Puerto Madryn

Darwin Williams, un legado eterno en el deporte patagónico

Falleció esta mañana la leyenda deportiva y la noticia sacudió al deporte regional. Su nombre quedó grabado en la vida institucional del club Guillermo Brown. 

 

por REDACCIÓN CHUBUT 03/09/2025 - 11.09.hs


POR GUSTAVO GOMEZ

 


La mañana del miércoles 3 de septiembre trajo una noticia que sacudió al deporte regional: el fallecimiento de Darwin Williams, uno de esos nombres que quedaron grabados en la memoria colectiva de la Patagonia. 

 

Junto a su hermano gemelo, Irving, formaron una dupla inseparable que escribió páginas doradas en el fútbol, en el básquet y en la vida institucional del club Guillermo Brown.

 

La historia de los Williams es, en buena parte, la historia del deporte en Puerto Madryn. Desde aquellos días de infancia en Gaiman y Rawson hasta su radicación en la ciudad portuaria en 1944, los gemelos construyeron un camino marcado por la pasión, la amistad y la fidelidad absoluta a una camiseta. El club Brown, fundado con el impulso de su padre Edward, fue siempre el faro de sus vidas. Allí jugaron, se enamoraron, festejaron títulos y también se convirtieron en dirigentes.

 

De niños, escondían un par de zapatillas viejas para poder ir al potrero sin ser descubiertos. Lo hacían con la picardía de quienes ya sentían el llamado del deporte en la sangre. Muy pronto cumplieron la promesa de cruzar la cuerda que separaba al público de los jugadores: lo hicieron primero con el básquet —Irving movedizo y goleador, Darwin combativo y de garra— y después con el fútbol, donde se consolidaron como símbolos de una generación que le devolvió gloria y juventud al club.

 

El “Gran Pepe” Pepitoni les dio la oportunidad y ellos respondieron con talento y coraje. Irving, cerebral y elegante, fue un cinco con voz de mando. Darwin, vital y aguerrido, un diez con personalidad. Juntos le dieron forma a un Brown campeón en los años 50, inolvidable para quienes los vieron jugar.

 

Pero la huella de Darwin no se limitó a las canchas. Agrimensor de profesión, su aporte quedó plasmado en la construcción del estadio Raúl Conti, orgullo browniano. Dirigente apasionado, incluso, llegó a presidir el club Huracán de Trelew, aunque siempre reconocía que cuando jugaban contra Brown su corazón se dividía de manera imposible.

 

Ya retirado de la práctica deportiva, Darwin mantuvo viva la llama del deporte desde las tribunas y los recuerdos. En su voz convivían la nostalgia de los partidos de antaño y el orgullo de haber pertenecido a una generación que hizo grande al deporte chubutense.

 

Hoy, con su partida, se cierra un capítulo entrañable de nuestra historia. Queda el recuerdo de dos hermanos que fueron sinónimo de entrega, lealtad y amor incondicional por una camiseta. La vida ya había separado a Darwin de Irving hace algunos años, y ahora el destino vuelve a reunirlos en la eternidad.

 

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