Puerto Madryn

El amor es ciego y la locura siempre lo acompaña

Las neurociencias del enamoramiento: cuando el cerebro se enamora.

por REDACCIÓN CHUBUT 02/07/2025 - 20.17.hs

Por Dra Vanina Botta. Especialista en Psiquiatría y especialista en Medicina Legal y Forense

 

La idea de que el amor es ciego ha perdurado a lo largo de la historia. En la tradición grecorromana, Eros o Cupido (dios del amor) es representado con los ojos vendados y con flechas que se dirigían al corazón. Hoy sabemos que las flechas deberían dirigirse al cerebro, ya que el amor es un proceso mental, está en el cerebro.
La idea de que el amor es ciego e irracional también se reflejó en la literatura, la música, la poesía, etc. 
Desde William Shakespeare que popularizó la frase en El mercader de Venecia «El amor es ciego y los amantes no pueden ver las bellas locuras que hacen»  hasta el Indio Solari cantando “Pero dos que se quieren, se dicen cualquier cosa. Ay, si pudieras recordar sin rencor” y la lista de canciones o poesías sería interminable.
Lo cierto es que el enamoramiento implica un impacto directo en el cerebro y se modifica la percepción de la realidad. 
Helen Fisher, antropóloga, psicóloga y neurocientifica ha estudiado el amor por cuarenta años y cómo éste afecta al cerebro. Según sus investigaciones científicas el amor posee tres etapas fundamentales: lujuria (amor loco y ciego, deseo sexual), amor romántico (fase intensa de enamoramiento, pensamientos obsesivos alrededor de esa persona, intensa secreción de Dopamina) y amor maduro o apego.
«El amor es ciego y la locura siempre lo acompaña», dice un antiguo proverbio que, sorprendentemente, hoy la neurociencia puede explicar con precisión. Enamorarse no solo es una experiencia emocional intensa, sino también un fenómeno cerebral profundamente arraigado en nuestra biología.

 

El cerebro en modo amor
Lejos de ser un simple sentimiento romántico, el enamoramiento activa circuitos cerebrales similares a los que intervienen en las adicciones. Estudios con resonancia magnética funcional han demostrado que cuando una persona ve la imagen de alguien de quien está enamorada, se activan regiones cerebrales relacionadas con el placer, la motivación y la recompensa.
La primera etapa caracterizada por un coctel de hormonas, neurotransmisores y mecanismos fisiológicos llevan a un gran deseo sexual, sensación de bienestar, búsqueda repetitiva de placer, sensación de optimismo, etc. Los estudios muestran que se encuentran activas 32 áreas del cerebro y 12 neurotransmisores. Se encuentran activas áreas de lo que se denomina cerebro límbico (cerebro emocional) como el núcleo acumbens (región relacionada con el placer), el hipocampo (relacionad con la memoria), la Corteza prefrontal, durante el enamoramiento disminuye su actividad, lo que explica por qué muchas personas pierden su juicio crítico, minimizan defectos o toman decisiones impulsivas. La Amígdala cerebral también reduce su actividad, disminuyendo el miedo y la evaluación racional de riesgos (el enamorado es mas intrépido, tienen menos miedo y puede hacer mas locuras)
Se libera fuertemente Dopamina un neurotransmisor relacionado con el placer y que impacta directamente en las memorias, oxitocina una neuro hormona relacionada con la confianza. 
Como todas las sustancias que generan placer, rápidamente se convierte en una recompensa que nuestro cerebro buscara repetir; es que se activa un viejo sistema cerebral denominado sistema de recompensa
Entonces, en un enamorado, disminuye la actividad de los centros del control racional de la conducta, y queda a merced del sistema límbico y del circuito de recompensa. Esto se refleja en un deterioro cognitivo pasajero, la persona está menos reflexiva, más desatenta (en todo lo que no tenga que ver con su relación amorosa), no se da cuenta de algunas cosas que los demás sí, ve la realidad de un modo un tanto distorsionado. La atención esta enfocada en su amante, en la exaltación de los rasgos y la minimización de sus

 

El efecto de la idealización: belleza sin defectos
Una de las consecuencias más notorias de estas activaciones cerebrales es la idealización de la persona amada. Al estar inundado de dopamina y oxitocina, el cerebro tiende a ver a la otra persona como más atractiva de lo que objetivamente es, y a ignorar sus defectos. 
Las regiones cerebrales (corteza prefrontal) involucradas en el juicio crítico y la evaluación negativa están parcialmente desactivadas, lo que facilita una percepción embellecida y sesgada. Recuerdo la fábula de la lechuza que cuenta que la lechuza le pide al águila que durante sus cacerías no se coma a sus pichones. Compadecido con el llanto y la edad de la lechuza, el noble águila dijo: «Señora, dígame cómo son sus hijos. Los reconoceré y evitaré comerlos». Ella no lo dudó: «No tardará en verlos, Majestad, son los bebés más bellos del bosque». Por las dudas, el águila fue directo a los más feos, y los devoró. Eran los hijos de la lechuza. 
La lechuza no mentía, creía sinceramente lo que dijo.
Entonces todo esto no solo ocurre en el amor romántico: también en el amor maternal, donde el cerebro de la madre muestra un patrón similar de activación. La madre ve a su bebé como perfecto, bello y único, incluso si está llorando o tiene características objetivamente comunes. Esta “ceguera amorosa” es funcional: fortalece el apego y protege el vínculo emocional, garantizando el cuidado y la permanencia.

 

Amor químico: el cóctel neurobiológico
Cuando nos enamoramos, el cerebro libera un cóctel de neurotransmisores y hormonas que nos hacen sentir en las nubes:
Dopamina: es la gran protagonista. Nos da esa sensación de placer intenso y enfoque total en la persona amada.
Serotonina: disminuye, generando pensamientos obsesivos e intrusivos. Por eso en la fase de enamoramiento se piensa constantemente en el otro.
Oxitocina y vasopresina: conocidas como «hormonas del apego», se activan con el contacto físico y promueven el vínculo y la fidelidad.
Adrenalina y noradrenalina: provocan los síntomas físicos típicos: mariposas en el estómago, palpitaciones, manos sudorosas.

 

¿Enamorarse es una forma de locura temporal?
Desde la neurobiología, podría decirse que sí. En el enamoramiento a mayor actividad del sistema límbico o emocional existe una menor actividad de la corteza pre frontal (región del cerebro encargada de la toma de decisiones racionales, del juicio crítico, de la inhibición de conductas emocionales, etc)
También existe baja serotonina (como en el trastorno obsesivo-compulsivo). Alta dopamina (como en las adicciones). Hipersensibilidad emocional.
Todo esto convierte al enamorado en alguien que no evalúa riesgos ni consecuencias, y que idealiza hasta el extremo. En cierto modo, el amor es una «ceguera funcional» que nos permite entregarnos sin defensas, y eso evolutivamente, podría haber sido útil para consolidar parejas y asegurar la reproducción.
Pero este desequilibrio químico al que está sometido el cerebro no dura para siempre. 
También se escucha que el  amor es  ciego,  pero  los  años  le  devuelven la vista: cuando la química baja y las emociones se estabilizan, muchas personas descubren aspectos de sus parejas que antes ignoraban, o que las   demás personas le decían pero ellos no lo veían.
Una vez calmada la pasión, las funciones ejecutivas de la corteza prefrontal vuelven a manifestarse paulatinamente y recomenzamos a ver con claridad nuestra vida en pareja. Es una condición necesaria para planificar a largo plazo, inhibir los impulsos y tener juicios críticos. La pasión no desaparece, sino que baja su ímpetu, dando lugar a otras formas de amor, más vinculadas con el apego que con la sexualidad.  Se avanza hacia un vínculo mucho más profundo donde la intimidad y el compañerismo.
El amor no solo nos hace sentir bien, sino que desactiva todo aquello que nos hace sentir mal. Hay una reducción de los síntomas de depresión y una mejora del estado de ánimo. Se reduce la sensación de miedo. También hay menos actividad en la parte del cerebro dedicada a juzgar a los demás y a nosotros mismos. Nos resulta más fácil confiar en otras personas (especialmente la persona amada) y nos sentimos invencibles. 
Nuestro cerebro nos predispone a cuidar, permanecer y vincularnos, aun a costa de la razón.
Y quizás, después de todo, la sabiduría popular y los refranes nos enseñaron mucho: El amor es ciego y la locura lo acompaña. Lo dijeron hace mucho tiempo, lo dice la ciencia... y lo sabe el corazón.
¿Por qué seguir hablando de amor después de todo lo que ya se dijo del amor, después de todas las canciones, las poesías, los libros de filosofía, las investigaciones científicas sobre el amor?
Quizás porque no se sabe sobre el amor, porque no hay un único saber sobre el amor y quizá porque vivimos en un mundo de vínculos ligeros, volátiles y frágiles. Una época de amores que rápidamente se desvanecen, una época en la que no está “permitido” demorarse en el amor.
Espero que la nueva normalidad no sea la vida sin tiempo para el amor.

 

                                                        
 

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