Regionales

Resolver los problemas aportando ideas: la educación

Si sólo nos quedamos observando el presente y recordando el pasado estamos mal. En las campañas electorales es el momento propicio para poder escuchar a los candidatos sobre las ideas que tienen para solucionar los serios problemas que aquejan a la comunidad.

No hay duda que uno de ellos es la educación. Yo creo que nadie está en contra en cuanto, si no hay una transformación educativa, el futuro tiene perspectivas de mediocre. No obstante, comenzar a desatar el nudo tiene sus inconvenientes porque, si la educación no es la que pretendemos, hay alguien que con seguridad no tiene responsabilidad alguna: los alumnos. Estas son las víctimas, por cuanto en la adultez, luego de pasar por el período más importante para el aprendizaje, no contarán con los instrumentos para desempeñarse satisfactoriamente en la vida y, por lo menos, tener un espíritu crítico para resolver los problemas que, aunque algunos simples, son muchos. En la provincia hace años que estamos perdiendo tiempo, y no resolvemos nada. Y no solo podemos situarnos en la cuantificación, cuantos días se pierden del calendario escolar. En este orden el año pasado es un ejemplo atroz de cuantos días se han perdido sin el dictado de clases. Pero aún, si se hubieran dictado todos los días las clases, ¿habríamos cumplido con nuestra obligación de enseñar? ¿Se habría aumentado el conocimiento? Aquí viene el otro tema, el conocimiento que se transmite no solamente teniendo en cuenta si quien lo otorga está capacitado para ello, sino, además, que quien lo recibe tiene los elementos técnicos para su aprehensión. En primer lugar deberíamos admitir que la infraestructura escolar en general es desastrosa. Hay que invertir mucho dinero en poner en condiciones las escuelas para que no sea una excusa para el cierre de las aulas. Hasta diría que deberíamos modificar el típico plano de la infraestructura escolar para poder incorporar, en otras características del aula, tecnología que haga para el alumno más atractiva la enseñanza. Que el alumno no quiera irse de la escuela, sino que sea un placer estar en ella es una prioridad. Esta nueva infraestructura permitiría la utilización, no solamente la doble jornada, sino la apertura para fines educativos de distintas especialidades durante la mayor parte del día y los sábados o feriados en la recreación. Hay que retornar a la tradición que los argentinos teníamos que la escuela contenía a la comunidad. La escuela debe preparar a los niños y jóvenes para que su futuro se materialice en las perspectivas productivas, o donde puede hacer valer sus talentos, esto es que el conocimiento no debe estar apartado del programa que le demandará su contribución, su trabajo o su capacidad creativa. Aunque parezca una tautología hay que re-valorizar los valores fundamentales de la vida. Esto no quiere decir que hay que retornar a una escala de valores del pasado, pero nadie puede dudar que ser responsable se sigue imponiendo como valor universal y, por ejemplo, tener atención y comprender aquello que merece una lectura, nadie lo puede discutir.
Pero si la infraestructura no puede ser una excusa, si al alumno por ser víctima no lo podemos victimizar aún más, en una época donde sobresalen los derechos del niño, adolescentes y jóvenes como valores que no pueden ser transgredidos y que tienen categoría constitucional, nos están faltando ideas para recomponer un tramado que se encuentra desarticulado y que está representado por el que enseña y el esquema sindical.
En primer lugar creo que el docente tiene que tener categoría universitaria. Se ha deteriorado mucho su condición a partir de subestimarlo como el trabajador de la educación, sin comprender que es un verdadero profesional. Solo el pensar su función aislada frente a un número de alumnos, cuyos padres le confían al sistema, obliga a asegurar su capacitación y su evaluación periódica. En la provincia tenemos universidades que bien podrían generar los títulos para aquellos que saben de su demanda segura. En segundo lugar, la discusión salarial no puede paralizar el sistema.
La igualdad de oportunidades, que es la base para todos los sectores sociales, no puede sufrir las consecuencias de lo que es una negociación de adultos. Los que más lo sufren son los sectores más pobres y no se puede condenar a ellos de esa manera cuando en los discursos pretendemos desterrar la pobreza. La escuela exitosa no será para ellos si nosotros no cambiamos nuestras costumbres conservadoras, aún escondida en ropajes ideológicos que marcan el otro extremo.
 

 

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