Hoy, con el paso del tiempo, persiste una mezcla de tristeza, desazón e impotencia. Porque, aunque las llamas se apagaron y las paredes fueron reconstruidas, la herida más profunda sigue siendo la impunidad.
La justicia no ha logrado -ni querido, tal vez- encontrar a los responsables de aquel acto criminal que puso en riesgo la vida de decenas de trabajadores que esa noche cumplían su tarea, preparando una nueva edición del diario. Una edición que nunca fue igual, porque el miedo y la conmoción se adueñaron de todo.

Aquel intento por prender fuego «todo» no fue solo contra un edificio, sino contra la libertad de expresión, la tolerancia, y el derecho a pensar distinto. Fue un mensaje oscuro hacia el pluralismo y la convivencia democrática.
Sin embargo, como medio, como equipo humano y como comunidad, EL CHUBUT siguió adelante. Entre cenizas, humo y dolor, se impuso la decisión de continuar haciendo lo que mejor sabemos hacer: informar.

Cada redactor, diseñador, fotógrafo, chofer y canillita de esta casa periodística sabe lo que significó esa noche. Sabe del susto, del caos, del ruido de vidrios rotos y del temor de perderlo todo en segundos. Pero también sabe de la fuerza que surgió después, de la solidaridad que llegó desde cada rincón de la provincia y de los abrazos silenciosos entre compañeros que, sin decir palabra, entendían que había que volver a empezar.
Hoy, a casi cuatro años, no buscamos revivir el dolor ni los detalles de aquella jornada oscura. Lo que buscamos es recordar que la justicia sigue ausente, que las preguntas permanecen sin respuesta, que los culpables no pagaron por lo que hicieron. Y eso duele tanto como el fuego mismo.

El ataque a El Chubut fue un ataque a la democracia, a la convivencia y al respeto. No hay justificación posible para la violencia. Ninguna causa, por más legítima que parezca, puede sostenerse sobre la destrucción o el odio.
Desde entonces, cada edición que sale a la calle es también una reafirmación de ese compromiso con la verdad, la libertad y el trabajo, los mismos valores que el fuego intentó consumir aquella noche.
Porque seguir informando, seguir escribiendo, seguir estando es, en sí mismo, una forma de justicia. Aunque la otra, la que debe venir de los tribunales, todavía esté en deuda con todos.
