Regionales

Volviendo al camino equivocado y tropezando con la misma piedra

Cuando uno se pregunta cuál es la razón por la cual los grandes ciclos político-económicos de nuestro país se cierran con un fracaso, se ve retrospectivamente que, ante la disyuntiva crítica donde se juega el futuro, casi siempre elegimos el camino equivocado.

Y en estos actuales momentos de incertidumbre creo necesario dar una sintética y cronológica mirada de lo ocurrido en nuestro país estos últimos años para ilustrar fundamentalmente a los más jóvenes, o sea aquéllos que no tuvieron relación con el pasado. Ex profeso y por su magnitud e importancia social, dejo el período de Perón para un análisis más profundo.
En 1895 Argentina era el país más rico y con el PBI más alto del mundo. Y como dato ilustrativo les recuerdo que, en ese momento la mitad del PBI de toda América Latina incluido Mexico, era argentino. El 50% restante se repartía entre el resto de los países americanos.
En 1930 se produce la gran crisis de la economía mundial que afectó fuerte a la Argentina, ya que el intercambio comercial se vio muy disminuido.
En este año bisagra, signado por la primera revolución militar del siglo que derroca al presidente Hipólito Yrigoyen después 76 años de continuidad no interrumpida de mandatos constitucionales, se iniciaría un largo camino marcado por la escasez de recursos económicos del Estado Nacional, que fue financiado con mayores impuestos sobre el sector exportador sin que este hubiera incrementado un crecimiento equivalente, lo que provocó una baja en la producción industrial y el aumento del desempleo. Hasta la letra de un famoso tango que antaño interpretó Tita Merello y que en uno de sus versos dice: «donde hay un mango viejo Gómez, de manguero doctorao, que no lo puedo encontrar» y hace referencia a la pésima situación de sequía por la que pasaban nuestros ancestros.
Primera gran equivocación y gran sorpresa internacional ante el golpe militar que interrumpe el mandato de un Presidente electo democráticamente.
En 1943 y en plena Segunda Guerra Mundial, comienza en Argentina una seguidilla de golpes institucionales provocados por unas FFAA pseudo nacionalistas y simpatizantes del nazismo que nos alejaron de una postura de neutralidad afín a los Países Aliados, para alinearnos virtualmente con la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y el Japón de Hirohito. En pleno conflicto bélico cambiamos de caballo pasando automáticamente al bando de los futuros derrotados.
Por esos años Brasil solo representaba el 20% del PBI de Argentina. Pero al finalizar la guerra, Brasil recibió la importante ayuda económica del Plan Marshall por haber participado en la contienda a favor del bando aliado. Y ahí cambió su historia.
Esa fue nuestra segunda gran equivocación.
En 1960 el doctor Arturo Frondizi, un verdadero estadista, era el presidente de la República, y por primera vez Argentina se autoabasteció en petróleo mediante el concurso de YPF y de empresas extranjeras, rompiendo nuestra histórica dependencia de la importación y ahorrando así un importante monto de divisas. En aquella época Japón recién arrancaba, China y Corea no existían y nosotros veníamos a bordo de un tren de primera a buena velocidad. Teníamos todo en nuestras manos para volver a ser la potencia de Latinoamérica.
Sin embargo a Frondizi le fue difícil gobernar en medio de más de 30 asonadas militares y continuos y bien programados paros sindicales que terminaron en el golpe de Estado que lo derrocó en 1962.
Aquí también, en pleno despegue económico y político, el garrote de la intolerancia nos sacó de la autopista del progreso y nos mandó al banco de suplentes. 
Tercera equivocación. En tanto el PBI de Brasil ya nos superaba holgadamente.
En 1982 el camino equivocado fue la pésima evaluación de un gobierno militar que intentó la desgraciada aventura de recuperar Malvinas por las armas apostando a la derrota de Gran Bretaña. El principal socio de los Estados Unidos. 
La sangre derramada por nuestros hermanos combatiendo con valentía en soledad, sin aliados y total inferioridad técnica, será eterno recuerdo de un genocidio provocado por dirigentes incapaces, que esperaron con ingenuidad infantil hasta último momento por el veto ruso en el Consejo de Seguridad de la ONU, y la ayuda militar de Rusia y países latinoamericanos que nunca llegó. Solo Israel nos vendió el armamento que llegó a Argentina vía triangulación por Perú. Mientras que el gobierno militar de Chile hacía su negocio dando apoyo continental a los ingleses.
El análisis coyuntural de este hecho considerado imprevisible en el contexto internacional, fue muy desfavorable para nuestro país y se evidenció en otro retroceso.
Cuarta equivocación. Mientras tanto Brasil ya duplicaba el PBI Argentino.
En 1989 deja la presidencia Raúl Alfonsín electo en 1983. Fue el hombre de la Democracia, del juicio condenatorio a las Juntas Militares y de la Conadep que investigó todo lo relacionado con los ciudadanos desaparecidos durante la dictadura militar.
Asume entonces Carlos Menem, en un proceso inflacionario difícil de controlar que se prolongó hasta 1991, en que «bancó» a su ministro de Economía, Domingo Cavallo, que apagó el incendio inflacionario implementando un plan de emergencia basado en una relación cambiaria de paridad fija entre el peso argentino y el dólar estadounidense. Se llamó la Convertilidad o el uno a uno, y un peso era más o menos igual a un dólar. La condición de hierro era que la emisión de pesos solo fuera posible en correspondencia a un incremento equivalente de dólares, para lo cual era necesario producir y exportar más.
La inflación bajó del 1.350% al 25% anual y comenzó un período de estabilidad monetaria que duró casi una década, en que se podía preveer el futuro y hacer viable el ahorro.
El sistema fue muy bueno, pero el incremento del gasto público sin ingresos genuinos y financiado con emisión y nuevo endeudamiento externo, sumado a la sobrevaluación del peso fue deteriorando la competividad de los productos argentinos. Se exportaba poco, se importaba mucho, las empresas cerraban, el desempleo llegó al 35% y la situación era insostenible. Un nuevo fracaso se avecinaba.
En 2001 El Corralito (Fernando de la Rúa) y el Corralón (Eduardo Duhalde). Con una economía cayendo desde 1998 el descontento era muy grande y la gente que durante gran parte de la bonanza del ciclo anterior había ahorrado en dólares y en pesos se despertó el 1º de diciembre de 2001 con la mala noticia que el Gobierno había congelado todas las cuentas bancarias, nadie podía retirar más que una pequeña cantidad de pesos y aquel que había depositado mil dólares en realidad, por la devaluación posterior (enero 2002) solo recibiría doscientos cincuenta, con el agravante de la conversión forzosa de dólares a pesos. 
Las protestas que venían produciéndose obligaron al presidente Fernando de la Rua a instaurar el Estado de Sitio la noche del 19 de diciembre de 2001, que resultó ser la noche trágica, por cuanto terminó en una violenta represión que dejó el desgraciado saldo de casi 40 muertos. 
Campeones del Mundo: el presidente De la Rúa renunció al día siguiente, y por renuncia anterior del vicepresidente electo (Chacho Alvarez) y en virtual acefalía, se produjo un período de desconcierto total en que Argentina tuvo cinco presidentes distintos en solo diez días, a saber, de la Rúa, Puerta, Rodríguez Saa, Camaño y Duhalde, un verdadero récord mundial. Recayendo al fin la Presidencia en el último de los nombrados y coincidiendo ese período con el 55% de pobreza, que fue el valor más alto registrado hasta ese momento.
Si bien nuestros gobiernos nos roban día y noche con la inflación endémica que provocan los gastos sin respaldo, la expropiación compulsiva de los depósitos bancarios instrumentada por el tandem de la Rúa, Cavallo y Duhalde fue la más vergonzosa y descarada acción que un Estado chambón haya hecho sobre los ahorros de su propio pueblo.
Una vez más nuestros gobernantes tomaban el camino equivocado con una pésima elección al elegir el default, y Argentina se convertiría en un paria internacional durante quince largos años. Quinta equivocación.
2003-2021: El gobierno del presidente Duhalde, entretanto, hizo el «trabajo sucio» y pudo acomodar algunas variables económicas pero no logró ni intentó salir del default de 100.000 millones de dólares de deuda en cesación de pagos que se extendió desde 2001 hasta principios de 2016.
Los gobiernos posteriores de Néstor y Cristina Kirchner entretanto, se vieron favorecidos por los altos precios internacionales de los productos agroganaderos, e iniciaron el pago de la deuda en default. Pero en realidad, los verdaderos pagadores de esa fiesta fue nuestra gente del campo a partir de su eficiencia, de las buenas cosechas que obtuvieron y de los impuestos confiscatorios que les aplicaron. Como se vio y como siempre, la plata nunca la ponen los políticos responsables del endeudamiento.
Resumiendo, el gobierno de Mauricio Macri, continuador de los Kirchner, levantó el default a principios de 2016 pagando a los fondos buitre con acuerdo del Senado, la cifra de 9.300 millones de dólares que permitieron a la Argentina volver a los mercados internacionales. 
El presidente Macri, por otra parte, dejó en 2019 al término de su mandato una deuda externa que llegaba a un total de 320.000 millones de dólares.
Alberto Fernández llega al tercer trimestre de 2021 superando el máximo histórico de la deuda argentina, alcanzando la cifra récord de 343.000 millones de dólares.
Mientras tanto, el PBI de Brasil ya es casi cuatro veces mayor que el nuestro.
Año 2022. Actualmente estamos ante otra bifurcación de caminos muy crítica porque quedamos muy debilitados. Sin resto de plata, con muchas deudas, con muchos pobres, y con muy poco caudal intelectual para resolver los problemas. Percibiendo además una alarmante desorientación en nuestros gobernantes que confunden Gobierno con Partido y aducen como causal válida de un cuasi default provocado por propia impericia, que la culpa la tuvo el otro, como si vinieran de Mongolia y recién tomaran contacto con la realidad.
Una lamentable realidad que se construyó en democracia durante los últimos treinta y nueve años en que gobernaron, alternativamente, ocho años los radicales (centro izquierda), cuatro Cambiemos (centro) y veintisiete años las distintas variantes del justicialismo. La sumatoria de todas sus responsabilidades es el mal resultado que está a la vista.
Frente a esta difícil coyuntura que ya provocó la implosión del partido gobernante, este es el momento en que resulta imprescindible la unidad monolítica de la Nación guiada por la mano capaz de un piloto de tormentas, que lamentablemente aún no vemos en el horizonte.
Estoy convencido y por ello propongo después de haber transitado durante setenta años por la repetición casi calcada de los mismos errores, que tengamos memoria y no escuchemos los cantos de sirena, dejando de lado las falsas promesas facilistas e impracticables en que tantas veces confiamos. El futuro no será fácil, solo espero que no tropecemos nuevamente con la misma piedra y se ilumine el pensamiento de nuestro pueblo al momento de elegir, exigiendo al arco político el cumplimiento de planes de gobierno concretos que permitan de una vez por todas el despegue social y económico de nuestro país.
Es mi pequeño aporte.

 

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