LA COLUMNA DE SUSANA

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS

por REDACCIÓN CHUBUT 25/09/2024 - 11.07.hs

Fragmentos

 

CAPÍTULO UNO:

 

“Era una cautiva abisinia con siete cuartas de estatura, embadurnada de melaza de caña en vez del aceite comercial de rigor, y de una hermosura tan perturbadora que parecía mentira. Tenía la nariz afilada, el cráneo acalabazado, los ojos oblicuos, los dientes intactos y el porte equívoco de un gladiador romano. No la herraron en el corralón, ni cantaron su edad ni su estado de salud, sino quela pusieron en venta por su sola belleza.El precio que el gobernador pagó por ella, sin regateos y de contado, fue el de su peso en oro.

 

CAPÍTULO DOS:

 

“La niña, hija de noble y plebeya, tuvo una infancia de expósita. La madre la odió desde que le dio de mamar por la única vez, y se negó a tenerla con ella por temor a matarla. Dominga de Adviento la amamantó, la bautizó en Cristo y la consagró a Olokun, una deidad yoruba de sexo incierto, cuyo rostro se presume tan temible que solo se deja ver en sueños, y siempre con una máscara. Traspuesta en el patrio de los esclavos,Sierva María aprendió a bailar desde antes de hablar, aprendió tres lenguas africanas al mismo tiempo, a beber sangre de gallo en ayunas y a deslizarse por entre los cristianos sin ser vista ni sentida, como un ser inmaterial.Dominga de Adviento la circundó de una corte jubilosa de esclavas negras, criadas mestizas, mandaderas indias, que la bañaban con aguas propicias, la purificaban con la verbena de Yemayá y le cuidaban como un rosal la rauda cabellera que a los cinco años le daba a cintura. Poco a poco, las esclavas les habían ido colgando los collares de distintos dioses, hasta el número dedieciséis.”

 

CAPÍTULO TRES:

 

“Sierva María estaba sentada cerca de la puerta principal, entre dos guardianas distraídas, y apenas si probaba bocado. Le habían puesto una bata igual a la de las novicias, y las chinelas todavía mojadas. Nadie la miró mientras comían, pero al final varias novicias la rodearon para admirar sus abalorios. Una de ellas trató de quitárselos.Sierva María se encabritó. A las guardianas que trataron de someterla se las quitó de encima con un empellón. Se subió en la mesa, corrió de un extremo al otro gritando como una poseída verdadera en zafarrancho de abordaje. Rompió cuanto encontró a su paso, saltó por la ventana y desbarató las pérgolas del patio,

 

alborotó las colmenas y derribó las talanqueras de los establos y las cercas de los corrales. Las abejas se dispersaron y los animales en estampida irrumpieron aullando de pánico hasta en los dormitorios de la clausura.““Al fondo del salón, en un espacio más reducido, había una estantería cerrada con puertas de tablas ordinarias. Era la cárcel de los libros, conforme a los espurgatorios de la Santa Inquisición, porque trataban de “materias profanas y fabulosas, e historias fingidas”. Nadie tenía acceso a ella, salvo Cayetano Delaura, por licencia pontificia para explorar los abismos de las letras extraviadas.”

 

“Aquí” dijo el marqués. “Pudriéndome”.

 

“Apartó con una mano lánguidalas telarañas de la siesta y se sentó en la hamaca. Cayetano se excusó por entrar sin ser invitado.Elmarqués le explicó que nadie hacía caso del aldabón porque se había perdido la costumbre derecibir visitas.Delaura habló en tono solemne: “El señorobispo, muy atareado y mal del asma, me manda en representación suya”.Una vez cumplido el protocolo inicial, se sentó junto a la hamaca y fue al asunto que le abrasaba las entrañas.”Gabriel García Márquez

 

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