YPF, el petróleo y las condiciones de la verdad
por REDACCIÓN CHUBUT 21/04/2012 - 02.34.hs
La Argentina tiene ejemplos muy claros de los beneficios de una política de esa naturaleza. En el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) se logró el autoabastecimiento petrolero y se potenció a YPF como la gran empresa estatal, eficaz y rentable, obteniendo márgenes de actividad inéditos hasta ese momento. Precisamente los negocios de los socios de la importación y de la dependencia alentaron no sólo su caída sino la destrucción de la estructura generada por la llamada revolución petrolera argentina.
Respecto a ese tema, en el año 1992, me tocó asistir a una reunión programada de ex profeso en la sala donde se me atendía en el Hospital Alemán en la que Rogelio Frigerio intentó convencer a un alto funcionario nacional de la inconveniencia de la privatización de YPF, perdiendo el Estado todo control sobre la política de inversiones y de fijación de precios, reclamando que por lo menos era necesario dejar una empresa testigo que tuviera tales facultades. Lamentablemente nadie hizo caso de ello y fueron oídos sordos los destinatarios de sus explicaciones. A partir de las privatizaciones el país dejó en el olvido una de sus principales tareas como Estado que le imponían expresas obligaciones de cuidar el patrimonio nacional.
A varios he escuchado decir o llamar a esa década del 90 como la década infame pero sería interesante también analizar y reflexionar sobre lo que ha pasado en los últimos diez años en los mismos temas para poder llegar también a una síntesis en su denominación. Esos datos, los resultados, las facultades ignoradas o llevadas con intenciones de favores económicos a determinados grupos y amigos del poder nos permitirían reconocer que muchas de las verdades que hoy se pueden esgrimir se encuentran condicionadas precisamente por ese contexto que, premiando a algunos, hizo perder mucho al pueblo argentino.
YPF del año 2012 no puede ser comparada a la YPF de la década del 60. Aquí no puede ser aplicado el principio de identidad pese a que pueda flamear la misma bandera o constituir el logotipo con las mismas letras. La YPF que en parte es hoy expropiada con formas que el gobierno no puede legítimamente bendecir, aunque sea acompañada por la mayoría parlamentaria, no es la misma empresa estatal que todavía queda en el inconciente colectivo.
Esta es la empresa de los negocios que condiciona la verdad que se declama en los discursos. Estos discursos pueden parecer pero no ser los discursos que relatan hechos reivindicativos, habida cuenta que no hemos estado gobernados por marcianos ni por la asociación internacional que conspira permanentemente contra el desarrollo argentino.
¿Cómo llamar a la última década cuando todas las fuentes que se pueden consultar y son fiables, dan cuenta que el contenido de las determinaciones estaba unido a los negocios con Venezuela o a la propia aceptación de la falta de inversión en proyectos de exploración o explotación permitiendo la fuga de capitales y los propios dividendos de la empresa?
Es cierto que también es posible la existencia del error en la decisión de cuestiones importantes pero no por ello podemos sostener la falta de responsabilidades. Cuando estas responsabilidades han sido el fruto de determinaciones con consecuencias tan gravosas para el erario público, que a no dudar pagaremos todos, deben por lo menos ser asumidas y algunos deberían pedir perdón. No sólo cuando se mata un elefante, como le ocurrió al Rey de España, sino también y con mucha más razón cuando tanta gente se encuentra inmersa en la pobreza y carece de los elementos vitales para la subsistencia que pudieron erradicarse con políticas acertadas.
Se hace necesario el pedido de perdón público y, con humildad, tratar de corregir aquel error porque no es precisamente con actitudes más proclives al patoterismo y a la falta de respeto como serán solucionados. En última instancia falta de respeto a la historia, aunque en muchos casos se la pretenda modificar con datos y elementos que se encuentran condicionando la verdad.
Dice un dicho popular que la esperanza es lo último que se pierde. Para no perder el gas y el petróleo, aunque cada vez nos cueste más encontrarlo, si es nuestro, siempre estaremos rescatando compatriotas para vivir como corresponde en un país como el nuestro con tanta riqueza a la espera de su transformación.
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