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Putin nos cuenta una historia “fake” (y muchos se la creen)

La misteriosa muerte del opositor Alexei Navalny en una aislada cárcel del ártico es una alerta más sobre la normalidad de un dictador admirado por muchos.

Vivimos en una era compleja en la cual los relatos se reescriben con el objetivo de manejar poder, así de simple como se lee. Y si bien los estadistas no siempre hacen lo que desean, sino lo que pueden obligados por las circunstancias y las presiones del entorno, en los dictadores el factor de la voluntad y el capricho propio suelen prevalecer por sobre todas las cosas.

 

Putin inventa la historia

En la última entrevista de Tucker Carlson a Vladímir Putin se dieron por cierto un sinnúmero de mentiras contadas por la boca de un personaje con las manos manchadas de sangre. Lo grave no es que simplemente se dijeron, sino que los medios argentinos e internacionales llamaron muy poco la atención sobre semejante deformación de la historia. Peor aún, callaron los historiadores progresistas que dicen defender los DDHH que con su silencio contribuyen a sostener mentiras que justifican la muerte y la devastación.

 

En dicha entrevista Putin afirmó que Alemania tenía un pacto con Polonia al comenzar la segunda guerra mundial, obviando los datos más básicos de la historia de 1939: que Alemania invadió Polonia, que la URSS misma fue aliada de los nazis en esa incursión y que los soviéticos entraron en Polonia a sangre y fuego. También ejecutaron a sangre fría a más de 22.000 prisioneros polacos en lo que se llamó la “masacre de Katyn”.

 

Putin también negó el hecho más resonante e indiscutible de la actualidad: que Rusia invadió Ucrania. Como frutilla para el postre, llamó a que los norteamericanos voten a Donald Trump en las próximas presidenciales (es interesante ver cómo, en un ejercicio de simplicidad total, gran parte de la izquierda argentina defiende a Putin por considerar que el primero es “malo” y el ruso es el “bueno”).

 

Propaganda rusa y “fake news” El diccionario panhispánico de la Real Academia Española define a la propaganda como “Difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto”.

 

Muchos medios nacionales (con la agencia Télam a la cabeza) publican acríticamente las noticias de la red Sputnik, órgano oficial de propaganda del Kremlin. Si uno leyera solamente dicho portal entendería que Rusia está salvando su país en un complejo proceso de desnazificación en Ucrania. Se supone que los nazis dominan Ucrania y deben ser combatidos a bombazos a la población hasta erradicar dicha ideología.

 

Si uno leyera solo ese portal y los medios que lo reproducen, tendría una historia totalmente deformada del mundo, una historia de fantasía: la que le conviene a los dictadores. Una historia que justifica que los que tienen armas maten al que piensa distinto.

 

Muertos en el ropero Hace tiempo Biden acusó a Putin de ser un asesino. Tal vez fue un lapsus o un descuido inconveniente, pero no una mentira.

 

Putin fue un oscuro agente de la KGB durante la guerra fría. Pero al contrario de lo que muchos piensan, su oscuridad no se debe a que era un siniestro ejecutor de operaciones secretas de alto impacto, era más bien un agente de segunda categoría de los cuales los soviéticos no se fiaban por incompetente, apenas un buròcrata escondido en la Alemania del Este (ni siquiera tenía permiso para viajar a occidente).

 

Su gran oportunidad vino de la mano del alcalde de San Petesburgo y, luego, del debilitamiento de Borís Yeltsin. Allí tuvo su oportunidad de hacer la fiesta neoliberal que le permitió repartir por migajas bienes del Estado a sus amigos y testaferros. Dicha red de corrupción lo aseguró en el poder desde el año 2000 hasta hoy (por no mencionar su inmensa fortuna).

 

En su camino tuvo opositores y señalamientos en cada rincón. Pero sus denunciantes terminaron presos, asesinados, envenenados, desaparecidos, accidentados o suicidados en circunstancias sospechosas.

 

La peligrosa costumbre de ingerir venenos y volar por los balcones

En la lista de asesinados se encuentran, entre otros, los ex espías Serguéi Skripal y su hija Yulia, Alexander Litvinenko (envenenado), los periodistas Anna Politkovskaya y Maxime Borodin, los políticos Boris Nemtsov (viceprimer ministro), Vladímir Golovliov, Serguéi Yushenkov, Pavel Antóv (diputados), Yevgeny Prigozhin (dueño del ejército privado Wagner). Los oligarcas Boris Berezovksy y Ravil Maganov (arrojado de su balcón en un hospital), Leonid Shulman, Marina Yánkina y otros 19 “suicidas” o multimillonarios “accidentados” solamente durante 2022. Sputnik no habla de esto. De hecho, toda información o publicación que no coincida con la historia oficial de Rusia se considera delito. Insano y peligroso para periodistas e historiadores independientes.

 

El paseo de Alexei Navalny

Se puede decir que Navalny representa la síntesis del sistema impuesto por Putin. Fundador de una ONG anticorrupción y opositor al régimen, fue envenenado con el agente nervioso Novichok en 2020, desarrollado en la época soviética. Sobrevivió y fue encarcelado en cuanto volvió a pisar Rusia.

 

El 24 de diciembre del año pasado, luego de desaparecer de su celda por dos semanas, se informó que estaba en el penal de Kharp, en el ártico. Hace un par de días se informó oficialmente que había fallecido a los 47 años luego de “dar un paseo”.

 

Como recuerdo bien el invierno ruso, revisé la temperatura de ese día: el termómetro marcaba 27 grados bajo cero. No estaba para andar saliendo.

 

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