La defensa de la República

Lo hice no sólo para recordar a dos grandes hombres de nuestra historia, sino para explicar como en momentos cruciales de nuestro país se desarrolló un congreso en Comodoro Rivadavia, previo a la creación de la multipartidaria, donde se reunieron dirigentes políticos de diversos partidos de nuestra provincia y donde se trabajó en comisiones para elaborar el diagnóstico y los programas para tratar los diversos problemas de nuestra querida Patagonia.

El congreso fue precisamente cerrado, y alentado para la concreción de sus postulados, precisamente por don Arturo Frondizi. Es muy importante precisar que ese congreso era realizado en pleno gobierno de la dictadura militar pero, sus objetivos, estaban puestos en recuperar la República y la democracia. Arturo Frondizi en su presidencia diseñó y puso en marcha un ambicioso plan de desarrollo, lo que permitió lograr el autoabastecimiento petrolero y en general poner en marcha el aparato productivo, con inversión nacional y extranjera, en las áreas básicas de la economía. El convencimiento, para nada monetarista, establecía que la competitividad y la productividad eran las herramientas para derrotar a la inflación, con más otras medidas que debían adoptarse desde el Estado. 

Raúl Ricardo Alfonsín, primer presidente luego de finalizada la dictadura militar, entendió y transmitió los valores de la democracia y la importancia fundamental de las instituciones republicanas, que habían sido denostadas por varios años por quienes se consideraban salvadores de la patria. Para ello también convocó al Congreso Pedagógico Nacional.

De mis conversaciones con ambos pude extraer el pensamiento común que los unía: el futuro de grandeza que tenía la Argentina. Un futuro en que era posible desterrar la pobreza, salir del subdesarrollo y poder integrarse al mundo de las naciones en las que la conjunción de las distintas clases y sectores sociales generarían beneficios para la gente. Ambos habían pensado en la educación. En el plan de desarrollo no sólo se logró la enseñanza libre sino que se estimuló la generación de escuelas de formación profesional y, por otra parte, se consideró necesario, luego de tantos años de oscurantismo y de enseñanza dirigida, que era necesario que en lo pedagógico era importante la presencia del técnico, pero también la que podría aportar la familia en la búsqueda del conocimiento de sus hijos.

Hoy creo que estamos ante un nuevo desafío. Tan importante como aquel que dio lugar al período democrático más extenso que hemos tenido y que pretendemos continúe, pero no aparecen los ideales de nuestros próceres. 

Hoy estamos nuevamente haciendo historia, en el medio de una pandemia, con las consecuencias de ella, pero también con los niveles de productividad más bajos de la década y con una pobreza que torna alarmante el presente que, creo, condiciona absolutamente el futuro. Es necesario entender el problema y sus consecuencias con gran claridad. La confusión y la duda sigue condenando a generaciones de chicos y jóvenes que no encontrarán futuro en sus aspiraciones. Así como en la dictadura, se transfirieron las escuelas primarias a las provincias, un respeto constitucional inesperado, en democracia se transfirieron el resto de las escuelas quedando el Ministerio de Educación de la Nación sin responsabilidad en la gestión. Como el resultado es deficitario, no sólo en nuestra provincia sino en toda la Nación, obliga a repensar el rol que le corresponde al Consejo Federal de Educación creado por ley del Congreso Nacional. El tema, que merece un debate profundo, implica básicamente que el mencionado Consejo no puede ser politizado y, mucho menos, presidido por el ministro de Educación de la Nación que nunca asume su responsabilidad y la transfiere a las jurisdicciones provinciales. Del Congreso de la Nación será la hora y nuestra determinación al elegir a los representantes.