Como casi todos los hechos deportivos que protagonizó en su carrera, el paso del tiempo lo transformó en trascendente elevándolo -en algunos casos- a la categoría de mito. Aquel regreso de Diego Armando Maradona al fútbol argentino, pero puntualmente a un Boca Juniors que buscaba afianzarse como líder del torneo Apertura, significó un cimbronazo.
Y definitivamente, una vez ocurrido lo que ocurrió, con declaraciones que se erigieron en sentencias y dejaron huella, ese sábado 7 de octubre de 1995 representó una fecha histórica para el fútbol argentino.
En la Bombonera, Boca le ganó por 1-0 a Colón de Santa Fe por la novena fecha del certamen. Y durante esa jornada soleada, el eterno capitán del seleccionado argentino, campeón mundial en México ’86, vestía otra vez la camiseta azul y oro, luego de casi 14 años.
La gira por territorio asiático (China y Corea del Sur) diseñada días antes por el equipo que dirigía Silvio Marzolini apenas sirvió de preparación para mitigar tanta ansiedad. Es que Diego recién había terminado de cumplir la sanción por doping de 15 meses, que le impuso la FIFA, tras Estados Unidos ’94, cuando al ‘10’ le “cortaron las piernas” por consumo de efedrina.
En ese lapso que duró la suspensión como jugador, Maradona continuó cerca de la actividad y dio sus primeros pasos como entrenador en Deportivo Mandiyú de Corrientes y Racing Club, sin el éxito que él mismo hubiera esperado.
Al momento de regresar al club de la Ribera, el equipo de Marzolini (quien también había sido su DT en el Boca campeón del Metropolitano 1981) comandaba la clasificación y lucía invicto
Valores de la jerarquía de Carlos Navarro Montoya, Alberto Márcico, Fernando Gamboa, Néstor Fabbri, Cristian ‘Kily’ González, Blas Giunta, Sergio ‘Manteca’ Martínez y Claudio Caniggia, entre otros, componían un plantel que tenía todo para consagrarse y se “mancó” en las últimas tres jornadas.
Diego se unió a ellos, con un objetivo único: repetir la vuelta olímpica que había dado con la misma camiseta, catorce años antes. Ese campeonato definido mano a mano con el sorprendente Ferro de Carlos Timoteo Griguol se transformó en el único título local de su inmensa trayectoria deportiva.
El estadio se preparó para vivir una auténtica fiesta popular. Hubo rock and roll con la presencia de amigos del crack como Juanse Gutiérrez y Fabián ‘Zorrito’ Quintiero (Ratones Paranoicos), quienes llevaron a Charly García para garantizar una jornada memorable. Además, un admirador del ‘10’, que luego forjó con él una entrañable amistad, llamado Andrés Ciro Martínez (Los Piojos) se animó por primera vez ante una multitud a tocar las estrofas del Himno Nacional Argentino, munido únicamente de una armónica.
En la previa del partido, Dalma y Giannina, dos de las hijas del ídolo (las que tuvo con Claudia Villafañe), aparecieron de un envoltorio que simulaba ser una caja de regalos y se abrazaron a su padre, que rompió en llanto.
Todo ese clima festivo del comienzo no se trasladó al campo de juego, una vez que el árbitro Francisco Lamolina hizo sonar el silbato por primera vez. Es que enfrente, el Colón del trabajador Enzo Trossero, opuso una férrea resistencia al puntero y le plantó batalla en todos los sectores de la cancha.
El encuentro resultó tan disputado y áspero, que la paridad recién se rompió en favor del Xeneize, casi sobre el final, cuando Darío Scotto cabeceó un centro del Kily González y batió la oposición de Leonardo Díaz para decretar el ajustado 1-0.
En el tramo final del primer período sobrevino, además, el episodio que garantizó la inmortalidad de aquel sábado de hace tres décadas.
Tras una infracción de Caniggia sobre Dante Unali, lateral del Sabalero, se produjo un forcejeo y Julio César Toresani, en aquel momento mediocampista del elenco rojinegro, salió a “copar la parada” en procura de defender a su compañero. Maradona también se acercó a la zona de conflicto y el árbitro Lamolina expulsó a Toresani, únicamente, al aplicarle una segunda amonestación
“A mí me echó (Diego) Maradona, sin dudas. Y después lo que diga Maradona cuando escuche esto, no me importa un carajo. Quisiera tenerlo enfrente para ver si me dice lo que me dijo que después del partido me iba a agarrar. Lo iría a buscar a la casa” desafió el enojado mediocampista, que luego vistió la camiseta xeneize y que falleció en abril de 2019.
En tiempos en los que portar teléfonos celulares era para privilegiados y no existían las redes sociales, Maradona pudo enterarse -casi al instante- de lo que su “ocasional contrincante” sostenía en el camarín visitante de La Bombonera. Y la respuesta fue filosa, bien al estilo del 10
“A ver si este Toresani, que no existe, tiene cara para preguntarle a Lamolina, a quien le dije que no lo eche. Y lo juro por mis hijas”, sentenció Diego
“Lo vuelvo a repetir, a Toresani, Segurola y Habana, 4310, séptimo piso. Y vamos a ver si me dura treinta segundos”, redobló la apuesta.
Como la mayoría de las discusiones que ocurren en un campo de juego, la sangre no llegó al río y no hubo posteriores entreveros ni enfrentamientos cara a cara. “Lo que se dice y hace en la cancha queda en la cancha”, tal como se suele decir.
Es más, Maradona y Toresani disfrutaron de una cordial relación entre sí, cuando el ‘Huevo’ pasó a desempeñarse en Boca, a partir de la temporada 1996 y hasta 1997.