Primera prueba en los inicios de la historia atómica II
A casi ocho décadas aún no se conocen con precisión los efectos de la primera bomba nuclear detonada. La Prueba Trinity se llevó a cabo en una ciudad temporal construida en una zona del desierto de Nuevo México, conocida como la Jornada del Muerto, que se caracteriza por ser árida y carente de viento.
El dispositivo que se utilizó fue una esfera de acero conteniendo plutonio en su interior.
El dispositivo nuclear Gadget, el arma de la prueba Trinity. Foto: Atomic Archive
La detonación vaporizó instantáneamente la torre de donde se sostenía y convirtió el asfalto y la arena en un mineral conocido como trinitita,
¡La era Atómica había comenzado!
A kilómetros de la zona cero, el grupo de científicos que había estado trabajando en el desarrollo del arma por tres años consecutivos por fin veía su resultado: una nube con forma de hongo de 12 kilómetros de altura que iluminaba todo el firmamento y emanaba un calor abrasador.
James Conant, presidente de la Universidad de Harvard aseguró que esperaba un destello de luz relativamente rápido. Sin embargo, el brillo fue tan potente y masivo que pensó que "algo había salido mal" y que "el mundo entero se había incendiado".
En la actualidad investigadores estadounidenses enfrentan un problema sorprendente: tras casi ocho décadas de la primera prueba nuclear, aún no hay mediciones precisas de sus efectos en el medioambiente y la salud. Se sabe que afectó amplias regiones, no solo de Estados Unidos sino también de México y Canadá
El Instituto Nacional del Cáncer (NCI) está tratando de corregir esta desinformación con un extenso estudio sobre la radiación de la prueba Trinity.
Pasarán muchos años más antes de que den a conocer los resultados.
Los responsables de construir y probar la bomba no conocían cual sería la magnitud de la lluvia radiactiva, y tampoco otras repercusiones de la detonación.
Durante años, los habitantes de la región —muchos de ellos, nativos americanos— han protestado porque sus ciudades registran tasas anormalmente elevadas de diversos tipos de cáncer y, desde hace más de una década, han ejercido presión política para quedar incluidos en la Ley de Compensación por Exposición a Radiaciones (RECA), la cual jamás ha compensado a los ciudadanos de Nuevo México.
Los investigadores del Instituto Nacional del Cáncer tendrán que revisar numerosos informes sobre la lluvia radiactiva de la prueba, y obtener información sobre el estilo de vida y la dieta de las poblaciones nativas americanas, latinas y blancas que vivieron en dicho estado a mediados de la década de 1940. Todo ello, con la finalidad de calcular las dosis de radiación que recibieron los residentes como consecuencia de la prueba.
La respuesta científica es pasmosamente tardía e imprecisa. Desde sus inicios, el desarrollo de tecnología nuclear se ha caracterizado por la imprecisión. La prueba Trinity estuvo plagada de mediciones inexactas y predicciones conflictivas.
Para empezar, nadie tenía idea de cómo compensar la información climática o sopesar las posibles repercusiones. El día anterior a la prueba, algunos científicos propusieron posponerla a causa de los cumulonimbos que comenzaban a cubrir la Sierra de San Andrés porque, si la nube radiactiva flotaba hacia una tormenta, la lluvia condensaría y volvería más peligrosa la radiación que cubriría tanto el sitio como los ranchos y las ciudades cercanas.
El general a cargo del experimento no accedió a postergar la prueba; en especial, porque Estados Unidos estaba en guerra con Japón. Así que convocaron a meteorólogos, quienes realizaron experimentos con humo y soltaron bandadas de coloridos globos meteorológicos.
Al final, esos especialistas predijeron que las nubes iban a disiparse, por lo que la prueba quedó confirmada para las primeras horas de la mañana. Pero llovió toda la noche, y los relámpagos iluminaron todo el desierto alrededor de la torre de acero de 30 metros en la que estaba suspendida la primera bomba atómica del mundo.
Hacia la media noche, J. Robert Oppenheimer, el científico responsable del proyecto, empezó a temer que la lluvia pudiera dañar parte de los circuitos eléctricos de la torre, de modo que fue con un equipo de científicos a vigilar la bomba, envolviéndola con un montón de cables y cuerdas mojadas para protegerla. Una vez allí, se puso a medir la distancia entre la torre y los relámpagos más cercanos.
Hacia las 2 de la madrugada, la lluvia golpeaba con tal fuerza el campamento base que decidieron retrasar la prueba; y volvieron a diferirla a las 2:30 a. m. Para matar aquellas horas tensas y tormentosas, Enrico Fermi y algunos de sus colegas empezaron a cruzar apuestas sobre el resultado de la prueba. Algunos opinaban que la bomba no detonaría; otros apostaron al tiempo que demoraría en incendiarse todo el planeta si provocaban una reacción en cadena en la atmósfera.
En próxima nota continuamos con los efectos de la primera detonación e de una bomba atómica.
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