A 46 AÑOS DE LA TRAGEDIA 

El infierno del “Mataco”, contado por un sobreviviente

por REDACCIÓN CHUBUT 07/01/2025 - 09.40.hs

Era un caluroso mediodía del 4 de enero de 1979 cuando el muelle Storni de Puerto Madryn se vio envuelto en una de las tragedias más impactantes de su historia. El buque pesquero “Mataco”, de 112 metros de eslora, ardía en llamas frente a los ojos atónitos de los vecinos. En su interior, el caos reinaba entre los 83 tripulantes que luchaban por sobrevivir al voraz incendio. Para muchos de ellos, esa lucha fue en vano.

 

Oscar Luna, entonces un joven aprendiz de 18 años, recuerda ese día como el más aterrador de su vida. Ahora, a sus 64 años y retirado como capitán, revive aquellos momentos con una mezcla de tristeza y gratitud por haber sobrevivido.

 

“El Mataco había sido traído de España junto a otros tres barcos gemelos, destinado a procesar merluza en alta mar”, relata Luna. “Era mi primer viaje. Subimos en Bahía Blanca y estuvimos varios días trabajando en el océano. Cuando un motor comenzó a fallar, tuvimos que regresar al puerto de Puerto Madryn. Todo parecía un día más de trabajo. Nunca imaginamos lo que iba a pasar”.

 

Oscar estaba en su camarote, ubicado en la proa del barco, junto a tres compañeros, descansando después de su turno en el pozo del buque, donde se almacenaba el pescado. “Habíamos almorzado y nos fuimos a descansar. De pronto, escuché gritos y un alboroto tremendo. Cuando abrimos los ojos, el camarote estaba lleno de humo. Apenas podíamos respirar. La desesperación era indescriptible”.

 

El fuego, que había comenzado en otro camarote, se propagó rápidamente por la nave. Desde el exterior, las llamas devoraban al Mataco mientras el humo asfixiaba a quienes estaban atrapados dentro. “No conocía bien el barco, lo que complicaba aún más las cosas. Uno de mis compañeros salió corriendo por el pasillo, tratando de encontrar una salida, pero no logró llegar lejos”, rememora con tristeza.

 

La única esperanza de Oscar y los otros tres tripulantes en el camarote era un pequeño ojo de buey. “Nosotros queríamos salir por ahí, aunque parecía imposible. La desesperación era tan grande que no sé cómo logré pasar. Me lastimé el hombro, pero conseguí salir al exterior. Fue como volver a nacer”.

 

Su hermano, que ya había logrado salir a la cubierta, ayudó a Oscar a ponerse a salvo. “Cuando llegué afuera, los gritos y el caos eran desgarradores. Veía a mis compañeros atrapados y sentía impotencia. El fuego avanzaba sin tregua”.

 

Oscar fue llevado al hospital, donde se enteró de la magnitud de la tragedia: cinco de sus compañeros habían fallecido en el incendio, y horas antes, otro tripulante había muerto electrocutado en la sala de máquinas. “Ese día fue una pesadilla de principio a fin. Cuando salí del hospital, no tenía nada. Habíamos perdido nuestras pertenencias, nuestra ropa, todo. Pero la gente de Madryn nos ayudó muchísimo. Nunca olvidaré su solidaridad”.

 

A pesar del trauma, Oscar decidió quedarse en Puerto Madryn, donde construyó su vida. “No tenía familia ni nada aquí, pero esta ciudad me dio todo. Con el tiempo, me radiqué, formé mi familia y seguí trabajando en el mar. Esa tragedia me marcó para siempre, pero también me enseñó muchas cosas que me ayudaron a sobrevivir en una carrera de toda una vida arriba de los barcos”.

 

Hoy, 46 años después, el recuerdo del incendio del Mataco sigue vivo en la memoria de Puerto Madryn y de Oscar Luna, un hombre que sobrevivió al infierno para contar su historia. Una historia de dolor y aprendizaje, que sigue resonando en el puerto como un homenaje a quienes no lograron escapar del fuego.

 

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