Estilo y Vida

La historia de una mujer trans secuestrada en la dictadura: “No voy a olvidar las heridas que llevo”

Valeria del Mar Ramírez fue sometida durante 14 días a abusos y violaciones en el ex Pozo de Banfield. Después de 46 años, será querellante en un juicio por crímenes de lesa humanidad. Con su testimonio quiere representar a 400 personas desaparecidas de la comunidad LGBT+.

por REDACCIÓN CHUBUT 03/05/2022 - 18.34.hs

Valeria del Mar Ramírez, que va a declarar en las próximas semanas, es la primera mujer trans querellante en un juicio de lesa humanidad. Durante la última dictadura militar, en una racia, la secuestraron y la llevaron al Pozo de Banfield, uno de los centros clandestinos de la zona sur del conurbano bonaerense.

 

En el Pozo de Banfield, fue víctima de abusos y violaciones. Tras 14 días de detención, un abogado logró liberarla mediante un habeas corpus.

 

Hoy, 46 años después, su participación en el Juicio Brigadas -en el que 18 represores fueron acusados de torturar y abusar de personas- será clave para visibilizar otras 400 personas de la comunidad trans desaparecidas durante la dictadura militar.

 

Valeria es la actual secretaria de Derechos Humanos de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar). Se autopercibió mujer a los ocho años y desde ese momento luchó por ser aceptada. El momento en que contó lo que le pasaba fue muy duro: tuvo que soportar los golpes de su mamá y las burlas de su compañeros.

 

“Mi mamá no lo aceptaba, me veía con sus vestidos y sus zapatos y me corría por toda la casa”, contó a TN. Durante la secundaria su padrastro intercedió y logró que la madre cambiara de actitud. Hoy, Valeria reconoce que ella fue fundamental en su camino.

 

Su madre era entrerriana y a los 15 años llegó a Buenos Aires para trabajar en casas de familias. Valeria nació en 1956 y a cuando tenía ocho años, su mamá se enteró de que ella se autopercibía mujer. “Descubrió que me perfumaba, me levantaba el guardapolvo, usaba pantalones cortos y del colegio la llamaron para saber qué me pasaba”.

 

La llevaron al psicólogo. Finalmente, su padrastro intercedió y logró distender la relación con su mamá. Así lo contó Valeria: “Cuando estaba en la secundaria, él me dijo que estaba conforme con la vida que yo había elegido”.

 

La escuela tampoco fue fácil: “La terminé porque no quería ir. Me cargaban, me decían mariquita y pedía de ir al baño en clase para no ir en los recreos”, expresó.

 

El ingreso al mundo de la prostitución

Al terminar la secundaria, Valeria conoció a un grupo de chicas trans. “En esa época la prostitución era la única salida laboral”. Una de ella, llamada “Sarita”, fue su madre en la calle. La llevó a inyectarse silicona líquida. Tiempo después se operó las caderas, los glúteos y las piernas.

 

Empezó a trabajar en Camino de Cintura y aprendió los códigos de la calle: Tenía que pagar la plaza a la chica que me regenteaba y después pagarle al jefe de calle. Trabajar era mi mundo. El mundo de sentirse una mina”, dijo.

 

El Pozo de Banfield: abusos, torturas y violaciones durante 14 días

Tiempo antes de ser secuestrada, la policía la detuvo. Junto a su amiga Romina estuvieron un día y medio en la comisaría de Banfield.

 

A fines de octubre de 1976, un Falcón llegó hasta donde estaban parando y se las llevó: “Nos agarraron de los pelos y nos metieron adentro del coche. Pregunté por qué nos llevaban y me dijeron que me callara si quería pasarla bien”.

 

Nunca les vendaron los ojos, así que pudo ver la hilera de “buzones”, esas pequeñas celdas de castigo individual. “Cuando llegamos abrieron un portón de chapa y entraron el auto. Había un gordo, no me lo olvido más. Él dijo ´déjenmelas acá que aviso que trajeron a las cachorras que habían pedido´”, contó.

 

Allí vivió un verdadero infierno. “Venían jefes y oficiales a satisfacer sus necesidades y si no les hacíamos sexo oral no comíamosEran salvajes, nos pegaban, pero no nos dejaban marcas. Jamás me voy a olvidar las heridas que llevo”, reveló.

 

En el Pozo de Banfield presenció uno de los tantos nacimientos que hubo en centros clandestinos. Según cuenta, un día se estaba bañando y sintió un llanto similar al de un niño recién nacido en el buzón que estaba justo al lado. “Entró una chica flaquita llena de sangre y le dijeron que limpie toda su mugre. Puse a llenar el balde para ayudarla y oí ´qué hace el puto ese ahí´. Ahí mismo me agarraron del pelo, me arrastraron y me dejaron desnuda un día entero adentro del buzón”, contó.

 

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Su salida del Pozo de Banfield y el camino a la justicia: una lucha que aún continúa

Valeria es una de las impulsoras de la consigna “fueron 30.400″ que visibiliza a las 400 personas de la comunidad LGBT+ que fueron víctimas del terrorismo de Estado y su testimonio en el Juicio Brigadas será clave. “Declaro para que se animen. Tengo muchos amigos que no contaron lo que les pasó”, dijo a TN.

 

Considera que el estado está en deuda con el colectivo: “Nosotros no estamos en democracia, hay leyes que no se respetan. La culpa es de la sociedad y del estado, que todavía no nos admite. No entramos a vivir en comunidad”, reflexionó.

 

El juicio se reanudó el martes, pero Valeria declarará en las próximas semanas. De las 253 personas que fueron torturadas en el Pozo de Banfield, 97 permanecen desaparecidas y al menos 16 son mujeres que dieron a luz en la maternidad clandestina.

 

Fuente: TN

 

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