La columna de Susana

TAMARISCOS

Los tamariscos de mi infancia, en Playa Unión, eran el paso forzado a la arena caliente, camino hacia el mar con las ojotas rosas y el sofocón del mediodía...

por REDACCIÓN CHUBUT 19/11/2023 - 13.54.hs

De noche se convertían en el muro infranqueable que daba a la oscuridad. No pasar era obediencia con miedo, y no se cuestionaba.

 

Los tamariscos eran sombra reparadora cuando, camino al almuerzo, hacíamos el descanso necesario, volviendo del mar, y antes del cemento que también quemaba nuestros piecitos... Una parada a la sombra para sacarnos la arena antes de entrar a la casilla... Todavía no existía el murete.

 

Fueron vacaciones de verano eternas, de tiempos largos, con malla, salida de baño y ojotas hasta en los cumpleaños y en las fiestas de Navidad y Año nuevo.

 

Tiempos con la sal en la piel y el pelo blanco y duro que perduraba hasta la ducha antes de dormir.

 

Los tamariscos, eternos guardianes del mar, tornan del verde al lila, y luego al amarillo. Las estaciones los van pintando y también el sol a cada hora del día.

 

Mi madre, observando el panorama y tomando mate, me pregunta si se podan. No sé, le dije. No importa. Siempre están…

 

Susana Arcilla

 

susanabeatrizarcilla@gmail.com

 

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