Fin de Semana

Illia, y la campaña de prensa que terminó en golpe de Estado

Agustín Barletti, autor del libro Salteadores Nocturnos, reflejó para EL CHUBUT lo que fue la visita del entonces presidente de la Nación a Comodoro Rivadavia, en 1964.

por REDACCIÓN CHUBUT 13/11/2021 - 23.17.hs

Por Agustin Barletti (*) para EL CHUBUT

 

 

El 28 de junio de 1966, un golpe de Estado desalojaba al Presidente Arturo Umberto Illia de la Casa Rosada y terminaba con sus tres años de gobierno. A quienes fueron a derrocarlo les dijo que no representaban a las Fuerzas Armadas, y que sus hijos se avergonzarían de lo que estaban haciendo. Años más tarde, la mayoría de los que participaron en ese quiebre constitucional expresaron públicamente su arrepentimiento.

 

En este trágico final, mucho tuvo que ver la campaña de prensa que lo presentaba como una “tortuga”, cuya lentitud atentaba contra el país.

 

Existían por entonces dos países: el que dramatizaban los medios adictos al golpe, y el de la gente que progresaba en libertad. Esto se vio reflejado en ocasión de la visita que realizara el Presidente Illia a Comodoro Rivadavia el 13 de diciembre de 1964.

 

La crónica del corresponsal de la revista Qué, dirigida por la entonces mano derecha de Arturo Frondizi, Rogelio Frigerio, reflejó un frío recibimiento carente de público. Incluso en una parte del artículo se refirió a “la imagen que sobre la tranquilidad provinciana de Illia se ha hecho el pueblo de la República”.

 

Por suerte existe una filmación de esta visita que muestra todo lo contrario. Illia fue recibido por una multitud que se abalanzó a saludarlo. Desde el balcón de la municipalidad, le aseguró al pueblo reunido que en 1965 estarían completados los estudios de El Chocón-Cerros Colorados, y que estaban asegurados los créditos para su construcción. Prometió asimismo que se haría el acueducto para Puerto Madryn y que se completarían los trabajos de riego en la zona patagónica.

 

Esta región está muy cerca de los despachos nacionales”, aseveró Illia en la oportunidad. Al año siguiente, visitaba Puerto Madryn para participar de los actos oficiales por los cien años del arribo de los colonos galeses.

 

La efectividad administrativa reflejada para la Patagonia, se extendía a todo el país.

 

El aumento del PBI fue del 10,3% en 1964, del 9,1% en 1965, y del 4,7% en los primeros seis meses de 1966. La industria creció 18,9% en 1964 y 13,8% en 1965; el sector agropecuario lo hizo al 7% y al 5,9%.

 

El gasto público disminuyó en relación al PBI, y el déficit del presupuesto se redujo de $4.054,1 millones en 1963, a $2.778,9 millones en 1965. Al mismo tiempo, la partida destinada a educación alcanzó el 24% del presupuesto nacional, la más alta de la historia, y un Plan Nacional de Alfabetización alcanzó a 350 mil alumnos de 18 a 85 años.

 

Durante su presidencia, se logró el mayor triunfo diplomático sobre Malvinas. La resolución 2065 de la ONU, aprobada el 16 de diciembre de 1965, instaba a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a negociar sin demoras la soberanía de las islas.

 

Por primera vez en muchos años se redujo la deuda externa, de US$ 3.390 a US$ 2.650 millones. Luego, habría de crecer sin interrupción hasta la fecha.

 

Bajo su mandato, se sancionó la Ley del Salario Mínimo Vital y Móvil. En 1965, la tasa de desempleo se ubicó en el 4,4% y la participación del sector asalariado en el PBI pasó del 36% en 1963, al 41% a junio de 1966.

 

Además de buen administrador, fue un estadista que supo adelantarse a los acontecimientos. En 1964, ante la dificultad para colocar en los mercados internacionales una cosecha excepcional de trigo, Illia decidió vender varios millones de toneladas a China Popular, aún gobernada por Mao Tse Tung. Illia se convertía en el primer jefe de Estado del mundo occidental en comercializar con China, un mercado que hoy es codiciado por el mundo entero. Recién seis años más tarde, el presidente norteamericano Richard Nixon viajaba a China con el mismo fin. La operación de venta fue un éxito, con pago en libras esterlinas al contado, a través del Banco de Londres en Hong Kong, que actuó como agente financiero chino.

 

Illia sabía que el futuro estaba en Asia, y junto a su colega trasandino Eduardo Frei avanzó en la creación de una Federación Argentino Chilena con capital en la ciudad de Córdoba, para que sendos países pudiesen comercializar sus productos a través de los dos océanos.

 

Meses antes de la Conferencia Internacional de Comercio y Desarrollo de Ginebra de 1964, Illia reunió en Alta Gracia, Córdoba, a 77 países con las mismas inquietudes y perspectivas. La idea, que en definitiva se acordó, fue la de realizar una presentación conjunta frente a los países industrializados. Se consensuó una posición única y así nació el G-77. Hoy con el mismo nombre, pero conformado por 134 países, este bloque realiza declaraciones conjuntas sobre temas específicos, y coordina un programa de cooperación en asuntos relativos al comercio, industria, alimentación, agricultura, energía, materias primas, finanzas y asuntos monetarios.

 

Arturo Illia también fue un adelantado cuando impulsó en 1965 el armado de la Asociación Regional de Empresas de Petróleo y Gas Natural en Latinoamérica y El Caribe (ARPEL). Con la reciente inclusión de los biocombustibles esta asociación aún está en vigencia e interactúa con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

 

Con estos sólidos resultados, ¿por qué los medios de prensa lo atacaban tan duramente? La respuesta la dio el propio Illia cuando aseguró que a él lo habían derrocado las veinte manzanas que rodean la Casa de Gobierno. Esto es así, porque en la defensa del país y su gente, Illia pulverizó muchos privilegios, los que luego le pasaron la correspondiente factura.

 

Por ejemplo, cumpliendo la promesa de campaña electoral, Illia anuló los contratos petroleros firmados por decreto en la presidencia de Arturo Frondizi. Lo hizo por irregularidades jurídicas, pero también por motivos económicos: el metro cúbico de petróleo de igual calidad importado desde Rusia costaba por entonces US$ 13,02 puesto en el puerto de Buenos Aires, mientras que, por los contratos de Frondizi, las empresas concesionarias recibían del gobierno US$ 15,20 por el petróleo argentino colocado en el mismo puerto. Sin los contratos, la producción petrolera siguió creciendo bajo una YPF bien administrada.

 

La furia editorial de la frondizista revista Qué, tiene aquí su justificativo.

 

El terreno era más qué fértil para estas estocadas, puesto que Illia no tuvo vocero ni Secretario de Prensa durante su mandato. Consideraba que utilizar fondos públicos para difundir actos de gobierno era demagógico y un despilfarro de los fondos públicos.

 

Quizá por eso, a 121 años de su nacimiento, el perfil de Arturo Illia siga envuelto en un nebuloso desconocimiento.

 

Pocos saben que vivió en Europa entre 1933 y 1934, y fue testigo del naciente fascismo al asistir a los actos públicos de Hitler y Mussolini. Hasta durmió un par de noches en un calabozo berlinés por negarse a saludar con el brazo en alto a una patrulla de las SS. Luego palpó de cerca las monumentales democracias de los países nórdicos y concluyó, por simple comparación, en las ventajas del sistema republicano.

 

Casi nadie conoce que unos años más tarde Illia fue enviado al norte argentino a negociar con oscuros traficantes la compra de armas de rezago de la guerra chaco-paraguaya para defender al gobierno cordobés de Amadeo Sabatini ante una posible intervención federal a la provincia. Tampoco que en 1955 se erigió en el cerebro de los comandos civiles de la llamada Revolución Libertadora, usando un sistema de claves secretas absolutamente inédito para la época, y que en esa instancia padeció un simulacro de fusilamiento a manos de las fuerzas oficialistas. O que no fue un médico rural, sino un investigador de primer orden que junto a Salvador Mazza cambió la teoría vigente hasta los años 30 respecto de la lucha contra el mal de Chagas.

 

 

(*) Escritor, periodista y doctor en Derecho Constitucional. Autor de la novela histórica “Salteadores Nocturnos” sobre la vida de Arturo Illia.

 

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