Un recuerdo de Chiche Linares

Sr. Director:

por REDACCIÓN CHUBUT 25/04/2017 - 01.46.hs

Hoy tengo una imperiosa necesidad de expresar públicamente un gran sentimiento de tristeza. Paso a explicar de qué y de quien se trata. Soy empleado municipal, y hasta hace un tiempo atrás, entre otras cosas, me dedicaba a recaudar para algunas instituciones de bien público, y en el caso que me ocupa, lo hacía para la Escuela Especial 506.

 

Un buen día (gris, como éstos que estamos viviendo), me acerco a un domicilio de la calle Marconi con los datos de una buena Señora que previamente había solicitado un cobrador para hace un aporte mensual.

 

La casa, por así decirlo, era suntuosa. Los vehículos que estaban en su interior, también. Al llamar, me atiende una empleada, y me dice que la señora no me podía atender, porque estaba hablando por teléfono. Pero en ese momento, se asoma a la puerta una señora (muy elegante) y cuando le digo de dónde vengo, se apresura a venir a atenderme, y me pide disculpas. Y me confirma su interés a hacer el aporte. 

 

Mientras le lleno con sus datos el talón a su nombre, parece ver algo afuera que le llama la atención, me pide nuevamente disculpas, sale y se dirige hacia dos casas al lado de la suya, en donde, en la entrada (que parecía abandonada) se encontraba un hombre con aspecto muy indigente. Conversa un rato con él, y luego lo invita a que se acerque a su casa. Le pide que la espere, entra y al rato, sale llevando como una manta grande en sus brazos. Al igual que una vianda con comida, y algo de dinero en sus manos. 

 

Le entregó todo al hombre, y luego le dice, mejor dicho le pide que vuelva otro día, que le iba a «tener otras cosas». El hombre se va muy agradecido, por cierto, la señora me mira, y me cuenta que la tenía muy preocupada este hombre, que junto a otros dos hombres, sabía guarecerse en la entrada de esa casa abandonada, y que seguramente no tenían dónde estar. Estuvimos un buen rato charlando, sobre todo por la situación de pobreza en el país.

 

Por supuesto que aparte de ser agradable me parecía alguien bastante culta, instruida, por lo que aprecié mucho el hecho de hablar con alguien de su estatura. Pero después al retirarme, me invadió una sensación de no entender cómo alguien con un buen pasar económico (que se notaba en apariencia, a las claras), pudiera vivir tan preocupada por estas situaciones. Incluso, en el medio de la charla, recuerdo que le dije que no se hiciera tanta mala sangre, y que esto lo podía afectar a su salud, viendo que era una persona bastante mayor, a lo que me contestó: ¿Sabe usted lo que me puede afectar la salud a mí?, el no poder hacer nada para cambiar las cosas. Y ahí me vino, no sé porque, a la memoria una conocida frase de Kempis, un filósofo: «Sin humildad, ni a Dios, ni a los hombres, quieras agradar».

 

Por los diarios me vengo a enterar, de que esa persona (y pido perdón por mi ignorancia) en realidad, era quien era (y nunca ella me lo dijo). Agradezco a Dios, Señora Chiche Linares, por haberla conocido. Y ante su memoria, me «saco el sombrero».

 

Miguel Angel Bataller

 

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