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Asombrosa inconsciencia de la humanidad (V)

En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los dos bloques políticos antagónicos que se formaron, temían una sorpresivo ataque atómico del otro.

Por Juan Vernieri

 

Estados Unidos no solo estableció redes de alerta temprana con radares que advirtieran, con antelación, un posible ataque aéreo enemigo, sino que, a partir de 1955, el Comando Aéreo Estratégico mantuvo en alerta a un tercio de sus bombarderos estratégicos B-52 Stratofortress, con tripulaciones listas para despegar en quince minutos, volar a objetivos designados dentro de la Unión Soviética y destruirlos con bombas nucleares, en el supuesto de un primer ataque soviético. Durante los períodos de mayor tensión, a principios de la década de 1960, mantuvo además parte de su flota B-52 en el aire en todo momento, para permitir un ataque de represalia extremadamente rápido en caso de un ataque sorpresa. Este programa continuó hasta 1969.

 

Como referimos en anterior columna, sobre el cielo de Palomares, Almería, España, en 1966, un bombardero estratégicos B-52, en una maniobra de reabastecimiento, colisionó con el avión cisterna que lo proveía de combustible, provocando la caída de ambos y el desprendimiento de las cuatro bombas termonucleares que portaba.

 

No fue el único caso de accidentes aéreos con efectos nucleares, ya se habían producido otros. El 13 de febrero de 1950 se incendió un motor de un bombardero B-36 que se dirigía de Alaska a Texas. Los tripulantes soltaron la bomba atómica que portaba la aeronave y luego abandonaron el avión en paracaídas. Por supuesto esa bomba no estalló.

 

En 1958 chocaron en el cielo de Georgia un bombardero B- 47 Stratojet y un caza F- 86 Sabre. A bordo del bombardero, que se estrelló después de la colisión, se encontraba la bomba Mark 15, de tres megatones de potencia, que cayó cerca de la isla Tybee. Nunca fue hallada. Los pilotos habían logrado eyectarse y se salvaron.

 

En 1968, un bombardero estadounidense B-52 que se hundió en el mar cerca de Groenlandia portaba cuatro bombas atómicas. Solo pudieron recuperarse tres. La restante sigue desaparecida.

 

Se desconoce la cantidad real de incidentes de este tipo. Estados Unidos ha reconocido oficialmente la pérdida de 11 bombas nucleares.

 

Si bien las bombas nucleares no pueden explotar por si solas, hay artefactos que amenazan la humanidad desde el fondo de los océanos, donde se perdieron durante la Guerra Fría. Durante decenas de años bombas y reactores sufren corrosión, por lo que, tarde o temprano, sus entrañas liberarán carga radiactiva, contaminando el agua, la flora y fauna del océano.

 

La humanidad juega con un fuego que jamás debiera haber encendido

 

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