley y son delitos. Y deben ser reprimidos. Sí, reprimidos, porque el delito se reprime, como cualquier otra actividad ilegal. Y deben ser reprimidos con todos los elementos que posee el Estado, responsable y encargado de dar seguridad a sus habitantes, usando toda la fuerza física que sea necesaria o conveniente para restablecer el orden.
Cuál es el porcentaje de argentinos que quiere vivir con piqueteros en las calles cortando a diario la circulación regular de las arterias de tránsito, con cinco o seis encapuchados armados con palos, piedras y otras cosas intimidantes; con gente haciendo supuestas asambleas públicas para «exigir» mejores salarios u otros privilegios; o grupos de gente supuestamente conducidos por eventuales «gremialistas» o «sindicalistas» cuyos participantes y agrupaciones muy pocas veces son intimadas a rendir cuenta de los destrozos ocasionados, de los caminos quemados y de la contaminación del aire por la quema de cubiertas en las rutas... Aplicamos la ley selectivamente, parece. En desmedro de la gran mayoría del pueblo argentino.
 Esa es la vida de nosotros, los habitantes de una Argentina que recibe a los representantes de países de casi todo el mundo, ofreciéndoles una tranquilidad y un orden que no existe en los demás lugares del país. Les ofrecemos una especie de «gheto» de tranquilidad, solo para extranjeros.
 Pero qué nos está pasando a los argentinos...? Somos verdaderamente tan cobardes e hipócritas que no nos quejamos de ser víctimas de estos atropellos...? 
Ya hace muchos años que venimos siendo un rebaño de carneros que nos dejamos  intimidar por cuatro forajidos que ganan plata por lo que hacen...? Síii, ganan plata por desconocer y violentar los derechos de la gente de bien, que con el pago de sus impuestos hace posible que perciban unos pesos por algún tipo de los varios Planes Sociales existentes y en operación, que sirven para que sus recipiendarios cometan delitos contra la mayoría silenciosa de gente que trabaja todos los días. Y sufre.
Como estoy convencido que esta situación no dá para más, es que escribo estas conclusiones, en espera de que no caigan como siempre, en saco roto.
 El Estado Argentino ha demostrado que puede dar total seguridad a otros seres humanos que nos visitan por tres días. Yo exijo por este medio que el Estado nos proteja integralmente a todos los habitantes, todos los días del año y con todas sus fuerzas posibles, de la acción ilegal de los anónimos  malvivientes, ladrones, piqueteros, cortadores de ruta, sindicatos y asociaciones que rompen y roban bienes de todos, cortan, destrozan rutas de todos, contaminan el ambiente y ensucian todos los lugares donde permanecieron delinquiendo, bajo la pueril excusa de demandar «beneficios» que solo ellos conocen, como si vivieran en otro planeta. Y estoy cansado de escuchar, y leer que el gremio tal, o el sindicato X adoptaron llevar a cabo acciones dañosas si no les dan lo que creen que necesitan. Parece ser que la Asamblea es una nueva Diosa que lleva a levantarse contra las autoridades electas y constituidas y adoptar decisiones contra todo y contra la ley, el orden y las Constituciones, que son las leyes supremas y valores bajo cuyas reglas toda la sociedad eligió vivir.
Al G-20 le demostramos que podían confiar plenamente en el Estado argentino en materia de seguridad y cuidado total de sus habitantes transitorios. Demostramos que era perfectamente posible dar total tranquilidad a quienes nos visitaban.
Porqué, entonces, el Estado argentino no nos demuestra -somos habitantes permanentes- que también debe proveernos lo que millones de argentinos reclaman en materia de seguridad, que también es perfectamente posible dar total tranquilidad a quienes vivimos toda nuestra vida en este querido país.
Frente a esta muestra de capacidad y eficiencia del Estado argentino,  terminemos de una buena vez, de soportar a nuestros torturadores diarios... y exijamos a todos los señores Fiscales que de oficio, o tomado conocimiento de cortes de ruta, de incendio de cubiertas o cualquier cosa dañosa, intervengan de inmediato y hagan cesar tales delitos y efectivamente procesen a sus autores y a sus mandantes, sean éstos quienes fueran... porque esa conducta atenta directamente contra el Estado.
Argentinos, a las cosas...!! venimos repitiendo con espíritu rebañego, copiando a Ortega y Gasset, desde hace décadas, pero sin hacer nada.
A ver si alguna vez dejamos nuestra comodidad y nos ponemos a actuar en serio.  Vamos, hagámoslo ahora, algo vamos a cambiar.  

 

¿Querés recibir notificaciones de alertas?