Puerto Madryn

La Noche del asesinato de “Cacho” Espinosa

por REDACCIÓN CHUBUT 29/01/2025 - 09.45.hs

*POR GUSTAVO GÓMEZ .-

 

La noche del 30 de enero de 2003, el calor veraniego de Puerto Madryn envolvía las calles en un silencio pesado, apenas interrumpido por el ocasional eco de alguna motocicleta lejana. Esa noche cambiaría para siempre la paz de la ciudad costera y quedaría marcada como el final de una vida y el comienzo de uno de los crímenes más resonantes e impunes en la provincia de Chubut.

 

Raúl “Cacho” Espinosa, empresario pesquero, regresaba a su hogar. Estacionó su BMW negro frente al portón de su casa, sin saber que alguien lo observaba desde las sombras, estudiando sus movimientos con precisión calculada. Junto a él, su esposa, Lorena Gabarruz, embarazada de cinco meses, probablemente sintió la seguridad que brinda un hogar y la promesa de un futuro en familia. Pero todo eso cambiaría en un instante.

 

Cerca de las diez de la noche, en la intersección de las calles Lewis Jones y 25 de Mayo, el destino de Espinosa quedó sellado. Según relataría más tarde su esposa, el sicario, quien parecía conocer a su víctima, se acercó sin apuro y lo llamó por su apodo: “Cacho”. Espinosa, sin prever el desenlace, volteó hacia la voz que lo invocaba. Fue en ese instante cuando el disparo resonó en la noche, un tiro a quemarropa, frío, preciso. Espinosa intentó reaccionar, forcejeando con el asesino en un intento por sobrevivir. Sin embargo, el sicario, tras un intento fallido de disparar nuevamente, huyó rápidamente, perdiéndose entre las sombras.

 

Poco después, Espinosa fue trasladado de urgencia al hospital. A pesar de los esfuerzos médicos, cerca de las once de la noche, falleció. La noticia de su muerte se propagó rápidamente, conmocionando a Puerto Madryn. No era solo el asesinato de un empresario; era un acto que desnudaba la violencia latente en el mundo de los negocios pesqueros y los conflictos económicos que se rumoreaban en torno a su figura.

 

El caso tomó rápidamente relevancia provincial. Los sospechosos, Ademar Araujo, José Domingo Segundo y José Remigio Guevara, enfrentaron el peso de la acusación. Sin embargo, tras dos juicios y años de investigaciones, fueron absueltos por falta de pruebas concluyentes. Con la intervención de 24 jueces y decenas de testigos, la justicia nunca pudo esclarecer quién había ordenado el asesinato ni los motivos detrás del crimen.

 

Los rumores no tardaron en surgir. Algunos hablaban de un ajuste de cuentas en el competitivo mundo empresarial, donde las traiciones y las deudas podían tener un precio alto. Otros mencionaban posibles vínculos políticos que nadie quería mencionar abiertamente. Lo cierto es que la verdad nunca salió a la luz, y el caso quedó archivado en la memoria colectiva como un ejemplo de impunidad.

 

A más de dos décadas de aquella noche que rompió el silencio de Puerto Madryn, el asesinato de “Cacho” Espinosa sigue siendo un enigma. Las preguntas siguen flotando en el aire: ¿Quién ordenó el crimen? ¿Por qué? Mientras tanto, los ecos de aquel disparo aún resuenan en la ciudad, recordando que la justicia, a veces, no llega.

 

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