Puerto Madryn

Detrás de las palabras

NOS HA TOCADO. Se va deshojando el calendario y aquí seguimos, instalados en este aquí y este ahora. En este adentro, conmigo, conmigo misma, conmigo siempre… con tanto invierno y horas entre manos…

 Y muy de vez en cuando el afuera , ese afuera tan huidizo  como el deseo,  que  late más allá de las ventanas ; retazo de los tiempos que de alguna forma llega, en palabras, en imágenes, en comentarios de los comentarios que rodando entre las redes,  traen  y llevan suposiciones, certezas, incertidumbres,  y en el medio de tanto movimiento , en esta espera donde «el pensamiento no toma asiento» construimos escenarios que suelen ir más allá aún de las palabras porque las aderezamos con nuestros propios condimentos  y la realidad va rodando y  trastocándose en algo del orden de lo siniestro… y nosotros allí, en medio de esta montaña rusa,  que nos sorprende atormentándonos entre inesperadas caídas, abruptas vueltas y detenimientos … Allí, el miedo cobra un lugar insospechado,  algo de lo monstruoso pareciera asirse a nuestras manos que crispadas se toman de algún lugar que nos sostenga, mientras el corazón se agita y cierto escalofrío recorre nuestros cuerpos… y queremos que pare, pronto, rápido, Yaaaa!!! Pero la maquinaria no nos oye, tiene tanto ruido y el mecanismo sigue… y esa emoción que nos lleva y nos trae sigue envolviéndonos…
Entonces el miedo, esa cosa primigenia nacida con nosotros y anclada en lo más profundo de nuestra esencia, nos lleva a protegernos y a defendernos, porque las emociones ancestrales son de una alta intensidad y es posible cegarnos ante ellas y dejar que los impulsos nos manejen cruelmente.
Es entonces cuando tenemos que empezar a cuidarnos… sí, a cuidarnos de nosotros!!!!  Cuidarnos de esa horda que alguna vez allá en los albores nos habitó… y algo de aquello se impregnó en nuestra agenda.
Por eso podría ser que en esta montaña rusa que nos toca ahora es posible que a vos, a mí, a cualquiera de nosotros este virus, este Otro, inasible y fantasmagórico nos sorprenda entre sus brazos; y nos lleve, nos traiga y nos maltrate. Si eso ocurriera, cosa que es probable,    ojalá que ni vos, ni yo, ni nosotros tengamos que sentir alguna mirada que corporiza en nosotros ese espanto que monstruosamente ha echado raíces en el imaginario… ojalá que eso no nos toque, seria alentador sentir que alguien nos acompaña aunque no pueda estar a nuestro lado… pero cerca de alguna manera, como se entiende cerca en estos tiempos, como a todos nos gustaría sentir si nos tocara… 
 Porque el solapado virus de la sospecha intenta anidar en nosotros, socava nuestros mejores sentimientos y orada nuestros andamios solidarios. Desde allí instala su mirada sobre el otro… los otros, nosotros…y desde ese infierno las emociones pueden generar hostiles pensamientos que actúen bajo la fuerza del impulso en una sociedad ya sangrante.
En estos tiempos nuestra fragilidad nos pone a prueba, la palabra enfermo significa «sin firmeza». Con esta alta incertidumbre hemos perdido ese don, algunos porque padecen la enfermedad y otros porque tememos padecerla, y suele ocurrir lamentablemente que el miedo nos gobierne, nos atrape entre sus manos con tanta fuerza como la del temido virus y nos convierta en maestros de   la desmesura. La ira y el pánico se retroalimentan, generando inmensos actos de violencia que han dejado rastros a lo largo de la historia de la humanidad. Y hoy reaparecen bajo otro matiz, ya hemos sido testigos dolorosos de eso que tanto tememos mostrar: las miserias humanas, esas capaces de herir también a los que arriesgan sus vidas en pos de sostener y cuidar las venas abiertas de esta humanidad con-valeciente. 
A esta altura ya no somos los unos y los otros, «somos todos uno» y nos ha tocado, atizando nuestro cuerpo y nuestro corazón… ¿o alguien todavía cree que no?...

 

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