Sociedad

En momentos en que hay indicios que sugieren la reanudación de las pruebas nucleares, un poco de historia

Si se pregunta cuál fue el primer país en sufrir los efectos de una detonación nuclear, muy posiblemente se responderá: “Japón, no solo el primero sino el único”. Respuesta absolutamente equivocada.
 

El 16 de julio de 1945, Estados Unidos detonó la bomba atómica llamada Trinity, en su propio territorio, cerca de Alamogordo en el desierto Jornada del Muerto, Nuevo México.

 

Fue la comprobación de los conocimientos científicos que anunciaban el extraordinario poder que se libraría al partir átomos radiactivos.  Fue la prueba anterior al arrojo de las bombas sobre Japón.  

 

Desde entonces los estados con armas nucleares han realizado 2.056 pruebas. A nivel mundial, las pruebas nucleares culminaron con un rendimiento acumulado de más de 500 megatones, lo que equivale a 500 millones de toneladas de TNT. Esto supera en más de 30.000 veces el rendimiento de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945.                         

 

Las pruebas nucleares atmosféricas prevalecieron hasta principios de la década de 1960, con bombas probadas por diversos medios: lanzamiento de aviones, lanzamiento de cohetes, suspensión de globos y detonación sobre torres, sobre el suelo. Entre 1945 y 1963, la Unión Soviética realizó 219 pruebas atmosféricas, seguida de Estados Unidos 215, Reino Unido 21 y Francia 3.

 

En los primeros días de la era nuclear, se sabía poco sobre los impactos de la “lluvia radiactiva”, el material radiactivo residual y activado que cae al suelo después de una explosión nuclear.

 

Los impactos se hicieron más evidentes en la década de 1950, cuando la empresa química Kodak detectó contaminación radiactiva en su película, relacionada con la radiación resultante de las pruebas nucleares atmosféricas.

 

Además, científicos estadounidenses descubrieron la presencia de estroncio 9 en los dientes de los niños procedente de la lluvia nuclear, a miles de kilómetros del sitio de prueba original.

 

Estos descubrimientos alertaron a los científicos y al público sobre las consecuencias de la lluvia radioactiva de las pruebas nucleares atmosféricas, en particular las pruebas de poderosas armas termonucleares que tenían rendimientos en un solo evento de un megatón o más.

 

Lo cierto es que los efectos de la detonación de Trinity no solo cayeron sobre Estados Unidos, sino también sobre México y Canadá. No fue Japón el primer país es sufrir la era nuclear.

 

Las preocupaciones públicas por los efectos de la contaminación radiactiva llevaron al Tratado de Prohibición Limitada (o Parcial) de Ensayos Nucleares, firmado el 5 de agosto de 1963. El tratado restringió las pruebas nucleares desde el aire, el espacio y el agua.
Si bien el tratado era imperfecto, con solo tres signatarios al principio (Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética), la prohibición logró frenar significativamente la liberación atmosférica de isótopos radiactivos.

 

Corea del Norte siguió con sus pruebas hasta 2017.

 

Tras la entrada en vigor de la prohibición parcial de los ensayos nucleares, se llevaron a cabo en todo el mundo casi 1.500 ensayos nucleares subterráneos

 

Las pruebas nucleares subterráneas se diseñaban para limitar la lluvia radioactiva y los efectos en la superficie. Sin embargo, los métodos de contención no son infalibles, y los radioisótopos radiactivos, se filtraban al ambiente y a la atmósfera circundantes, planteando riesgos potenciales para los ecosistemas y la salud humana.

 

Cráteres superficiales dejados por pruebas nucleares subterráneas en Yucca Flat, una de las principales regiones del sitio de pruebas de Nevada. (Fuente: Carlson, 2005).

Los casos de fugas de radiación no eran infrecuentes, especialmente en las primeras pruebas nucleares subterráneas. 

 

Un ejemplo notable de liberación accidental es la prueba nuclear subterránea de Baneberry el 18 de diciembre de 1970, que, según el gobierno norteamericano, resultó en un “contenido de agua anormalmente alto, inesperado y no reconocido, en el medio que rodea el punto de detonación”. A su vez, el contenido de agua subterránea mayor de lo esperado aumentó la transferencia de energía de la detonación a las rocas y el suelo circundantes, al tiempo que prolongó la duración de la fase de alta presión en la cavidad. Las tensiones y presiones sostenidas durante períodos de tiempo más prolongados alteraron la integridad de las estructuras de contención, que fallaron y liberaron gran cantidad de yodo radiactivo 131 a la atmósfera.

 

Como resultado de este accidente, 86 trabajadores del sitio quedaron expuestos a radiación ionizante. 
 

 

 

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