UN RELATO IMPERDIBLE QUE «DEPORTES CAPITAL» QUIERE HACERLES LLEGAR

«Ale» y Niko», una historia de amor y fútbol

Los inescrutables caminos de la vida con sus múltiples gambetas tejen historias a diario que sueltan y liberan vivencias esenciales de la infancia en personas que vuelven a encontrarse cuando el destino «les manda un pase a lo Riquelme» y terminan abrazados en ese grito de gol que en el arco de la vida se festeja sin parar.

por REDACCIÓN CHUBUT 16/05/2018 - 14.31.hs

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Esta historia es como muchas y a la vez es distinta a todas, cuya autoría pertenece a «Abel Sanantonio», alguien quién interiorizado de ella sintió la necesidad de compartirla de la manera que textualmente DEPORTES CAPITAL la da a conocer a continuación.  
Es la historia de Alejandra y de Nicolás. De «Ale» y de «Niko» y de su amor por Germinal.
En este fin de semana sin fútbol -debemos hacer la salvedad que esta historia fue relatada hace más de tres años- , donde la lluvia dijo «paráte», te la vamos a contar con las mismas palabras que la conocimos.
La historia de Ale y Niko es una historia de amor y fútbol o si se quiere de fútbol y amor.
Hace muchos años atrás las 490 Norte fueron el escenario para que esa «cachetona» hija de Don Jorge Saldivia conociera a ese negrito «patas flacas» hijo de Fabián Flores («es más chico que yo» aclara) y más allá de algún tirón del pelo, un cascotazo, una burla o una broma no se extendió mas allá esa relación de vecindario.
El «fulbito» en la calle ya mostraba que «Niko la pisaba» y era «el que hay que marcar» en esos interminables partidos que duraban hasta que las madres hacían la voz del estadio y mandaban «a comer» o saltaba «el último gol gana» entremezclando el festejo con el raje de «cada uno a su casa». 
La escuelita de fútbol que tenía el papá de «Necu» que se llamaba «Sol del Mar», fue el paso inicial para que mostrara que «estaba para más» y lo empezaron a poner en categorías más grandes, «acariciaba la pelota» decían.
Colegio («fuimos a la 202 en el corazón del barrio»), fútbol, algún que otro cumpleaños los iba acercando, mientras «Niko» hacía todas las inferiores en Germinal y empezaba a apuntar «para algo más».
La tentación de «irse afuera a jugar a la pelota», lo llevó a Santa Fe donde no de-sentonó hasta que 4 o 5 años más tarde, una lesión «lo dejó afuera».
Volvió a Rawson, «lamiéndose las heridas» y se encontraron con que él «negrito patas flacas» era un hombre y «la cachetona (hija de Don Saldivia) era toda una mujer.
Un relámpago les iluminó el alma y comenzaron a vivir «los más maravillosos 6 años de mi vida» reseña «Ale» con los ojos brillando por «la ceniza del volcán chileno».
«Niko» volvió a su amor deportivo para encontrar el amor de su vida.
Torneo Argentino, torneo local, amistosos, entrenamientos tuvieron en la tribuna del «El Fortín» a «la Ale» acompañando y visitando Comodoro, Caleta, Esquel, Madryn, Trelew, Gaiman, Dolavon y toda la geografía que Germinal debe recorrer cada año para mantener el prestigio de ser «el más grande de toda la Patagonia», nos dice.
La bendición de tener a Yael, su hija, (significa pureza en árabe), a veces le impedía acompañarlo y entonces las esperas eran angustiosas, escuchando por la radio «lo que hacía el Verde y en él, el pibe de buen pie que mandaba en la mitad de la cancha».
Decidieron «enchamigarse» como dicen en el Norte y comenzaron a caminar juntos por la vida, si todas las cosas los acercaban más que alejarlos.
Yael encontró a su «papá del corazón» y «Ale» a la mitad que le estaba faltando.
El cielo se tocaba con las manos y la felicidad era completa.
Sin embargo, allá a lo lejos, una nube de tormenta comenzaban a avanzar presagiando la desgracia.
A fines de 2011, la vida le hizo a Niko, una zancadilla al futuro cuando el árbitro de su tiempo le cobró «una enfermedad terminal», pero la «roja directa» los hizo tambalear pero no los sacó del partido.
Al contrario, comenzaron a jugarlo juntos, de «doble cinco» para intentar ganarlo. Quirófano y quimioterapia como a Jonás Gutiérrez (el argentino de Vélez que jugaba en Newcastle de Inglaterra), no dieron el resultado esperado.
Su decisión lo mantuvo en la cancha en silencio. Nadie sabía lo que le pasaba. Siguió jugando en Germinal y «Ale» siguió colgada del alambrado dejando pedazos de su alma en cada partido.
Hubo que cambiar de cancha y el partido se comenzó a jugar en Buenos Aires. 
Era tiempo de descuento. El resultado ya estaba definido. Fueron 3 días nada más y el 4 de noviembre de 2013, «Niko el negrito de patas flacas» dijo basta y se fue.
A la semana, de local, «la hinchada que no deja de alentar» le rindió su homenaje en forma de canción por todas las alegrías recibidas y desde ese día en el alambrado hay una bandera «que pinto Necu («El Cholo») que lo recuerda y nos acompaña todos los partidos.
Apoyaron siempre, juntaron plata, acompañaron y lloraron junto a mí y Yael» dice Alejandra Saldivia con la sonrisa simple de las buenas personas.
Cuando Niko partió, «el vacío que dejó fue tan grande que un poco por necesidad y otro poco por amor, volví a Germinal donde jugué al hockey durante 11 años, quería seguir cerca de lo que ambos amábamos y me crucé con una gran persona, con «El Cholo», con «Necu» o cómo quiera que se lo llame, sí, todos lo conocen... y le pregunté si no iban a hacer fútbol femenino, que estaba comenzando a practicarse en la zona y quería mandar a Yael, me dijo que no, pero si quería tal vez algo se podía hacer y arranqué con esta locura linda del fútbol femenino de Germinal».
«El equipo se armó, se entrenó, se preparó y «El Cholo» le fue buscando el puesto a cada una, estaba junto a mi hija jugando juntas en el mismo equipo (más tarde Yael, que quería saber lo que sentía su papá en la cancha, dejó la práctica del fútbol), y así llegamos al primer partido del campeonato del año 2014. 
Vestuario, últimas instrucciones y reparto de camisetas, me quedé helada, no sabía si reír o llorar. No sabía que hacer. 
Cuando fuimos locales contra La Ribera en «El Fortín» me dijo «entra Ale, hoy tenés que ser más fuerte que nunca, por vos, por tu hija y por Niko. Tenés que estar orgullosa de la camiseta que usás y de la cinta de capitana que te has ganado en Germinal y en la vida,  y así entré, llorando, yo era Niko y él estaba en mí, saludé y caminé despacito hasta donde estaba su bandera y le di un beso, lo demás es historia conocida». Y es cierto, el resto es historia conocida porque «Ale» además de ejemplo, guía y consuelo para las más jóvenes, es quién lava las camisetas, la primera en llegar y la última en irse, es la «Gran Capitana», la que se impone en el medio campo por presencia y por juego, es la que dice «estaba enojada con la vida porque me quitó aquello que amaba y ahora estoy feliz porque la misma vida me devolvió las sensaciones de su presencia, en la misma camiseta mojada por el esfuerzo, en el mismo césped, los mismos botines, las medias, la misma camiseta con los mismos colores y hasta me dejó una hija que era de Boca y por él se hizo de River. Germinal es mi vida y «El Cholo» Neculhueque fue la puerta...».
«Cuando Niko se dio cuenta que su partido terminaba, desde la cama donde estaba, me susurró al oído mientras su mano tomaba la mía y sus ojos guardaban esos momentos «Ale, no llores...nuestro amor será eterno» y eso se convirtió en un tatuaje que llevo en mi brazo izquierdo. Además tengo en mi tobillo izquierdo su nombre y una pelota, que es el instrumento que nos unió en esta pasión que se llama fútbol, y fútbol en Germinal».  
Un fin de semana sin fútbol. Linda oportunidad para conocer historias, historias desconocidas de personas conocidas, historias de vida, de amores y desilusiones, historias tan pequeñas que son inmensas, historia de Ale y Niko o la forma de ver la vida en verde y blanco.
Linda oportunidad para conocerla, justo hoy que se cumple un año y seis meses... (esta nota fue escrita en el mes de Mayo del 2015) gratificaciones que te da esta vida de escribidores que sin la habilidad de «Ale y Niko», para jugar a la pelota, lo hacemos desde el teclado imaginando «el picadito que se están haciendo en el cielo con Osvaldo López, con «Niko» en el medio campo, con «Pitoto» en el arco y «Lalo» desde la línea de cal y de a ratos poniéndose los cortos para marcar otra vez la punta, como era entonces».
 

 

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