El costo oculto del combustible nuclear I
Con frecuencia las empresas multinacionales, con cómplices del propio país, hacen en otros países lo que no se les permite en países desarrollados. Generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse, dejan grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, agotamiento y contaminación de reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener.
Aquí en Chubut, pasó precisamente lo que está descrito en el copete. Quedaron las colas de dos canteras, pequeñas minas de uranio, que la Comisión Nacional de Energía Atómica explotó a fines de la década del 70. También quedó lo mismo en la planta de tratamiento Pichiñán a escasos mil metros del río Chubut.
Comúnmente las empresas se obsesionan por el máximo beneficio sin considerar los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones.
El discurso del crecimiento sostenible es un relato que usa un discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas, de la tecnocracia, la responsabilidad social y ambiental para finalmente reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen.
Para extraer el uranio en minas a cielo abierto, como las que se encuentran en San Rafael, Mendoza, se dinamita una vasta extensión de sierras, reduciéndolas a rocas. Estas son molidas y sometidas a un tratamiento con ácido sulfúrico, haciendo posible la extracción de aproximadamente un kilo de uranio de una tonelada de roca molida.
El desperdicio restante se va acumulando en parvas de consistencia arenosa que permanecen peligrosas por cientos de miles de años por contener 85% de la radioactividad del uranio bruto, en forma de radio y torio, ambos potentes provocadores de cáncer.
Estas parvas emiten un gas tóxico denominado radón que no pueden percibir nuestros sentidos. Contienen también una considerable cantidad de elementos tóxicos pesados.
Al pulverizarse todos estos elementos se hace más fácil su movilidad, esparciéndose con el viento o contaminado las napas subterráneas, cuando el agua de lluvia se filtra a través de las parvas. A pesar de que estos elementos son naturales, son liberados al ambiente en proporciones y lapsos considerablemente diferentes a como ocurriría naturalmente, posibilitando así una mayor ingestión en el cuerpo humano por medio del aire, alimentos o agua; incrementado el riesgo a la salud de aquellos expuestos a dichos elementos.
El gas radón que emana de estas pilas de desperdicio, es radioactivo y se disuelve en el aire o agua per-metiéndole un mejor desplazamiento. Con un viento de 16 km. por hora puede recorrer más de 1000 km. antes que decaiga a la mitad de su cantidad original; depositándose, ya transformado en otros elementos radioactivos sólidos, en las hojas de los vegetales, agua, piel y/o pulmones en caso de ser inhalado etc.
Las partículas que derivan del gas radón, que se depositan sobre una célula viva (ej. una planta), pueden penetrar dentro de dicha célula haciéndose imposible que se puedan lavar. Si inhalamos al gas radón, luego de transformarse en otros elementos radiactivos pasa a nuestra corriente sanguínea, pudiendo provocar cáncer.
La radioactividad: El enemigo invisible
Un estudio realizado por la Academia Nacional de Ciencias de los E.E.U.U., denominado BEIR II determinó que:
Ningún nivel de radiación por insignificante que sea, puede considerarse seguro. Esto significa que cualquier exposición de un individuo a radioactividad puede incrementar la posibilidad de que contraiga cáncer, leucemia, desarrollar un desorden en su salud o un daño genético.
La mayoría de la gente desconoce que la radioactividad puede causar:
Abortos espontáneos - muerte en la infancia – asma - alergias severas - deprimir el sistema inmunológico (facilitando infecciones) – leucemia - tumores sólidos - defectos al nacimiento - retardo físico y mental en niños
El daño varía según el individuo, por depender de la predisposición genética, edad, sexo, condiciones de salud y tiempo de exposición a radiación al que haya sido expuesto.
La Academia Nacional de Ciencias de los E.E.U.U. informó que la radioactividad puede iniciar cualquier tipo de cáncer; además se encontró una conexión con enfermedades cardíacas, anemia y cataratas.
Dicha Academia también afirmó que el riesgo que corre una mujer, expuesta a una fuente radioactiva es de casi el doble del que corre un hombre en iguales circunstancias.
Los niños y lactantes son hasta cuarenta veces más sensibles que los adultos porque sus células se dividen más rápidamente y su sistema inmunológico aún está inmaduro.
Los efectos a bajos niveles de radiación son difíciles de demostrar, un cáncer puede aparecer en un individuo décadas después de que este haya sido expuesto, lo mismo ocurre con defectos genéticos, pueden manifestarse durante generaciones y aun así los efectos causados por la radiación son difíciles de distinguir de los ocasionados por otros riesgos ambientales, tales como los pesticidas, aditivos alimenticios o contaminantes químicos.
Por esta razón cuando ocurre un accidente nuclear la industria nuclear utiliza la expresión «No hay peligro inmediato» lo cual puede ser cierto en el corto plazo, pero esta forma «legal» de expresarse oculta que al cabo de algunos años pueden manifestarse problemas a la salud en aquellos contaminados por ese accidente.
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