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Asombrosa inconsciencia de la humanidad IV

Sus maravillosas playas salpicadas de palmeras, aguas cristalinas repletas de vida, fondos coralinos y laguna interior confieren al Atolón Bikini un aspecto idílico.

Sus maravillosas playas salpicadas de palmeras, aguas cristalinas repletas de vida, fondos coralinos y laguna interior confieren al Atolón Bikini un aspecto idílico. Tanto que la UNESCO ha inscrito a este enclave de Micronesia conformado por 23 pequeñas islas como Patrimonio de la Humanidad. Pero a pesar de sus innegables atributos y gran belleza natural, permanece deshabitado desde 1946.

 

        Es que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se hizo con el control administrativo de este pequeño territorio y, dada su remota ubicación y la escasa población que lo habitaba, lo convirtió en su base de operaciones predilecta para probar la efectividad de las nuevas bombas atómicas que diseñaban sus científicos.

 

         A partir de 1946, se organizó una serie de pruebas nucleares para constatar los efectos que estas armas ocasionaban en los buques de guerra y hasta qué punto estos podían resistir.

 

         El 1 de marzo de 1954 a las 06:45 horas de la mañana, detonó sobre el atolón la bomba termonuclear de hidrógeno llamada Castle Bravo. Se habían estacionado en la zona 95 barcos, entre los que incluyeron 4 acorazados, 2 portaaviones, 2 cruceros, 11 destructores y 8 submarinos que iban a ser retirados del servicio activo, así como diversas embarcaciones alemanas y japonesas que habían capturado durante la Segunda Guerra Mundial. Fue la primera de su tipo en detonar y con sus 15 MT ha sido también la más mortífera que EEUU haya lanzado jamás. Se estima que fue 1.200 veces más potente que las de Hiroshima y Nagasaki.

 

         Un segundo después de la detonación se formó una bola de fuego de casi 7 Km de altura visible desde 450 Km de distancia. La explosión creó un cráter de 2 Km de diámetro y 75 metros de profundidad, mientras que la nube con forma de hongo que se generó alcanzó una altura de 14 Km en sólo un minuto. 10 minutos después tenía ya un diámetro de 100 Km y seguía creciendo a una velocidad de 360 kilómetros por hora.

 

         Los vientos se dirigían hacia los atolones de Rongelap, Ailinginae y Utrik. Los 236 habitantes de aquellas islas no habían sido evacuados, no se suponía que serían alcanzadas. Alrededor de cinco horas después de la explosión, la lluvia radiactiva empezó a caer sobre los habitantes que nada sabían de lo que pasaba, solo habían visto una bola de fuego en el horizonte. Llovía ceniza hasta formar una capa de unos centímetros de espesor.

 

        Uno de los testigos que en el momento de la explosión tenía 14 años lo explicaba así ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el año 2012: "Yo estaba jugando cuando los residuos venenosos de la bomba cayeron sobre mí. No sabía lo que era, pero como parecía nieve empecé a jugar con ella. Pero de repente me quemaron los ojos y la boca. Por la noche, ya estaba muy enfermo, como todas las personas de las islas, especialmente los niños. Al día siguiente, mi piel estaba agrietada y cubierta de llagas. Tenía quemaduras en la piel y mucho dolor. Mi cabello comenzó a caer. Después de 2 días de beber agua contaminada, comer alimentos contaminados y respirar aire contaminado, fuimos evacuados por Estados Unidos..."

 

       La Marina trasladó los habitantes hasta el atolón Kwajalein para recibir atención médica. Los habitantes de Utrik volvieron a casa meses más tarde, pero los de Rongelap no pudieron hacerlo hasta después de tres años, con la advertencia de no comer los alimentos que allí crecían. Sin embargo, el suministro inadecuado y poco frecuente hizo que muchos de los habitantes hicieran caso omiso de aquella advertencia.

 

         Según otros testigos, en los años posteriores algunas de las personas expuestas a la contaminación murieron y otros desarrollaron varios tipos de cáncer. Los testigos también hablan de un alto número de abortos y de niños que nacían con malformaciones. Algunas de las personas afectadas fueron objeto durante décadas de un programa secreto de investigación médica, cuyo objetivo era obtener datos valiosos sobre los efectos tardíos de la radiación en las personas. En 1982, 28 años después, la contaminación radiactiva en Rongelap era todavía elevada y, por tanto, no era un lugar seguro para vivir.

 

      Debido a un error de cálculo de los diseñadores de la bomba en el Laboratorio Nacional de Los Álamos, la explosión fue 2,5 veces mayor de lo que esperaban las filas norteamericanas, Como consecuencia, la contaminación radioactiva superó ampliamente las previsiones que manejaban los mandos militares de la época y acabó provocando una auténtica catástrofe medioambiental.

 

      La explosión afectó a un pesquero japonés (un tripulante falleció antes de llegar a puerto), a los navíos destacados e, incluso, a científicos y mandos militares que se habían resguardado en búnkeres. Años después, muchos acabaron desarrollando algún tipo de cáncer.

 

      Pero… para no seguir consternados por el espanto que provocan estos hechos, pregunto: ¿Por qué la atrevida pieza de baño femenina se llama bikini?

 

      El diseñador de ropa femenina, Louis Reard, bosquejó una prenda que ninguna mujer se animaba a calzar, hasta que la modelo Micheline Bernardi se atrevió y fue la primera mujer en lucirla, en la piscina Molitor de París, en el verano de 1964. Entonces el desnudo no estaba visto de la misma manera que ahora. Cuando en una entrevista le pidieron a Micheline que la describiera dijo, destacando el carácter explosivo de la prenda: “Uh, ¡es una bikini!”

 

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