LECTURA DEL FIN DE SEMANA

¿QUIÉN ES EL INTRUSO?

Por Marcelo Melideo

Nací bajo un peñasco, donde el viento suena distinto con cada estación. Madre me enseñó allí a moverme sin ruido, a dejar solo una sombra con mi paso. Mirando la piedra y el cielo aprendí el idioma de la espera, el crujido del guanaco, el temblor del pasto seco, el vuelo bajo de los cauquenes. Creía estar solo en la montaña.

Nací bajo un peñasco, donde el viento suena distinto con cada estación. Madre me enseñó allí a moverme sin ruido, a dejar solo una sombra con mi paso. Mirando la piedra y el cielo aprendí el idioma de la espera, el crujido del guanaco, el temblor del pasto seco, el vuelo bajo de los cauquenes. Creía estar solo en la montaña.

El silencio de los días y noches se fue llenando de sonidos que no conocía. El zumbido de máquinas que cortaban el cerro, el rumor metálico de las cercas, hombres que trajeron vacas, alambrados, perros que ladran sin descanso. Algunas veces cuando el hambre, bajé hasta sus corrales, aunque la nieve lo cubría todo y el viento soplaba y mostraba sus dientes.

Me siguieron con linternas. Corrí entre los matorrales, sentí disparos que atravesaron el aire, un fuego en la noche, una herida en el alma. Desde entonces desconfío de las luces.

Me escondí en las quebradas, donde el río aún serpentea entere las piedras. Allí el mundo conserva su pulso antiguo. En verano los choiques bajan a beber y yo los miro pasar. 

Otros humanos vienen con cámaras. Caminan despacio, creyendo que me buscan. Pero nunca me ven. Soy una sombra detrás del calafate, un parpadeo entre coirones. En una carpa en el valle vi un libro abierto junto al fuego. En sus páginas vi mi nombre: puma con color, especie en riesgo. 

He visto incendios avanzar como animales ciegos. He visto lagos reducirse hasta volverse espejos rotos. Sin embargo, el viento sigue soplando mi nombre sobre las rocas. En cada ráfaga viaja parte de mi memoria. Sólo quiero permanecer, ser parte del silencio que queda cuando toda calla. Dicen que soy invisible. Pero no lo soy. Estoy en los ojos del que aprende a mirar sin ruido. Estoy en el rumor del agua cuando el viento cesa. Estoy en la sombra que cruza el amanecer. Se que la tierra me sueña, aunque ya casi nadie la escucha.

 

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