Se cumplen 40 años del mejor torneo de todos los tiempos en la ABECH
El certamen de 1985 dejó un legado imborrable. Fue el año en que el básquet del Valle se transformó en arte, en que los sueños de una región se unieron en un balón que rebotaba al ritmo de la historia.
por REDACCIÓN CHUBUT 09/09/2025 - 10.17.hs
POR GUSTAVO GOMEZ
Desde el inicio, se sintió en el aire que aquel año sería diferente. Las canchas, que alguna vez fueron simples escenarios para los enfrentamientos habituales, se convirtieron en templos de adoración al básquetbol. El nivel de los equipos, la calidad de los jugadores y la presencia de extranjeros —nueve en total— transformaron el certamen en un espectáculo deslumbrante.
Pero había algo más. Algo intangible que desbordaba el juego: una atmósfera de expectativa casi mística, como si cada partido pudiera redefinir el deporte en la región.
En el centro de esa narrativa, el Club Brown emergió como una sinfonía perfecta. Con Gregory Turner y Michael Young como pilares, construyeron un equipo que parecía destinado a la inmortalidad. Turner, fuerte como un roble y versátil como una navaja suiza, era capaz de adaptarse a cualquier situación del juego. Young, por su parte, era poesía en movimiento: su elegancia felina, sus movimientos precisos y su capacidad de anotar lo convirtieron en el jugador más temido del torneo.
EL PRIMER ACTO: HURACÁN VS. BROWN
La temporada arrancó con un duelo cargado de promesas. El Gimnasio Municipal de Trelew fue el epicentro de un choque de titanes: Huracán y Brown frente a frente. Las gradas estaban desbordadas, el bullicio era ensordecedor y el piso parecía vibrar bajo la suela de los jugadores.
Fue un partido de alto voltaje, con Michael Young y Gregory Turner liderando la ofensiva de Brown, mientras que Huracán resistía con Lee Stephens y Turner (sí, otro Turner). Cada ataque, cada defensa, cada triple convertido era celebrado como si se tratara de una final. La victoria quedó del lado de Brown, 91 a 83, y con ello quedó claro que este equipo estaba en otra liga.
HURACÁN Y EL DESAFÍO DE LOS TRES FORASTEROS
Pero el torneo también tuvo su cuota de controversia. Huracán desafió abiertamente las reglas al alinear a tres jugadores extranjeros: Coleman, Stephens y Turner. En un acto de audacia —o terquedad—, el club ignoró el artículo 35 del reglamento que permitía solo dos. Tras intensos debates, se llegó a un acuerdo inusual: los tres podían alternar en el torneo, pero nunca coincidir en cancha.
LOS DUELOS ÉPICOS CON MADRYN
Si hubo un equipo que osó desafiar la supremacía de Brown, fue Deportivo Madryn. Sus partidos contra los campeones fueron como capítulos de una novela épica, con finales que se escribieron en los últimos segundos. En el primer enfrentamiento, el marcador terminó 98-96 a favor de Brown, un juego tan reñido que aún resuena en las memorias de quienes lo presenciaron.
El segundo duelo no fue menos espectacular. En un cierre de infarto, Brown logró imponerse nuevamente, esta vez 94-92. Fue una batalla entre gladiadores, donde cada jugador dejó el alma en la cancha, y el público se convirtió en parte del juego, impulsando con sus gritos cada posesión.
EL CAMPEÓN INVICTO
Cuando el último silbato marcó el final del torneo, Brown había logrado lo que parecía imposible: consagrarse campeón invicto. Sus rivales quedaron en el camino, a veces luchando con dignidad, otras sucumbiendo ante una superioridad abrumadora.
El quinteto inicial de Brown, liderado por Eduardo “Lalo” Gamboa, fue una orquesta perfectamente afinada. Gamboa, cerebral y hábil, era el director de esta sinfonía; Nelson Abrany, el escolta incansable, ponía el corazón; y Turner y Young aportaban la explosión y la magia. Héctor Riolfo, como ancla en la pintura, completaba un equipo que no tenía puntos débiles. Desde el banco, Carlos Eliceche y Gustavo Trifaro aportaban músculo y gol, asegurando que el ritmo nunca decayera.
EL LEGADO DE 1985
Aquel torneo no solo coronó a un campeón; dejó un legado imborrable. Fue el año en que el básquet del Valle se transformó en arte, en que los sueños de una región se unieron en un balón que rebotaba al ritmo de la historia.
Las noches de 1985 quedaron impregnadas de nombres que aún hoy se mencionan con reverencia: Young, Turner, Robertson, Chacón, Hazzell.
Hoy, cuatro décadas después, el recuerdo de 1985 sigue vivo. Fue más que un torneo: fue una obra maestra.
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